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El futuro de Sánchez ya depende más de Podemos que de Junts: «Si no se une con Sumar, adiós a La Moncloa»

Publicado: febrero 19, 2025, 3:07 am

Hace tres semanas, la «descongelación» de las negociaciones del PSOE y Junts instaló definitivamente en el ruedo político la idea de que la legislatura va a durar. Por si a alguien le quedaba alguna duda. «Va para largo». En privado, todos los grandes partidos coinciden en este diagnóstico. Como también coinciden en que con Pedro Sánchez nunca se sabe. Puede sorprendernos en cualquier momento. Pero lo cierto es que hoy por hoy no tiene incentivos para pulsar el botón nuclear, igual que tampoco los tiene Carles Puigdemont para romper la baraja después de tanto amago. La alternativa es peor para los dos, no digamos ya para Yolanda Díaz, a la que las encuestas le dibujan el recuadro de una esquela.

En un 2025 que va a ser -en principio- el primer año sin ningún proceso electoral desde 2013, a la izquierda de Sumar y Podemos le toca pasar por boxes. Aunque se hable más de la pugna entre Feijóo y Abascal, aunque se analice más la caída demoscópica del PSOE, o aunque los ajustes de cuenta del salario mínimo les pongan sordina a los corrimientos de tierra que anticipan las encuestas, lo cierto es que el principal asunto de análisis en los cuarteles generales de los cinco grandes partidos es la división del espacio a la izquierda del PSOE.

El divorcio de Sumar y Podemos es mortal de necesidad para la mayoría parlamentaria que sujeta a Sánchez. Sin rodeos que valgan. Si la formación de Ione Belarra no vuelve al redil de la «unidad» en las próximas elecciones, sean cuando sean, y si Sumar no logra ahormar de nuevo su coalición de intereses, c’est fini. La Ley D’Hondt haría imposible la suma. Jaque mate. O, mejor, ajedrez suicida.

La «correlación de debilidades» (Vázquez Montalbán) del espacio a la izquierda del PSOE condiciona todas las dinámicas de largo recorrido de los grandes partidos. El sistema electoral español premia de manera evidentísima al tercer clasificado en las provincias medianas y grandes, de manera que Vox está rentabilizando mucho mejor sus porcentajes demoscópicos gracias a Podemos y Sumar. Paradójicamente.

Según la última encuesta de Sigma Dos publicada por este diario, Vox lograría ahora 42 escaños, nueve más que en 2023, pese a que sólo subiría 0,7 puntos. Por el contrario, la suma de Podemos y Sumar se deja apenas 1,2 puntos… pero perdería nada menos que 19 escaños con respecto a las generales.

Esta última es la cifra más importante. La conclusión que comparten sotto voce algunos ministros es que «todo dependerá de Podemos». ¿Todo? «Todo». ¿Priorizará Irene Montero su vendetta a la sostenibilidad de la mayoría progresista? ¿Prefiere Pablo Iglesias que su empresa familiar tenga éxito e influencia contra la ultraderecha, o que gobiernen los suyos a costa de seguir opacado? Llegados al punto de no retorno, ¿pesarán más las fobias recíprocas que la fuerza gravitacional del dinero (cada escaño aporta un plus de financiación)?

Para empezar, Podemos ha sacado de su congreso toda discusión sobre la unidad con Sumar, un partido al que llama «satélite del mal menor» del PSOE. Para Belarra y Montero, el malmenorismo de Díaz espolea a la extrema derecha, porque «le da combustible para que avance más rápido». Mal sortilegio de unidad es ése.

La Ley D’Hondt es tan cruel con la atomización izquierdista como fértil para quienes concentran el voto. El PP, creciendo sólo seis décimas desde el 23-J, tendría 11 escaños más. Y el PSOE, cayendo nada menos que 4,1 puntos, sólo perdería tres diputados. Aguantaría en pie y «competitivo» a pesar de los pesares.

Los datos son elocuentes hasta el extremo. Sólo la unidad de la izquierda le garantiza un futuro al actual Gobierno. No hay «relato», «marco» ni «foco» (la santísima trinidad del mal tertuliano) que tengan ni por asomo la importancia que tiene la fragmentación del espacio heredero del 15-M.

Bajo el zumbido de la actualidad se libra ahora esta batalla de largo recorrido. Sobre este dilema están pensando los spin doctors. Sobre si merece la pena crecer gracias a los mismos antagonismos irredentos que podrían impedir la suma de tu propio «bloque». Casi nadie habla en público de Podemos, pero todos (todos) hablan en privado de Podemos. Igual que todo depende ahora de que Junts rompa o no la baraja, todo (todo) dependerá en el futuro de lo que decida Podemos. Ése es su enorme poder.

En todo caso, fuentes de Sumar lo tienen claro: «Al final, habrá acuerdo. Tiene que haberlo, porque sería absurdo sumar 18 escaños con un porcentaje [de votos] que podría darnos 30». En Podemos quieren crecer antes de decidir. O sea, quieren dejar tan clara la primacía de su espacio que se puedan permitir que un hipotético pacto con Sumar pase por no ceder las siglas, o por cobrarse la cabeza de Díaz. Como poco. Sin negociar, están negociando muy bien, porque son los únicos a los que no les tiemblan las piernas.

Y Vox sestea mientras le siguen llegando votos por ósmosis internacional. Roto por dentro y en franca crisis de identidad, el partido de Abascal sube porque coge la ola de la ultraderecha autoritaria. Pero sólo tímidamente. Feijóo, entre seducir a la derecha como Aznar o el tancredismo utilitarista de Rajoy ha elegido lo segundo, pero sólo hasta cierto punto. Por lo menos, se defenderá de los ataques. Éste es el diagnóstico categórico que hacen en Génova: «No vamos a permitir que Vox decida nuestro posicionamiento. Vox debería modular su ambición: no va a dirigir al PP en Europa. El PP es un partido de Gobierno y Vox ya verá si nos apoya o no. Cada uno se va posicionando día a día. No aceptamos chantajes, ni entramos a valorar esos chantajes. Nosotros vamos hacia el Gobierno y ellos van a los titulares de teletipos». Vox sube, pero en Génova cuentan con encuestas propias que dictan sentencia: la división de la izquierda «apuntala las opciones de Feijóo» y sitúa a la derecha «en máximos».

En el PSOE señalan a Vox como gran catalizador de las dinámicas de voto útil a largo plazo, pero reconocen que «si Sumar y Podemos no se unen a tiempo, adiós a La Moncloa en 2027». Mientras eso ocurre -«esperemos que sí», exhortan-, Sánchez sigue espoleando la lógica de la resistencia común frente a la ultraderecha. Si el rechazo a Abascal le funcionó en 2023, ¿por qué no habría de invocarlo una vez más? El «muro» es en realidad la bisectriz del miedo.

PP, PSOE, Vox, Sumar y Podemos. Todos (todos) saben que en realidad dependen del reparto de escaños que pongan en liza Yolanda Díaz y Ione Belarra. Ni la corrupción, ni la inmigración, ni la vivienda, ni el SMI, ni siquiera Ucrania: todo pivota sobre ese escenario de fragmentación. Sumar, efectivamente, sigue siendo el verbo clave.

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