Publicado: noviembre 22, 2025, 5:07 am

El Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados recoge que los Príncipes de España, Juan Carlos y Sofía, hicieron su entrada en las Cortes a las 12.30 horas del 22 de noviembre. Era aquella una Cámara consternada por la muerte de Franco dos días antes, compuesta como estaba por los procuradores que el dictador había designado para que condujeran la política española de la mano del nuevo Rey tras su fallecimiento. Pero, mucho más allá, lo que empezaba a esa hora era un acto para todos los españoles, que asistían a estos acontecimientos con la incertidumbre de quienes intuían que estaban ante un momento histórico. Después de 36 años de dictadura y enfrentamiento social, se abría una nueva etapa, en la que cada cual depositaba sus esperanzas y sus temores.
Los todavía Príncipes fueron «recibidos con clamorosos y prolongados aplausos por todos los presentes puestos en pie», dice el Diario de Sesiones, antes de que el presidente del Consejo de Regencia, Alejandro Rodríguez de Valcárcel, tomara juramento a Juan Carlos, lo proclamara Rey y le diera la palabra.
Leído hoy, 50 años después, el discurso del nuevo monarca es una pieza histórica de primera magnitud. Medido hasta el milímetro para lanzar importantes mensajes a la sociedad sin vulnerar la legalidad que había jurado mantener, Juan Carlos se las apañó para trazar una línea divisoria con el franquismo, anunciar la reforma política, tender la mano a la oposición de izquierdas, lanzar un mensaje a las minorías regionales, declararse partidario de la libertad de expresión y la participación política, defender la libertad religiosa y hasta de reconocer a su padre, Don Juan, tan denostado por el régimen. Y por encima de todo, de lanzar la idea en torno a la cual giraría todo lo que habría de suceder en los 12 meses siguientes y sobre la que se construiría la democracia española: tras casi dos siglos de enfrentamientos civiles, guerras y rencores, era el momento de la concordia y la convivencia por el futuro común de todos los españoles.
1. «Hoy comienza una nueva etapa en la Historia de España, que hemos de recorrer juntos»
En esta sencilla frase estaba el inicio de todo. Cuando todavía se estaba velando el cadáver de Franco, el nuevo Jefe del Estado anunciaba en las Cortes el inicio de «una nueva etapa». No por evidente era menos importante que Juan Carlos trazara esa línea divisoria entre el régimen que heredaba, surgido de una guerra, y el que quería instaurar él, que debía ser fruto de la unidad y la concordia. Quizá la gran virtud del Rey en aquellos días fue su capacidad para conectar con la sociedad española, que aspiraba en su inmensa mayoría a abrir, en efecto, una nueva etapa. Varios años de desarrollo económico y avance social habían creado una clase media pujante y dinámica que luchaba por modernizar el país y deseaba avanzar hacia delante sin mirar hacia atrás. Los españoles estaban preparados para hablarse los unos a los otros, ser capaces de tolerar las discrepancias y «recorrer juntos» un camino hacia un país mejor. Y el Rey supo comprenderlo desde el principio.
2. «La institución que personifico integra a todos los españoles, y hoy, en esta hora tan trascendental, os convoco»
En esta frase había dos apelaciones fundamentales del programa político de Juan Carlos. La primera es por la que es más recordado este discurso, el lema de su reinado: ser el Rey de «todos los españoles». Nadie debía quedar atrás. Las instituciones, con la Jefatura del Estado a la cabeza, debían dejar de representar sólo a una parte del país, a los vencedores en la guerra, para ser la «personificación» de todos: de derechas, de izquierdas, de centro, apolíticos, vencedores, vencidos, de Madrid, de Cataluña, del País Vasco, de Andalucía, exiliados, emigrantes… Todos. En su proclamación en 2014, Felipe VI emplearía la misma fórmula para prometer ser «el rey de todos los españoles», en la que es sin lugar a dudas la principal herencia política de su padre.
La segunda apelación en esta frase pasó más desapercibida, pero se demostraría igualmente fundamental. El Rey llamaba a los españoles a participar en el proceso que se abría. Tras una dictadura que había impuesto a los ciudadanos ser sujetos pasivos, la llamada a ser activos y dar su opinión era una novedad trascendental.
3. «Que todos entiendan con generosidad y altura de miras que nuestro futuro se basará en un efectivo consenso de concordia nacional»
La concordia, el abrazo, el consenso, la paz. La Guerra Civil seguía omnipresente en la España de 1975 porque así lo había querido el franquismo y el Rey llamaba a enterrar odios ancestrales para construir un futuro mejor. Es uno de los grandes legados de la Transición, tan cuestionado hoy en día por quienes promueven la polarización y el enfrentamiento. La altura histórica que tuvo la Transición no se entiende sin este llamamiento del Rey a la «concordia» nacional desde su primer discurso.
4. «Soy plenamente consciente de que un gran pueblo como el nuestro, en pleno periodo de desarrollo cultural, de cambio generacional y de crecimiento material, pide perfeccionamientos profundos. Escuchar, canalizar y estimular estas demandas es para mí un deber que acepto con decisión»
Los «perfeccionamientos profundos» eran la reforma política, entonces una quimera, pero muy real en la mente de Juan Carlos, que prometía «canalizarla y estimularla». Sólo unos días después hizo su primer movimiento, al lograr el 6 de diciembre que Torcuato Fernández-Miranda fuera elegido presidente de las Cortes. Menos de un año después, el 18 de noviembre de 1976, esas mismas Cortes aprobaron autodisolverse con la Ley para la Reforma Política, que contemplaba elecciones generales para elegir un Congreso y un Senado democráticos. Se celebraron el 15 de junio de 1977.
5. «Asumo la Corona con pleno sentido de mi responsabilidad ante el pueblo español y de la honrosa obligación que para mí implica el cumplimiento de las leyes»
La reforma política tuvo enemigos, algunos de los más importantes dentro del régimen al que Juan Carlos tenía que convencer para que se disolviese de forma pacífica. En su proclamación juró cumplir las leyes y así se hizo. La fórmula «de la ley a la ley», promovida por Torcuato, suponía instaurar la democracia reformando las leyes franquistas. Y en efecto, la Ley para la Reforma Política tuvo el rango de Ley Fundamental del Régimen, que era el cuerpo legal principal de la dictadura, y fue la última de ellas, por cuanto suponía la disolución del propio régimen. Nadie pudo reprochar al Rey incumplir lo que juró.
6. «Una sociedad libre y moderna requiere la participación de todos en los foros de decisión, en los medios de información, en los diversos niveles educativos y en el control de la riqueza nacional»
De nuevo, la participación de los ciudadanos en el proceso político que se abría. El Rey habla de «sociedad libre y moderna» y de «participación en los foros de decisión» y «los medios de información». Un país que llevaba décadas viviendo bajo la censura y la represión asistiría en los meses siguientes al nacimiento de decenas de periódicos y revistas, que fueron fundamentales en la formación de la opinión pública, la defensa de la democracia y el éxito de la Transición.
7. «La Corona entiende como deber fundamental el reconocimiento de los derechos sociales y económicos. […] No queremos ni un español sin trabajo, ni un trabajo que no permita a quien lo ejerce mantener con dignidad su vida personal y familiar»
Aunque el régimen franquista siempre había tenido una retórica social, influida por el falangismo, la apelación del Rey al «reconocimiento de los derechos sociales y económicos» era un mensaje dirigido a la oposición de izquierdas. El sindicato CCOO era una fuerza poderosa en 1975 y el PCE se preparaba para forzar la ruptura tras la muerte de Franco. Integrar a la izquierda en el proceso que iba a iniciarse fue un reto principal para Juan Carlos. En los días siguientes a su proclamación, el Rey hizo llegar un mensaje a Santiago Carrillo, secretario general del PCE: la democracia será restaurada y el Partido Comunista, legalizado. Le pedía tiempo y tranquilidad. Carrillo sería en los meses y años siguientes uno de los grandes artífices de la Transición.
8. «Un orden justo, igual para todos, permite reconocer dentro de la unidad del Reino y del Estado las peculiaridades regionales, como expresión de la diversidad de pueblos que constituyen la sagrada realidad de España»
El reconocimiento de las «peculiaridades regionales» es otra de las frases más recordadas de su discurso. Anticipaba uno de los quebraderos de cabeza más importantes de la instauración de la democracia, que fue el reconocimiento de la autonomía de las regiones, especialmente las históricas que ya habían disfrutado de un estatuto en la II República -Cataluña, País Vasco y Galicia-, sin afectar a la unidad del país. Fue un debate largo y difícil que dio lugar a la España de las Autonomías y que hoy sigue condicionando la vida política española.
9. «Europa deberá contar con España y los españoles somos europeos. Que ambas partes así lo entiendan es una necesidad del momento»
El plano internacional era una de las grandes aspiraciones del Rey. No habría normalidad política ni institucional en España sin el reconocimiento internacional y el apoyo de las democracias occidentales. El franquismo había logrado romper el aislamiento diplomático, pero el país seguía encerrado en sí mismo, sin ningún papel exterior y fuera de las grandes organizaciones mundiales. Juan Carlos promovería en persona la integración en la Unión Europea y la entrada en la OTAN, materializadas en los años 80.
