Publicado: marzo 21, 2025, 1:08 am

Todo lo que es valioso para los adultos es inmediatamente percibido como valioso por el niño. Ahora observemos qué relación mantenemos los adultos con nuestros teléfonos móviles. No es inusual ver a un padre o una madre dándole una mano a un hijo y sosteniendo el móvil con la otra. El móvil no es un problema infantil. Es un problema familiar.
La relación pedagógica fundamental e insustituible es la relación cara a cara, pero siempre ha necesitado complementos: la tableta de arcilla o de cera, la pizarra, el libro de texto… Durante un tiempo se nos dijo que las TIC eran este complemento. Como todo el conocimiento -se nos aseguraba- está en internet, el papel de la escuela era enseñar a servirse del mismo. Hoy sabemos que en internet está todo… excepto el criterio para discriminar el grano de la paja. Como decía Ortega, las tecnologías son prótesis antropológicas que amplifican lo que ya somos. Y lo que somos es con frecuencia de una desoladora vulgaridad.
Hoy las TIC han perdido su aura de teología de la salvación. Estamos en la contrarreforma. En el 2023, 60 sistemas educativos prohibieron el uso de smartphones en las escuelas. En el 2024, fueron 79. La cifra sigue creciendo.
En el último estudio PISA se observaba que los adolescentes cuyos resultados escolares se resentían más por el uso de las pantallas eran los que se llevan el móvil a su dormitorio. Es fácil concluir que muchos padres han renunciado a una de sus labores fundamentales, la de dar la tabarra.
Lo que me llama la atención es que estemos eludiendo la pregunta fundamental: ¿A qué necesidad han venido a dar respuesta los móviles? Mi respuesta es: a un excesivo tiempo de ocio negligente. Este ocio estaba aquí cuando llegaron los móviles. No me canso de repetir que el síntoma más preocupante de los niños actuales no es el smartphone, sino sus rodillas impolutas, como bolas de billar. Eso significa que se han quedado sin oportunidades de vivir sus aventuras (y, por supuesto, sus travesuras) en espacios abiertos. ¿Saben que el lugar más peligroso para los huesos de un niño ya no es el árbol al que se subían sus padres para robar cerezas, sino el coche familiar? Las políticas sobre los smartphones, por necesarias que sean, son solo una pieza de un rompecabezas multifactorial.
Se dice que el uso de los smartphones está reduciendo la capacidad atencional y la memoria de trabajo de los alumnos, pero esta doble reducción comenzó a notarse antes de que llegaran. Se da por cierto que los móviles son una de las causas de la evidente crisis de salud mental entre los escolares, pero la relación parece ir de la salud mental al móvil, no al revés: son los que padecen tasas más altas de depresión los más asiduos a las redes sociales. Estamos discutiendo acaloradamente sin que, a mi parecer, dispongamos de estudios suficientemente extensos (en el tiempo y en las muestras). Sea lo que sea lo que usted quiera demostrar sobre el uso de los smartphones, ahí un estudio que le dará la razón.
Estonia es el país más digitalizado de la OCDE y con mejores resultados en PISA. No parece mayoritariamente decidido a la prohibición. Se muestra más partidario de la regulación de acuerdo con la autonomía de cada centro. Algunos usan los dispositivos móviles desde primer grado. «Si queremos una sociedad digitalmente competente, no podemos hablar de prohibiciones generalizadas», me dijo recientemente un pedagogo estonio. Pero añadió que tan importante como fomentar las competencias digitales, es enseñar a comportarse responsablemente en el ámbito digital. En Estonia, la mayoría de los niños reciben su primer teléfono a los siete años.
* Gregorio Luri es filósofo, pedagogo y ensayista. Su último libro es Prohibido repetir (ed. Rosamerón).