Publicado: diciembre 18, 2025, 5:07 am

Yolanda Díaz se ha metido en un lío al exigir a Pedro Sánchez una remodelación «radical» del Gobierno. El ultimátum para cambiar a los ministros, que le ha llevado a medir sus fuerzas, ha dejado en evidencia la debilidad política que atraviesa la vicepresidenta segunda a la hora de influir en el rumbo del Ejecutivo. Pues el presidente no sólo ha ninguneado su petición, sino que los acontecimientos que han seguido ese portazo han exhibido a un PSOE que actúa con displicencia con las demandas de Sumar, incluso que ironiza con ellas. Mientras tanto, dentro del socio minoritario la posición respecto a ese órdago se resquebraja. Y es que, algunos de los socios de Díaz están marcando distancias con esa exigencia de la remodelación al señalar que ésta no fue consensuada y que tampoco fue consultada al conjunto de los ministros de Sumar.
El desdén y las críticas con las que el PSOE está respondiendo la exigencia de Díaz y la ausencia de una defensa a ultranza por parte de los partidos que componen Sumar han dejado expuesta a la vicepresidenta segunda que, además, tiene que lidiar con la contradicción de plantear que «así no se puede seguir» gobernando y, al mismo tiempo, asumir que, aunque Sánchez no tome decisiones de calado, seguirá gobernando igual. Dado que Sumar no va a romper con el PSOE ni piensa en entregar sus cinco sillones en el Consejo de Ministros.
Por tanto, por muy enfadado que esté Sumar por la crisis de corrupción y de acoso sexual que sacude al PSOE o por mucho que se desatiendan sus peticiones a Sánchez, como la de un giro programático y de propuestas en materia de vivienda o de agenda social, nada hace atisbar que habrá consecuencias más allá de alguna declaración altisonante.
El PSOE es quien más está contribuyendo a este desgaste de Díaz. Se está vengando de su ultimátum con acidez. Que si «se ha equivocado», que si en Sumar «están en caída libre» o que si lo que pretende es hacer «un sacrificio en el altar» de ministros socialistas que nada tienen que ver con los casos de corrupción o acoso. La cuestión es que el PSOE ha minusvalorado hasta la «reunión urgente» que planteó Sumar para tratar con su socio la actual crisis. Ni siquiera ésta va salir en los términos en los que se reclamó. Lo que se presentaba como una cita para reorientar el rumbo de la legislatura quedará reducida a una cita de bajo perfil político, porque en las delegaciones de los dos sectores no habrá líderes, ni ministros.
Sólo cargos orgánicos de los partidos políticos. La del PSOE estará encabezada por Rebeca Torró, secretaria de Organización. Y de ahí para abajo. La dirigente socialista no tiene cargo alguno en el Gobierno y, en esta crisis que hay, ha sido señalada por la gestión interna que ha hecho el PSOE de las denuncias contra Paco Salazar. En concreto, por tratar de ignorarlas.
Sólo hay que remontarse hasta el mes de julio para encontrar un precedente y ver el distinto trato que se ha dispensado ahora a la reunión con Sumar. Cuando estalló el escándalo en torno a Santos Cerdán, Sánchez recibió en Moncloa a Díaz y, unos días después, se celebró una cumbre entre PSOE y Sumar para hacer seguimiento del pacto de la coalición. A un lado de la mesa, estaban la vicepresidenta María Jesús Montero y el ministro Félix Bolaños. Al otro lado, se sentaban el ministro Urtasun y una nutrida delegación de miembros de Sumar. Mañana la foto será muy distinta. La excusa es que no se trata de una reunión formal de pacto de gobierno, sino que es un encuentro entre partidos.
En otras crisis no tan lejanas, Díaz sí ha demostrado tener más influencia que ahora. Quizá una de las más notables tuvo que ver con la venta de balas a Israel a través de un contrato del Ministerio del Interior en plena acusación de perpetrar un «genocidio» en Gaza. La líder de Sumar convenció al presidente del Gobierno para dar marcha atrás. Ayudada, eso sí, por la amenaza de IU de salirse del Gobierno si esa venta no se cancelaba de inmediato. Es algo que cerró personalmente ella con Sánchez en un momento muy tenso.
Ayer, a pesar de lo que se ha enredado su petición de remodelación del Gobierno, fuentes del sector Sumar en el Ejecutivo insistían en este órdago y advertían de que no reaccionar garantiza «alimentar» a Vox y favorecer que éste «arrase» cuando haya elecciones. «Querer gobernar resistiendo», lamentaban, conduce a «morir de muy mala manera». En cambio, se justifica que un cambio de ministros daría «gasolina» para agotar la legislatura y sería un «impulso» que se necesita para instaurar una «dinámica política nueva». «El PSOE se tiene que poner las pilas para acabar la legislatura», dicen estas fuentes, porque tal y como está la situación y sin una reacción, no se puede llegar a 2027.
La firmeza que exhibe el sector de Sumar en el Gobierno contrasta con las señales que se han ido dando por otras vías. Ya el martes se enfriaron los comentarios sobre el ultimátum. Pero es que, ayer, IU añadió un elemento muy relevante. Que la exigencia de Díaz «no fue acordada» entre los partidos que conforman Sumar. Por tanto, esto significa que fue una decisión personal que asumió sin contar con el resto del espacio.
Lo desveló el líder de IU, Antonio Maíllo. «La propuesta de remodelación no fue acordada por el espacio», dijo. Sólo se pactó «que hubiera un mensaje contundente». Así, IU se desmarca de Díaz y deja claro que su preferencia para presionar al PSOE estaba en una reunión en la que arrancarle un cambio pero de rumbo en las políticas que hace el Gobierno.
También la ministra de Sanidad y líder de Más Madrid, Mónica García, dijo que se había enterado por los medios del ultimátum de la remodelación. Ella apuesta por «estar» en el Gobierno y reaccionar con medidas.
