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Y al tercer día, PP y Vox fingieron un solo aplauso

Publicado: noviembre 6, 2025, 3:07 pm

Antes del inicio de este último día de comparecencia de los familiares de las víctimas de la dana en el Congreso observaba, por no mirar a nadie, un aguafuerte del pintor madrileño Manuel Alcorlo colgado en esta santa Casa: Tirando del rabo (1987). Es una estampa recia, claramente bestial y arriera, poco taurina: más de mañana de encierro que de tarde de tauromaquia. Así pierdo yo el tiempo en las grandes ocasiones, acampando los ojos en lo que no importa. Cómo iba a saber que un par de horas después, la escena dibujada por Alcorlo se repetiría ante nosotros de manera tan extraordinaria dentro de la Sala Prim, donde en tres días hemos escuchado razones y angustias que no creeríais.

Abrió el turno de la mañana Mariló Gradolí, periodista y portavoz de la Asociación de Víctimas de la dana 29 de octubre. Dijo que no es suficiente la dimisión de Mazón, como todo el mundo sabe. Y dijo: «Exigimos verdad, justicia y reparación, no flaquearemos». Y sobre el Gobierno valenciano dijo además: «No estuvieron a la altura y se han dedicado a menospreciarnos, a hacer cálculos políticos sólo para tener los votos que les permitan conservar el cargo y la paga». Terminó su turno y aplaudieron por respeto los grupos parlamentarios de la comisión, menos PP y Vox, como ya es grosera costumbre antes estos ciudadanos. Hubo un respiro y ocupó sitio en la mesa la segunda ponente, Antonia García, mujer y madre de fallecidos por la riada.

Empezó la intervención con una sonoridad magnífica entre el daño y el desengaño. Desplegaba en su discurso la dosis irremediable de dolor, golpeaba el aire quieto con lágrimas gordas, como las que lloran los delfines y los niños. Y cuando estaba por rematar llegó el buen zarpazo. A la hora y dos minutos de intervención: «Si de verdad han sentido mis palabras, si de verdad quieren aunar esfuerzos y ayudarnos, me encantaría, lo digo con todo mi corazón, que desde aquí todos ustedes aplaudieran, que me fuera con el calor y el apoyo de todos ustedes, no ya por mí, sino por los familiares de las 229 personas fallecidas». Lo sugirió con la elegancia de su devastación y con esa delicadeza descolocó a los objetores.

Pensé en la pieza de Alcorlo, Tirando del rabo, como hacen en los sanfermines con los toros extraviados. Entonces los parlamentarios del PP, con la cara a rombos, se miraron. César Sánchez (portavoz) volteó la cabeza hacia el camarada Fernando de Rosa y después de dudar hizo un gesto de adelante. Pero dudó. También el de Vox, Ignacio Gil Lázaro, movió las manitas a compás sin saber muy bien cómo explicar a los jefes que había roto la prieta fila. Así son. Fue gracioso contemplar cómo al minuto se levantaron necesariamente avergonzados de sí mismos para decirle cosas a Antonia García. A saber qué después de tanto todo para nada (José Hierro). Por su tajante desprecio lujoso hacia todas las comparecencias de las víctimas tuvieron que sacarles con fórceps el gesto. Antonia García estaba obligando a las derechas a una revolución difuminada: no negar el reconocimiento del aplauso. Formidable el efecto cañón.

Pero había venganza prevista de sus señorías, cómo no. La mañana acabó con el testimonio de Josep Ignasi Carpio, huérfano de hermano y de sobrina. Clavó tres preguntas en dirección a Gil Lázaro: «¿Por qué nos tienen que atacar?… ¿Por qué dicen que nos utilizan? ¿Porqué insisten en que nos manipulan?». Gil Lázaro se erizó en la silla simulando un ademán de descrédito y agitó el pulgar hacia su derecha con el resto del puño cerrado: «Estos». «Estos» son los diputados que escuchan a las víctimas, respetan y apoyan en su demanda. Le faltó bostezar como un león. Remató Carpio sus palabras con los ojos hechos fuente. Agradeció las atenciones y los del PP y el de Vox ya no aplaudieron más. A ellos no les tira dos veces ni Dios del rabo. Menos aún por una causa justa.

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