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La Aberri del Alderdi

Publicado: abril 21, 2025, 8:07 am

Actualizado Lunes,
21
abril
2025

00:29

Fue tal día como ayer, un domingo de Pascua, cuando Sabino vio la luz y se dio cuenta de que él no era español. Esto no lo descubrió por sí mismo, claro, la mente de los genios no es capaz de abarcar todo lo que es capaz de descubrir. Su perversión se produjo el domingo de resurrección de 1882 según confesó el interesado en el discurso de Larrazabal, en junio de 1893, durante una cena de homenaje que le hicieron: «Pero el año ochenta y dos (¡bendito el día en que conocí a mi Patria, y eterna gratitud a quien me sacó de las tinieblas extranjeristas!), una mañana en que nos paseábamos en nuestro jardín, mi hermano Luis y yo, entablamos una discusión política. Mi hermano era ya bizkaino nacionalista; yo defendía mi carlismo per accidens». Y se conoce que hablando, hablando, congeniaron.

A lo largo de mi experiencia columnista he dedicado en estas fechas mi columna al Aberri Eguna, desde el primero de mi vida, en 1978. Hasta entonces, durante el franquismo, no se celebraba, salvo en familia. Pero el primer Aberri Eguna legal congregó en Bilbao a una multitud, 100.000 personas, y fue unitario. Allí se dieron cita todos los nacionalistas, el PNV y Herri Batasuna, ya existente, y los partidos de la izquierda, con los socialistas y los comunistas en un esfuerzo digno de mejor causa. Y allí descubrimos todos una de las características esenciales del nacionalismo que es la capacidad de huir de los consensos. Debió de parecerles un fracaso aquella manifestación unitaria, razón por la que convocaron otro festejo, el Alderdi Eguna (Día del Partido) el último domingo de septiembre para poder estar al fin solos. Ya lo explicaba el viejo aurresku: «Sin maketos, chulapos despreciables,/ ni pianos de manubrio,/ ni nada de inmoral./ Sin codearse con odiosos criminales/ que siempre van provistos del mísero puñal./ Allí bailaba el euskaldun de raza viril,/ mostrando bien su agilidad/ al son del txistu y del tamboril». El propio Sabino advertía de los peligros del mestizaje: «Si habéis mezclado vuestra sangre con la española o maketa, os habéis hermanado y confundido con la raza más vil y despreciable de Europa». Quién le iba decir a este tarado que andando el tiempo, tres figuras tan señeras del PNV como el lehendakari, el presidente del EBB y su portavoz en el Congreso iban a ser fruto en 2025 de ese cruce con la sangre impura (Pradales, Esteban y Vaquero). En fin, el pobre Sabino habría podido comprobar para su disgusto que la raza degenera.

Después de aquel 78 nunca más volvieron a ser unitarios los Aberris. En el 79, el PNV convocó en Bilbao y Herri Batasuna en Pamplona. Este año los nacionalistas incruentos y los radicales han vuelto a celebrar en las mismas plazas, aunque es obligatorio decir que los jeltzale de ninguna manera llegaron a los 300 asistentes en Bilbao. No pudieron compararse a los 15.000 que agruparon los de EH Bildu en Pamplona.

A mí siempre me han llamado la atención los eslóganes bajo los que ha amparado el PNV su celebración y este año no iba a ser una excepción, por lo que tiene de revelador: «Euskadi gara, Mundialak gara!» cantaban las pancartas y es una proclamación de una característica que es consustancial al nacionalismo en general y al PNV en particular, que es la sinécdoque esa tendencia inevitable a tomar la parte por el todo. Efectivamente, al decir: ‘¡Somos Euskadi, somos mundiales!’ cometen una elipsis de pertenencia al saltarse el paso intermedio que permite integrar a Euskadi en el universo mundo. ¿Cómo se puede afirmar lo que somos y nuestra pertenencia al mundo negando a España? El eslogan proclama una gradación improbable. Son cosas que no pueden ser y que, como diría el Guerra, también son imposibles.

El eslogan del año pasado también fue muy notable: ‘Indar Berria’ anunciaban en su eslogan, ignorantes de que el sintagma, traducido al español quiere decir Fuerza Nueva. A esto es a lo que llaman memoria histórica. Pero fue mejor lo de 2003, cuyo manifiesto empezaba así: «Cuenta la Biblia que los israelitas, dirigidos por Josué en su largo camino hacia la libertad, reconstruían la ciudad de Jericó con una mano en el pico y la otra en la espada». Confundir el muro de Jerusalén con las murallas de Jericó era mucho confundir especialmente cuando el presidente era un jesuita. El nuevo presidente del EBB, más coherente, terminó su perorata en la Plaza Nueva con las mismas palabras que su último discurso en el Congreso: «Gora Euskadi Askatuta!». En los dos sitios le aplaudieron.

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