Ni Presupuestos ni Conferencia

A finales de los años 80 tuve ocasión de comer con el presidente de Convergència, Ramón Trías Fragas, que falleció al año siguiente, aunque estoy seguro de que aquel almuerzo no tuvo nada que ver. Trías era un tipo elegante, de buenas maneras. El mero hecho de considerar que la presidencia de aquel partido, hoy llamado Junts, la ostente el prófugo Puigdemont, es una prueba evidente de la degeneración que ha sufrido en estos años el nacionalismo catalán. Un servidor acompañaba al entonces vicelehendakari vasco, Ramón Jáuregui, un socialista decente, rara avis, que estuvo toda la comida tratando de explicar a su interlocutor la cuestión vasca, el terrorismo y la necesidad de articular esfuerzos contra ETA y asuntos similares. Vano esfuerzo. Lo único que le interesaba a aquel buen hombre era la cuestión del concierto y la posibilidad de que un sistema así pudiera aplicarse en Cataluña. Los nacionalistas de uno y otro signo no han renunciado a ese oscuro objeto de deseo ni a la conquista simbólica de una mediación internacional entre Cataluña y España, los cascos azules de la ONU aunque en última instancia se conforman con el mediador salvadoreño.

En su negociación permanente con una de las dos facciones principales del golpismo catalán, en la que ha cedido todo lo imaginable y más, Sánchez ha cometido dos errores estratégicos. El primero es que cada entrega a Junts es un estímulo que les abre el apetito para la siguiente. El segundo es que también acrecienta la voracidad de ERC, cuya competencia con Junts es más encarnizada que la que mantiene con el PSOE. Y ERC tenía que contraatacar después de que Sánchez cediera a su adversario el control de las fronteras y los 17.000 millones en concepto de financiación singular. Por eso, el desistimiento del Gobierno a presentar los Presupuestos de 2025 ante la imposibilidad de aprobarlos, en abierta violación del artículo 134.3 de la Constitución, ha ido seguido por la amenaza de Esquerra de que tampoco va a tener cuentas públicas para 2026 si antes de dos meses no ha acordado un Concierto Económico. Y según cuenta Víctor Mondelo justifican su premura: si no hay acuerdo para junio, el 1 de enero del 26 la Agencia Tributaria de Cataluña no será capaz de recaudar todo el IRPF de la comunidad. Y sacan pecho porque ya les tumbaron los Presupuestos de 2019 y de 2025 y ahora vamos a por los del 26, cuentan.

Otra noticia del día es el plantón que siete Comunidades gobernadas por el PP han dado al ministro Bolaños en la Conferencia Sectorial de Justicia que se celebraba ayer en Barcelona: Madrid, Andalucía, Galicia, Aragón, Valencia, La Rioja y Cantabria. El motivo es el de siempre, que el sentido del diálogo y la negociación que tiene el Gobierno socialista con el PP se circunscribe a los límites del contrato de adhesión, justo al contrario de sus negociaciones con sus socios catalanes, vascos y populistas, que son los socialistas los que se adhieren. Bolaños se lo ha tomado a mal y ha acusado al PP de «gamberrismo institucional». Él, víctima propiciatoria de los varapalos dialécticos que le propina Cayetana miércoles a miércoles es, como ella dice «el bulo mayor de nuestro tiempo: que es ministro de Justicia». Él sí que es gamberro.