Publicado: abril 15, 2025, 1:07 am
Wilberto Martínez Jiménez, de 29 años, aterrizó en el aeropuerto de Santiago de Compostela el 7 de noviembre de 2022. Nacido en Paraguay, dejaba un trabajo estable en su país como mecánico de maquinaria pesada para encontrarse en Galicia con su hermana y perseguir «un futuro mejor». Dos años y medio después, todavía no ha logrado esa situación ideal, pero sí ha conseguido el permiso de residencia legal en España.
«Yo vine como estudiante, pero mi autorización caducó y me quedé sin papeles. Conocí a Manuel Iglesias, que tiene una panadería, y le expliqué mi situación. Nos hicimos amigos. Me dijo que le hacían falta empleados y me puse a ello. Ya me sé defender con las baguetes, las boyas, los brazos, los bolos y las empanadas. Me he formado aquí, donde he hecho las prácticas y gracias a Manuel he regularizado mi situación», cuenta en la panadería O Forno de Manolo, en la localidad coruñesa de Trazo, donde se retrata junto a su benefactor.
Cuando llegó al horno de Manuel, no sabía ni lo que era una masa. «Me costó bastante, pero lo logré. Nunca en mi vida hubiera soñado con hacer pan y aquí estoy. Por eso nunca hay que decir: ‘Yo no puedo’. Hay que superarse día a día y no estar pensando en lo negativo», recalca.
Wilberto es uno de los 280 beneficiarios de un programa pionero en España que, aprovechando la figura del arraigo por formación, vigente desde 2022 en la legislación estatal, proporciona el permiso de residencia a inmigrantes en situación irregular que se formen en sectores con demanda laboral, además de darles un sueldo de 1.250 euros mientras dura la acción formativa y una ayuda de 400 euros para obtener el carnet de conducir. El proyecto lo realiza la Xunta de Galicia en colaboración con entidades como Cáritas o la Federación de Escuelas Familiares Agrarias (EFA) y, en tiempos donde la acogida de menores extranjeros no acompañados se utiliza como arma política, supone una nueva vía de integración que todos celebran, un inédito consenso entre el Gobierno -el artífice de la ley- y la administración regional.
Con su tarjeta de residencia y su carnet de conducir.
«En Galicia hacen falta más trabajadores en el sector primario. Muchas panaderías están teniendo que cerrar porque no hay relevo generacional y también se quedan vacíos puestos en la ganadería», explica Belén Rodríguez Lagos, secretaria general de la Federación de Escuelas Familiares Agrarias de Galicia, que forma a 850 alumnos que, una vez reciben el permiso de residencia, tienen un plazo de un año para conseguir un contrato de trabajo, «su clave del éxito y de la integración». Fuentes del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones explican que el arraigo por formación es una fórmula en alza, que ha pasado de los 2.460 beneficiarios que se registraban a finales de 2022 en toda España a 57.931 en diciembre de 2024, el 18,5% de todas las personas con autorización de residencia por arraigo en vigor (también hay arraigo familiar, social y laboral).
El próximo 20 de mayo entrará en vigor la reforma del Reglamento de la Ley de Extranjería, que va a suponer modificaciones para esta figura: pasará a llamarse «arraigo socioformativo»; se reducirá el tiempo exigido de permanencia en España de los tres años actuales a dos, y habilitará a trabajar tanto por cuenta ajena como propia desde el primer momento. Ahora los migrantes no pueden emplearse en otra ocupación durante su formación, y por eso la Xunta les da un sueldo de 1.250 euros que no tienen otras CCAA.
Pero el Gobierno ha introducido otro cambio que no gusta a los formadores ni a las entidades sociales ni a los inmigrantes: a partir de mayo ya no se facilitará el arraigo a través de microformaciones como la que ha realizado Wilberto, sino que se exigirá una FP, estudios universitarios o un certificado profesional, formaciones de mayor duración que las 170 horas permitidas ahora. En el Ministerio aseguran que el permiso de residencia podrá obtenerse con el arraigo social mediante un informe de integración realizado por la comunidad autónoma, pero este camino no convence a nadie.
«El arraigo por formación es una manera de regularizar muy sencilla que está teniendo mucho éxito. Pedir una FP no es buena idea porque dura dos años y los migrantes no puede dedicarle todo ese tiempo al estudio. Además, van a exigir clases teóricas, algo que también es un obstáculo», explica la abogada Raquel Fernández, coordinadora de las Escuelas Familiares Agrarias de Galicia.
Wilberto Martínez.
Pone como ejemplo a Wilberto, que en noviembre de 2024 «hizo una formación práctica en la panadería de ocho horas diarias» hasta un total de 140 horas. Él tenía un tutor en la empresa y Raquel le hacía el seguimiento formativo. La Xunta le proporcionó 1.250 euros para que se dedicara a ello en su integridad. Un mes después de obtener su diploma, justo la víspera de su cumpleaños, Wilberto logró el permiso de residencia.
Ahora acaba de recibir la resolución positiva para el permiso de trabajo y eso le ha permitido emplearse de forma legal en el horno de Manuel. Con ambas autorizaciones, residencia y trabajo, tiene un margen de dos años para vivir tranquilo en España que puede ir ampliando.
No descansa un segundo. De noche trabaja de panadero, por la mañana duerme y durante la tarde está haciendo una FP de auxiliar administrativo. En su mente todo son planes. El 26 de junio tiene cita para el examen de Conocimientos Constitucionales y Socioculturales de España para lograr la nacionalidad española.
Él tiene madera de panadero y sabe que no le va a faltar el salario. «Nadie quiere la panadería porque es muy sacrificado. Trabajamos de una de la madrugada a ocho de la mañana y a muchos la noche no les gusta y buscan otra cosa», señala. Además, en su caso tiene la dificultad añadida de que está en el medio rural y la despoblación hace mella en Galicia.
Dejó Tobatí, su pueblo natal en Paraguay, con la mentalidad de «empezar otra vez de cero», pero nada le preparó para un proceso «tan duro». «Imagínese tener un título en su país y emigrar a otro y no ser nada. Pero poquito a poco fui superándome».
«Hay que aprovechar la oportunidad»
Es inquieto y, desde que puso un pie en Galicia, sabe que «hay que adaptarse a cualquier cosa». «Hay que aprovechar la oportunidad que se te da», destaca. Lo hizo a través de la formación: emergencia sanitaria, construcción, lavandería, carretillero, limpieza, informática y competencias digitales… Hasta que se cruzó la panadería en su camino. Todo un descubrimiento. «Es agotador, pero me gusta mucho», reconoce. Tras su mirada asoma esperanza y de su boca sale una sonrisa cuando habla de esta experiencia que le ha dado los papeles.
Su empleador, Manuel Iglesias, constata sus ganas de trabajar. Ya tenía experiencia en este programa de arraigo de la Xunta, porque antes ya formó y contrató a un chico de origen venezolano. Cuando conoció a Wilberto, supo que también él merecía esta oportunidad. Y la aprovechó. A Manuel le viene de familia. Antes trabajaba de carpintero, pero, cuando llegó el momento de la jubilación de sus padres, decidió dejarlo y ponerse al frente del negocio familiar.
Pocas personas de su edad -tiene 37 años- están dispuestas a tener una panadería. «Esto se acaba, no es un negocio con futuro, está muy complicado», lamenta. Está convencido de que el sector quedará «en manos de cuatro empresas grandes» porque, aunque han asumido un proceso de modernización y el trabajo ya no es tan duro como hace décadas, no encuentran personal que quiera dedicarse a ello. Por eso valora tanto perfiles como el de Wilberto. Uno es tan valioso como el otro.
El arraigo por formación crece un 111%
Según los datos del Gobierno, las personas con permiso de residencia en vigor por arraigo por formación han crecido un 111%, de 27.349 que había en diciembre de 2023 a 57.931 en diciembre de 2024. El 100% de los migrantes que participaron en la primera edición del programa de la Xunta consiguió la residencia a través de microformaciones. Y el 70% logró un trabajo indefinido. El empleo se centró en ganadería, agroalimentación, turismo, hostelería, sociosanitario, limpieza y estética.