Publicado: noviembre 6, 2025, 7:07 pm
Junts ha roto el último hilo de unión con el Gobierno. «Ya no hay margen. Cero». Con esta contundencia, los siete diputados y cuatro senadores de la formación independentista liderada por Puigdemont anunciaron ayer su decisión de cortar cualquier diálogo con el Ejecutivo e impedir con sus votos decisivos en el Congreso que progrese cualquier proyecto nacido en el Consejo de Ministros o en los dos partidos que lo conforman, esto es, PSOE y Sumar.
El paso del grupo catalán deja así a Pedro Sánchez al borde del abismo. Un precipicio que Junts venía dibujando desde hace semanas y ante el que el presidente se tapó los ojos, pero estaba ahí. Ahora, sólo le quedan tres opciones: convocar elecciones y que los ciudadanos decidan; negociar y pactar con PP y Vox o aferrarse a La Moncloa sin poder gobernar y condenando al país a la esclerosis.
«La legislatura queda bloqueada», afirmó tajante la portavoz de Junts en el Congreso, Míriam Nogueras, tras explicar que su grupo registrará enmiendas de veto a todas las iniciativas del Gobierno o de sus partidos, tanto las que ya están en tramitación parlamentaria como las que se encuentran en puertas de estarlo o las que pretendan ser aprobadas por el Consejo de Ministros.
Al partido independentista no le ha temblado el pulso. Está decidido a torpedearlo todo: desde la «histórica» reforma de la Justicia del ministro Bolaños, hasta el aún nonato proyecto de Presupuestos, pasando por las leyes que reforman el Sistema Nacional de Salud, las que afectan a los medios de comunicación, a las personas con discapacidad, al sistema universitario o al comercio exterior en materia de Defensa. Sólo se librarán de la guadaña la ley del Cine, la de Atención a la Clientela, la de Economía Social y la de Movilidad Sostenible, así como el decreto de ayudas a los enfermos de ELA. En este paquete de normas, Junts logró colocar todas sus demandas.
La decisión del grupo liderado por Puigdemont no es reversible, a juzgar por las explicaciones de Nogueras quien, no obstante, mantiene la puerta cerrada a la posibilidad de apoyar una moción de censura liderada por el PP y junto a Vox.
«La paciencia se nos ha agotado. No habrá más negociación ni más pactos ni más reuniones. Sánchez ni ha cumplido ni cumplirá. Incumplir con Cataluña tiene consecuencias e intentar gobernar España en contra de Cataluña, también». Este fue el mensaje, directo y sin paliativos.
El anuncio del grupo independentista implica cortar de raíz la posibilidad de que hasta medio centenar de proyectos y proposiciones de ley vean la luz. Iniciativas con las que el Gobierno pretendía demostrar que es posible agotar la legislatura porque, aún a trompicones y con sustos, contaba con una mayoría parlamentaria sobre la que sustentar, haciendo equilibrios y concesiones, su gestión y su legitimidad. Junts ha fulminado ese horizonte. Sin sus siete votos, Sánchez queda a la intemperie y su mandato pierde los cimientos.
Así, la reiterada promesa de que, esta vez sí, el Gobierno remitiría un proyecto de Presupuestos del Estado al Parlamento, se disuelve. No hay ninguna posibilidad de que las cuentas generales, las que expresan en cifras el proyecto político para la nación, puedan ser aprobadas. Lo previsible es que ya ni se presenten porque hacerlo sin futuro implicaría demostrar que el Gobierno no cuenta con la confianza de la Cámara y es precisamente esa relación la que otorga legitimidad a un presidente y a su equipo. No tenerla exige dar un paso al lado para que la ciudadanía decida. Así lo han entendido a lo largo de la historia de la democracia todos los gobiernos, incluido el de Pedro Sánchez en 2019 cuando precisamente los independentistas catalanes –ERC y PDeCAT– tumbaron sus cuentas. En aquella ocasión, él mismo argumentó que «un Gobierno tiene la obligación de cumplir con su tarea: aprobar leyes, gobernar, avanzar, pero cuando algunos partidos bloquean la toma de decisiones hay que convocar elecciones».
Ahora, ese lema se ha cumplido: Sánchez se ha quedado sin los apoyos necesarios, no tiene ni tendrá Presupuestos y, además, la imposibilidad de sacar adelante leyes amenaza seriamente con cerrar el grifo de los fondos europeos supeditados a la aprobación de reformas.
El golpe de Junts afecta a todo y el empeño de Sánchez en mantenerse en La Moncloa contra viento y marea sólo condenará al país a la parálisis. «Podrá ocupar la poltrona pero no gobernará». Así lo resumió Puigdemont saliendo al quite del argumentario de «tranquilidad y mano tendida» que una vez más ha sacado La Moncloa del cajón.
En las filas de Junts los desafíos de la vicepresidenta segunda Yolanda Díaz o las sentencias del ministro Óscar López asegurando que la legislatura continuará como si nada hubiera sucedido, provocaban hilaridad. Los de Puigdemont saben que con su iniciativa han dejado a Sánchez a la intemperie y con las manos atadas. Creen que en esa situación el Gobierno apenas podrá arrastrarse unos meses pero no los dos años que restan de mandato. Consideran que han puesto al presidente entre la espada y la pared y creen que otros aliados del Ejecutivo empezarán, más pronto que tarde, a reclamar también la llamada a las urnas porque, vaticinan, «nadie quiere atarse a un lastre».

