Publicado: noviembre 7, 2025, 6:10 am
Björn Borg ha compartido, hace apenas semanas, su biografía con todo el mundo (Latidos: memorias de Björn Borg). La leyenda del tenis sueco habla de sus grandes victorias en la pista y de sus grandes fracasos en la vida, de los que destaca una foto que se tomó de manera inocente con un uniforme militar israelí y una metralleta que le obligó a vivir rodeado por ocho guardaespaldas.
El pasaje arranca con su arrepentimiento absoluto: «Fue algo tan absurdo como una fotografía para la que Vitas [Gerulaitis] y yo posamos sin pensar en las consecuencias«, desliza.
Fue en un viaje de descanso junto a su amigo por Israel. Visitaron Jerusalén y luego el Mar Muerto, donde metieron «la pata hasta el fondo» por confiar en un grupo de militares israelíes con los que entablaron una breve conversación de tenis.
«Ni Vitas ni yo teníamos mucha idea de política, así que, sin comerlo ni beberlo, nos vimos de pronto vestidos con ropas militares. Alguien nos puso en las manos una ametralladora y posamos con ella frente a sus cámaras sin que ninguno de los dos le diese mayor importancia, relató sobre el momento que luego se convirtió en escándalo a su regreso a Europa, concretamente a Francia.
«Cuando llegamos al hotel, una multitud de periodistas nos esperaba a la puerta. Recuerdo que le dije a Vitas: ‘Tiene que haber pasado algo. ¿Qué será?’ Nada más bajar del taxi, se nos echaron encima. Todos querían que yo comentara unas imágenes que daban la vuelta al mundo (…) Comprendimos entonces que los soldados israelíes debían de haber vendido aquellas fatídicas fotos. No tardamos en darnos cuenta de la polémica monumental que acababa de desatarse», cuenta en un ejercicio de memoria.
Decidieron encerrarse durante días en el hotel hasta que pasó la tormenta, pero para Borg el problema no acabó ahí. Las amenazas de muerte se sucedieron y tuvo que refugiarse en su casa de Cap Ferrat, donde contrató «a ocho guardaespaldas armados». En una situación que no le permitía jugar y en la que se encontraba «muerto de miedo», optó por una solución a gran escala.
«Recurriendo a algunos contactos, conseguí por fin llegar hasta Yasser Arafat, líder de la O.L.P., quien, por supuesto, ejercía una enorme influencia en Oriente Medio. Le preguntaron si yo debía temer por mi vida. Tras la conversación, hizo público un mensaje en el que ordenaba que nadie me tocara», escribe, con alivio, en las páginas de su biografía.
Sin duda, recuerda con alivio esa situación que le enseñó una gran lección: «Cuando se es una celebridad, se está siempre expuesto; cualquier decisión irreflexiva puede tener consecuencias fatales», zanja.
