Publicado: abril 5, 2025, 6:07 am
Faes, la fundación presidida por el ex presidente del Gobierno, José María Aznar, el político español que mantuvo durante su mandato relaciones más estrechas con Washington, bajo la presidencia del republicano George W. Bush, critica con toda dureza la decisión de Donald Trump de «amurallar» a su país «detrás de una alambrada arancelaria» y «embarcar al mundo en una guerra comercial sin precedentes».
En un análisis hecho público ayer, Faes arremete además contra los «muy patriotas y muy despistados» que «aplauden con ganas un tarifazo brutalmente lesivo para los intereses de los españoles», en tácita alusión a la posición condescendiente con el trumpismo y su guerra arancelaria adoptada por Vox. «Se entiende mal», prosigue el texto, «lo de un españolismo contrario a los intereses de los españoles; se entiende mejor al recordar aquello de María Zambrano: Todo extremismo destruye lo que afirma».
Bajo el título «El día de la confiscación», el think-tank critica la «arbitrariedad» de los «presuntos agravios» que enarbola Trump para justificar su andanada de represalias y calcular las tarifas de castigo a repartir. Y llama la atención ante el hecho de que en ese reparto haya para «casi todos» porque del mismo se salvan Rusia, Corea del Norte y Cuba.
Faes afirma que los aranceles del presidente de EEUU, en cuanto desencadenen sus efectos, provocarán «una serie de distorsiones en cadena» que alterará muy negativamente el comercio internacional y «los perjuicios serán tan globales como extenso el daño infligido».
Los damnificados, explica, serán muchos pero la economía estadounidense será la primera afectada por unos aranceles arbitrarios que tienden a elevar los precios, no sólo del producto importado sino también del producto nacional similar, de manera que el «sacrificado» es siempre el consumidor.
La política arancelaria, apunta la fundación, «es un campo propicio al regateo, a las luchas de influencia y a los compromisos en los que nada representa el interés general y donde el consumidor sólo figura como objeto de explotación» y, además, al reducir los mercados y trabar las corrientes comerciales supone «un auténtico peligro económico».
En este caso, no se da ninguna de las razones que en un momento pueden justificar limitar el libre cambio como, por ejemplo, salvaguardar sectores estratégicos ante un peligro inminente de guerra o responder a una quiebra del sistema monetario.
«La mentalidad aislacionista», alerta Faes, «separa unas naciones de otras; las lanza unas contra otras; muestra a los hombres lo que les separa en lugar de aquello que les podría unir» y concluye: «Si los dirigentes políticos que han olvidado la prudencia no encontrasen la resistencia firme y razonada de quienes sí la recuerdan, se verían amenazadas de ruina las bases mismas de la civilización: la miseria moral sería aún mayor que la miseria material».