La crisis abierta por la dimisión de Juan Lobato al frente del PSOE de Madrid tras la polémica de los whatsapps suma un nuevo revés a la siempre convulsa federación del partido de la que son afiliados el propio Pedro Sánchez, tres ministros del Gobierno –Óscar López, Félix Bolaños y José Manuel Albares– y la vicepresidenta primera de la Comisión Europea, Teresa Ribera. Las tensiones orgánicas internas han ido parejas a una serie de reveses electorales encadenados que han llevado a que el Gobierno de la Puerta del Sol se les resista desde la salida de Joaquín Leguina en 1995.
A los socialistas les costó años recuperarse del trauma del Tamayazo, uno de los casos más célebres de transfuguismo político de la democracia. Rafael Simancas estuvo a punto de lograr en 2003 la Presidencia autonómica, a pesar de haber quedado en segunda posición, después de alcanzar un pacto con IU que se frustró en el último momento por la ausencia de dos de sus diputados el día que se votó la composición de la Mesa de la Asamblea de Vallecas. Tras la repetición de los comicios aquel mismo año, la popular Esperanza Aguirre se impuso con una rotunda mayoría absoluta.
Simancas, que ahora es secretario de Estado de Relaciones con las Cortes y nexo entre Moncloa y el Congreso, fue sustituido por Tomás Gómez como líder del PSM. Quien fuera el alcalde más votado de España nunca estuvo alineado con la cúpula nacional, que trató de apartarlo presentando en las primarias de 2010 a la entonces ministra de Sanidad, Trinidad Jiménez, quien a pesar de contar con el respaldo del aparato federal y del presidente, José Luis Rodríguez Zapatero, perdió aquel pulso.
Sería Sánchez tras su primera llegada a Ferraz, en esa ocasión aupado por un grupo de barones, entre ellos Gómez, cuando en 2015 dio un golpe de mano y decidió expulsarlo a la fuerza de la dirección madrileña, cambiándole incluso la cerradura del despacho. La posibilidad de que pudiera verse implicado en la investigación judicial abierta sobre el tranvía de Parla que él adjudicó y gestionó como regidor -que acabó quedando en nada-, unido a las encuestas que vaticinaban un nuevo desastre electoral tras obtener en 2011 el peor resultado del partido en la región, llevaron a una traumática salida que no se quería repetir ahora con Lobato.
La apuesta para los comicios autonómicos entonces fue el ex ministro Ángel Gabilondo, un catedrático de reconocido prestigio y sin carné del partido que en su primera intentona logró recortar distancia con el PP y ya 2019 situar a la formación que representaba como primera fuerza política. Sin embargo, el pacto de los grupos de centro-derecha del hemiciclo que cuajó en el primer Gobierno de coalición de la región lo dejó sin acceso a la Presidencia.
Pérdida del liderazgo de la oposición
El hoy Defensor del Pueblo se volvió a presentar una tercera vez, en 2021, en la que la popularIsabel Díaz Ayuso, crecida por su gestión de la pandemia, se impuso con rotundidad, mientras el PSOE quedaba relegado por primera vez como líder de la oposición en la Asamblea de Vallecas, un puesto que pasó a ocupar Más Madrid. Su dimisión tras la debacle puso fin también a la bicefalia que se había mantenido hasta entonces con un candidato independiente y una dirección política encabezada primero por Sara Hernández (2015-2017) y después por José Manuel Franco (2017-2021) en la que, según las fuentes consultadas, al menos se logró ensamblar a las distintas familias madrileñas.
Fue en aquel proceso de renovación cuando entró en escena Lobato, que había perdido las primarias frente a Franco cuatro años antes, pero que en esa ocasión se impuso frente a Javier Ayala, alcalde de Fuenlabrada. Aunque no hubo interferencias públicas por parte de Ferraz, el ganador de aquellos comicios fue considerado como el candidato del aparato, del que empezó a marcar ciertas distancias públicamente en asuntos controvertidos como la amnistía a los encausados por el 1-O.
El secretario general de los socialistas madrileños tampoco logró cumplir el objetivo marcado por la dirección nacional para las elecciones de 2023 ante la evidencia de la fortaleza de Ayuso, que era recuperar el liderazgo de la oposición. El equipo de Sánchez esperaba para él una salida pacífica: negociar que diera un paso atrás para franquear el acceso a su relevo por Óscar López. Al final, se ha ido sumando una nueva convulsión a un PSM que creía haberlo visto ya todo.