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Si no sabemos por qué ha pasado el apagón, puede volver a pasar mañana mismo

Publicado: abril 29, 2025, 8:07 pm

Actualizado Martes,
29
abril
2025

21:25

Si no sabemos por qué ha ocurrido, puede ocurrir de nuevo mañana mismo. Ésa es la cruel conclusión que arroja el shock sistémico del apagón. Somos víctimas propicias de una antigua maldición: lo de que lo que nos pasa es que no sabemos lo que nos pasa. Otra vez. Y lo peor de todo es que, casi 48 horas después, nadie sabe por qué se fue la luz y la cobertura. O nadie dice lo que realmente sabe, cosa que sería peor aún.

Las consecuencias de esta crisis no van a ser menores. Una potencia industrial como España no puede permitirse un «error desconocido del sistema» que ponga en jaque su «fiabilidad total» como país así, en términos generales y absolutos. Ríete tú de la prima de riesgo al lado de este spread eléctrico.

Hay lecciones para el futuro, pero sobre todo las hay para el pasado: esto nunca debió ocurrir. Nunca debió existir la sola posibilidad de una caída abrupta del suministro. Ni por causas energéticas, ni políticas, ni exógenas. Quienes extraen lecturas positivas o condescendientes a lomos de la teoría malmenorista -«podría haber sido peor»- y hacen check en la casilla de la manida resiliencia como si esto fuera un microensayo del Apocalipsis pecan siempre de doble rasero partidista. Y sobre hechos iguales hay que emitir opiniones idénticas. Lo demás es incoherencia.

La verdad es una. El golpe es «muy grave» para la credibilidad de España y es insoslayable. Así lo reconocen las fuentes de Moncloa consultadas por este diario. En el equipo de Pedro Sánchez admiten el desgaste que supone para la Administración un fallo tan estrepitoso del sistema, aunque esté operado por «privados», como repitió varias veces el presidente. «Esto ha demostrado que el Estado está más desarmado y en precario de lo que se piensa», asegura un destacado socialista. «A ver si salimos de la situación de excepcionalidad permanente», añade.

Lo mismo opinan en Moncloa, pero sin excesiva prisa. Quieren pisar sobre seguro. El plan de Sánchez para las próximas horas es potenciar al máximo el mensaje de recuperación de la «normalidad». La nueva-nueva normalidad. Pero lo cierto es que habría sido más fácil explicar que todo fue por culpa de un ciberataque externo. Eso lo digeriría como si nada una población tan acostumbrada a esta plaga de cisnes negros. ¿Pero un fallo del sistema eléctrico en pleno debate sobre el mix? Eso es difícil de remontar, porque a la debilidad se le suma como una losa enorme la incertidumbre.

Después, en «unos días» -hay un puente a la vista-, se aprobarán más medidas «de choque» para evitar que se repita un episodio así, explican las fuentes. Mientras, se pospone la asunción de responsabilidades, que es la desembocadura inevitable de todo este lío. Nadie pone la mano en el fuego por Beatriz Corredor, presidenta de Red Eléctrica, cuya dimisión se da por descontada.

En el Ministerio de Transición Ecológico que capitanea Sara Aagesen son conscientes de que el varapalo al modelo eléctrico español es enorme. Casi tan grande como el pasmo que produjo en el Ejecutivo un apagón que se daba por imposible. «Y tanto» que es un duro varapalo para la credibilidad gestora y para el «sistema público», en general, reconoce un ministro.

Dentro y fuera del ruedo político, el apagón trajo ecos de la pandemia. La vida desconectada, otra vez. ¿«Salimos más fuertes», como entonces? Por ahora no. «Que no se sepa la causa ya es grave: nadie puede decir que no volverá a pasar», asegura otro socialista. «Las causas del apagón nos faltan a todos», zanjan en Moncloa, conscientes de que su cautela traza el recorrido de un bumerán. Ganan tiempo, en todo caso. Claro que los españoles dieron una lección de civismo y templanza, y claro que podría haber sido peor, pero no es ése el balance que se debe hacer de este shock sistémico. La lección principal es otra y conviene repetirla: podría ocurrir de nuevo.

«Esto no puede volver a pasar», entonó el presidente en su intervención de ayer. En privado, miembros de su Gobierno son más autocríticos: no debería haber pasado «nunca». La mancha en el expediente gestor es imborrable. Por eso la rectificación debe ser rápida, sin excusas.

Otra lección que se extrae del apagón es que la emergencia nacional la tiene que determinar el Gobierno nacional. No hace falta que las CCAA lo pidan. Y, sobre todo, debe traducirse en algo concreto. ¿Dónde están las decisiones de Marlaska sobre la educación, la sanidad o los servicios de esas comunidades?

Hay una última lección fundamental tras el apagón: conviene no reírse nunca más de los agoreros.

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