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La Armada española queda desnuda

Publicado: agosto 11, 2025, 1:07 am

El Gobierno ha decidido suspendersine die la compra de los aviones F-35 estadounidenses, pese a que se encontraban muy avanzadas las negociaciones para concluir la operación, acordadas las líneas generales y muy cerca de que la transacción se oficializase. Quedaban flecos consistentes en tratar de obtener contraprestaciones para empresas españolas del sector y otros detalles entre técnicos y comerciales.

Hasta ahora, la principal, si no la única, razón para no adquirir el F-35 era económica. No se sabe muy bien cuánto cuesta realmente un F-35. Depende de numerosos factores. A los países (Reino Unido, Italia, Países Bajos, Australia, Dinamarca, Noruega y Canadá) que, pensando en su adquisición posterior, se adhirieron al programa estadounidense del fabricante, Lockheed-Martin, les ha salido más barato. El precio depende también de si, en el contrato de compra, se incluyen mantenimiento, repuestos, adiestramiento de pilotos, aporte de armamento y, ya se ha dicho, contraprestaciones industriales de diverso tipo para las empresas del país destinatario, etc. También influyen en el precio el número de ejemplares adquiridos y los requisitos exigidos por cada comprador en cuestión (no todos tienen las mismas necesidades, ni los mismos planes de empleo). Por esas y otras razones, a las que seguramente no son ajenas las subidas de sueldo de ingenieros y empleados, profesionales de alta cualificación, el coste aumenta. En atención a esos elementos, tampoco todos los ejemplares son iguales. Unos disponen de mejores sistemas que otros. Y esos sistemas, cada vez más complejos y sofisticados, son también cada vez más caros.

Quienes estiman y calculan que el precio unitario de un F-35 va, en números redondos, desde los 100 millones de dólares hasta los 300 no se equivocan, a pesar de la disparidad de las cifras. Por otra parte, no todos los F-35, sean cuales sean las condiciones contractuales de compraventa, cuestan lo mismo. El F-35B, de despegue corto o vertical (VSTOL, Short Take-Off and Vertical Landing) es más caro. Es a la vez un avión normal y otro diferente. Eso se cotiza y se paga.

España tenía previsto encargar un lote inicial de 24 F-35A para el Ejército del Aire y del Espacio, con vistas a ir sustituyendo paulatinamente a los F-18. Y una definitiva docena de F-35B como reemplazo de los AV-8B Harrier II Plus de la Novena Escuadrilla de Aeronaves. Los Harrier, a secas, para entendernos. Y cuando parecía que el obstáculo económico estaba superado, una decisión política anti-Trump y anti-EEUU lo ha anulado todo.

El Ejército del Aire no sufre demasiado, dentro de su frustración. Los F-18 siguen siendo, con las sucesivas actualizaciones, muy operativos. Y los Eurofighters, en sus respectivas y mejoradas tranchas, tienen todavía mucho que decir. Por añadidura, España participa, junto a Francia y Alemania, en el programa Futuro Sistema Aéreo de Combate (FCAS, en sus siglas en inglés), que incluye la fabricación de un caza de nueva generación (NGF, New Generation Fighter).

Pero la Armada se queda desnuda de aviones de ala fija. Los Harrier, por medio de continuos milagros de mantenimiento, preveían alargar su vida útil hasta 2030. Justo, más o menos, la fecha de recepción de los F-35B. El plazo de entrega de un avión de este tipo, desde que se encarga hasta que se recibe, se estima en unos cinco años. La Armada, sí, se queda desnuda. Y el Juan Carlos I, nuestro portaeronaves, vacío, huérfano de su poder y su capacidad de proyectarlo. Con los helicópteros, naves auxiliares y complementarias, no es suficiente.

Repudiados los aviones estadounidenses, los ojos de España se vuelven hacia los otros países europeos que poseen portaaviones: Reino Unido (dos), Italia (dos) y Francia (uno). Pero los dos primeros equipan sus naves con F-35B. Sólo Francia, autosuficiente, emplea los Rafale M (por Marine), que despegan y aterrizan de modo convencional. El Rafale sería, pues, la alternativa al F-35. Sin embargo, el portaaviones francés, el Charles de Gaulle (42.000 toneladas) es más grande que el Juan Carlos I (26.000); y su cubierta, más larga (261 metros por 231). Y dispone de catapultas, que proyectan en escasos segundos a los aviones a la alta velocidad que el despegue requiere. Necesitaríamos un portaaviones de dimensiones mayores, un proyecto en lejano embrión, una ficción de momento.

El Juan Carlos I, como el Príncipe de Asturias, sólo cuenta con un sky jump, una rampa a proa que proyecta hacia arriba al aparato y lo ayuda a elevarse aumentando su sustentación. No parece suficiente para el empleo de los Rafale, que, después de todo, no son aviones de despegue corto. Además, dentro de su valía y de la utilización en su diseño de materiales parcialmente enmascaradores de su firma radar, resultan menos capaces que los F-35, que añaden a sus insuperables prestaciones su furtividad, su invisibilidad a los sistemas de detección. Una característica fundamental en el moderno escenario del combate aéreo. Los F-35 son aviones de quinta generación. Los Rafale, de cuarta y media.

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