Publicado: diciembre 5, 2025, 5:07 am

La realidad continúa tomando posiciones frente al relato del Gobierno. El fiscal general contra el que no había pruebas ha sido condenado y ya nadie habla de él, la Audiencia Nacional hurga en la lavadora de facturas del PSOE para certificar que todo es lo que parece, José Luis Ábalos está en la cárcel y lo de Santos Cerdán no era un bulo de la ultraderecha. De nuevo.
El país inauguró ayer, con la apertura oficial de la campaña de Extremadura, el ciclo en el que todo el ruido se pasa a limpio, porque la política salta de las tertulias a los votos. Lo hace con el presidente del Gobierno atado al candidato, Miguel Ángel Gallardo, procesado junto a su hermano. El resultado será bueno para Pedro Sánchez pase lo que pase. Si el PSOE pierde por poco, Televisión Española lo celebrará como un triunfo; si lo hace por mucho, llamará a apretar filas por el avance de Vox.
No obstante, se percibe cierto desgaste de materiales en los recursos narrativos que el Palacio de la Moncloa pone a disposición de su granja de papagayos. Para que el argumentario del presidente cale en sus discípulos debe contar con un elemento preliminar: tiene que dar la impresión de que, al menos, él se lo cree. Y esto no se ha dado esta vez. Incluso para el marmóreo aplomo de Pedro Sánchez, decir que Ábalos era «un gran desconocido» tuvo que darle cierta cosica.
Ni siquiera el conejo emocional asoma las orejas por la chistera. El comodín del psicodrama de hombre enamorado está amortizado, porque otro encierro en la Moncloa no la convertiría en un fortín sentimental, sino en un manicomio. Y conexiones pretéritas con el nervio de la izquierda parecen atrofiadas. De repente, en Gaza el genocidio ha prescrito y todo se apaña con una espantada en Eurovisión.
Es precisamente en este aspecto, el visceral, donde el Partido Socialista ha perdido el control de la conversación pública desde que eldiario.es publicara las declaraciones de las trabajadoras de la Moncloa al cargo de Francisco Salazar. Resulta que las mujeres socialistas temen a Santiago Abascal según el relato oficial, pero a quienes tienen pánico en la realidad es a sus jefes, que van palpándose la bragueta por medio del pasillo. ¿Quién ha guionizado todo esto? ¿Luis Rubiales?
La amenaza de un partido que mantiene posiciones ultramontanas sobre el aborto o que considera la violencia contra la mujer un invento woke ha servido, hasta el momento, de blindaje suficiente para el Gobierno pese a su catastrófica gestión de las políticas de igualdad. Pero lo de esconder las denuncias por acoso en la mismísima Moncloa parece excesivo.
De ahí que el presidente vaya con el acelerador a fondo para convencer a Puigdemont de que no le deje caer los Presupuestos. De repente, el PSOE ha aceptado junto al Partido Popular y Junts sacar adelante una modificación del Código Penal para castigar a los reincidentes, una normativa que señala a los inmigrantes y que forma parte del ideario de Vox o Aliança Catalana.
El presidente del Gobierno más feminista de la historia tenía a José Luis Ábalos y a Francisco Salazar en su sala de calderas. En coherencia, es natural que el que llamó a levantar un muro contra la ultraderecha se suba al marco mental de la xenofobia. Se trata de una muestra más, y quedan unas cuantas, de que la única contradicción de Sánchez es perder el poder. Y con ese credo, de momento, le sigue yendo bien.
