Publicado: mayo 3, 2025, 10:07 pm

El 29 de julio de 2021 publiqué aquí Gobierno en la sombra, sobre los perversos mecanismos de promoción interna que había establecido Sánchez, precisamente porque su plan incluía la forja de un partido paralelo basado en el instinto de depredación y desconfianza mutua entre cuadros y arribistas. Por alguna razón, su entonces esforzado meritorio y hoy actual jefe de Gabinete, Diego Rubio, se dio por aludido y colgó un tuit de aspecto cortés y sinuoso reproche. En honor a su trayectoria, en apenas cuatro líneas coló tres gazapos y falacias que la filósofa italiana D’Agostini incluiría en la categoría de «mentira sin mentira». Así que el día 31 publiqué Las evidencias engañan. Cité a la Oficina Nacional de Prospectiva. Su director me lo había puesto fácil.
De repente he recordado esto; supongo que porque Sánchez no va a abandonar la senda que emprendió de pugna con las eléctricas y exigirá renovadas y sudorosas pruebas de entrega y servidumbre. También porque nos inclinamos a pensar, con base en el mundo de ayer, que el empecinamiento le penalizará. La historiadora y periodista Barbara Tuchman expone en La marcha de la locura varios casos sonados, de Troya a Vietnam, en los que la cerrazón condujo al desastre y perdición de líderes, soberanos o sociedades.
El oficialismo amasa la narrativa: sostiene que nuestra economía crece gracias a las renovables. Según el oficialismo -que todavía ronda al ciberataque-, se avecina una disputa posicional: «Las empresas del sector […] velan armas. Los grandes grupos energéticos saben lo que viene y preparan el terreno. Sus nutridos departamentos de comunicación, bregados en la polémica, empiezan a concretar sus estrategias. Como explican fuentes cercanas al Gobierno, las empresas energéticas, cuya colaboración para esclarecer la caída es esencial, tienen diferentes intereses. Cada cual tiene su sesgo, relacionado con su cuenta de resultados» [extracto de una crónica periodística].
Sánchez recupera el reclamo «poderes oscuros» -cuando lo creó ya citó a las energéticas, entonces por el tributo impuesto-. Además, el Gobierno insiste en solicitarles más datos. Sánchez desliza que las empresas los escamotean u ocultan y lanza una insinuación a Feijóo: o está con las compañías o con la gente. Por último, Sánchez abrochará su narrativa con el argumento de que la transición verde exige aumentar la seguridad energética debido a los «efectos del cambio climático»; y la seguridad energética es, como mostró el apagón, dirá, seguridad nacional, o sea, Defensa. Total, que la mejora de la interconexión eléctrica con Europa ha de computar para el rearme. Sánchez proporcionará evidencias engañosas y confundirá, sobre todo porque la base del argumento es falaz -la disputa entre el bien común que él representa y la voracidad de las energéticas- y porque tratará de ocultar las razones del apagón.
El guionista de La voz más alta atribuye al creador de la Fox dos frases: «La audiencia no quiere estar informada sino sentirse informada» y «la gente escoge la verdad que quiere creer». Probablemente, ficciones Moncloa las haya esculpido en el frontispicio de Presidencia. Los más jóvenes y los votantes de Vox creen mayoritariamente que el apagón lo provocó un ciberataque. También es la opción escogida por la mayoría de electores socialistas, que, por otra parte, responsabilizan a las empresas energéticas. Los encuestados que piden dimisiones quieren la cabeza de Corredor, que pende de la necesidad de Sánchez para sostener su disputa. La obstinación de Sánchez no es descabellada. Tiene a los suyos lo suficientemente fanatizados como para sentirse informados evitando explicaciones complejas y verdades incómodas.