Publicado: julio 16, 2025, 10:07 pm
Sánchez ha ido a Mauritania a decir exactamente lo mismo que hace justo un año. En agosto de 2024 aseguró: «Debemos impulsar fórmulas que permitan gestionar de manera humana, segura y ordenada el fenómeno migratorio». Igual que ayer. Aunque no sabemos nada de los compromisos enunciados hace un año, entre ellos, formar a trabajadores en origen. Las fórmulas son conocidas y a Meloni le funcionan: guerra sin cuartel contra las mafias, que implica el endurecimiento de las penas por tráfico de personas; dificultar el trabajo de las ONG lucrativas; refuerzo del control de fronteras y desarrollo de proyectos en los países de origen. Además, Sánchez tiene un punto débil: la voluntad del rey de Marruecos, capaz de sufragar desplazamientos de subsaharianos a su frontera con España. Así que Sánchez, sostenido por partidos xenófobos, no está en condiciones de asumir ninguna política migratoria.
Mientras, el remozado Feijóo se ha expresado de nuevo con claridad. Alguien le ha debido de convencer que jugarse La Moncloa al rédito que le proporcionen los desafectos de Sánchez es asumir mucho riesgo. Por fin le habrán soplado que esos indecisos de hoy pueden retornar a Sánchez en un momento de máxima tensión y, como mucho, la mayoría optará por la abstención. El muro sigue en pie. Feijóo se ha dado cuenta de que debe atraer votos de Vox ante una campaña que Sánchez llevará al límite. Por eso dijo en el Congreso del PP: «Sólo hay dos opciones: o Sánchez o yo». Y sólo un tipo de gobierno que garantizase la continuidad de Feijóo: en solitario. De modo que se ha lanzado tajante y comedido: propone expulsar a los inmigrantes sin papeles que delincan. Aunque hasta algo aparentemente tan razonable tiene contraindicaciones. El delincuente puede ser menor, o tener hijos, lo que complica la deportación.
La nueva derecha que emergió en la década de los 90 del pasado siglo en Países Bajos, Bélgica y Austria se consideraba liberal porque entendía que el multiculturalismo y el predominio islámico suponía una amenaza para mujeres, homosexuales y los valores de la Ilustración. Ahora, la derecha radical, además de lamentar la desoccidentalización de Europa, vincula inmigración y delincuencia y atrae a grupúsculos ultras. La asociación es espuria, pero crea una atmósfera de inseguridad que consolida el hecho alternativo, consistente en creer que delinquen las etnias, no las personas. Torre Pacheco [poco más de 40.000 habitantes y tres mezquitas] ha sido un banco de pruebas para siete machos y extremistas en busca de camorra, pero el cogollo está en Cataluña. Ya lo expresaron nuestros xenófobos de vanguardia, «Espanya ens Roba» -y Sánchez lo asume con su pacto fiscal- y lo explota Orriols, que multiplica su popularidad con doble ración de xenofobia y nativismo: «contra moros y españoles».
