Publicado: octubre 11, 2025, 6:07 am

Los diplomáticos que vagan por los pasillos de la sede del Ministerio de Asuntos Exteriores en la plaza del Marqués de Salamanca ejercitaron ayer el arte del susurro con un monotema: el señalamiento de Donald Trump a España. Los profesionales de la carrera diplomática que están en Madrid saben que deben ser discretos con sus opiniones, bajo el riesgo de que les descubra alguien del equipo del ministro, José Manuel Albares: «Pero Trump se ha colado en conversaciones hasta en cuartos de baño, donde antes hablabas del tiempo, hoy era del innombrable», reconoce un diplomático que permaneció hasta la hora de comer en la oficina. Ya fuera, habla por teléfono con EL MUNDO a un tono normal, protegido de oídos indiscretos: «Lo que nos vendieron como una medalla del presidente, se ha convertido en un motivo de fricción cuatro meses después».
Se refiere a la cumbre de la OTAN que tuvo lugar en La Haya el pasado junio. Entonces, los jefes de Gobierno terminaron la reunión con un comunicado en el que se comprometían a alcanzar el 5% del gasto en Defensa. España, sin embargo, escenificó su disconformidad con esa cifra y mantuvo todo tipo de reuniones para que constara que no la iba a alcanzar. El presidente del Gobierno publicó en redes una carta donde le explicaba a Mark Rutte los motivos para negarse a esa cifra. El principal: argüía que con el 2,1% de inversión militar el Ejecutivo podía cumplir con los compromisos pactados, unos compromisos que no son públicos y que, según Rutte, necesitan más inversión para alcanzarlos.
«Para nosotros lo fácil habría sido decir que sí al 5% y no cumplirlo en diez años, pero somos un socio fiable de la OTAN, y no íbamos a mentir», decía entonces a este diario una persona que estuvo allí y que se mostraba muy molesta por los comentarios en la prensa. Interrogada a continuación sobre los comentarios que ese 25 de junio realizó Trump sobre España, esta fuente hizo una apreciación: «Sólo ha respondido a preguntas directas sobre España realizadas además por periodistas españoles, si no, no habría dicho nada».
Cuatro meses después, el presidente de Estados Unidos mostró el jueves en el despacho oval que no había olvidado la puesta en escena española durante la Cumbre de la OTAN. Tras mantener una reunión bilateral con el presidente de Finlandia, Alex Stubb, Trump se quejó de la actitud de España sin ser preguntado por ello directamente: «Les pedí a todos que gastaran el 5% del PIB, en vez del 2%, y muchos dijeron que no iba a pasar, que no era imposible. Pero ocurrió de forma casi unánime. Sólo hubo un rezagado, España. España… Tendrán que llamarles y preguntarles por qué no quieren. Y les va bien, curiosamente con las cosas que hemos hecho les va bien [no es que no puedan]. Quizás haya que echarlos de la OTAN, francamente», dijo el presidente, ante el incómodo silencio del europeísta Stubb.
«Estados Unidos siempre ha sido muy crítico con la actitud de sus aliados en la OTAN. No es una cosa nueva. Lo que pasa es que Trump utiliza un lenguaje distinto y propone acciones como la expulsión de un país que no está ni siquiera contemplada en los tratados», explica Alberto Priego, profesor de Relaciones Internacionales de Comillas ICADE.
Fuentes de Moncloa se limitaron esa noche a constatar que España es un socio de pleno derecho de la OTAN e insistieron en que su compromiso está respaldado por su presencia en misiones internacionales. Y es cierto que las Fuerzas Armadas nacionales defienden el flanco Este, que Robles trata de enviar el mayor número de efectivos que puede. Pero la fragilidad interna del Ejecutivo español pesa en lo exterior. «Han llegado a un nivel de falta de inteligencia en materia de diplomacia que es ridículo», señala un miembro del cuerpo diplomático acreditado fuera.
Sánchez no parece capaz de sacar adelante unos Presupuestos Generales del Estado con los que respaldar su compromiso de aumentar el gasto en Defensa. Hasta ahora, con las cuentas prorrogadas durante dos ejercicios, el presidente ha incrementado la inversión a golpe de Consejo de Ministros, donde aprueban partidas y aumentos de techo de gasto. Parece difícil que los socios le dejaran sacar negociar unos presupuestos en los que se reserve un 3,5% para Defensa. «En la OTAN le insisten en que tiene que negociar el 96,5% restante y no eso, y venderlo como inversión para España, pero el relato no cambia», explica una fuente consultada.
Porque el carácter antitrumpista de Sánchez y sus socios, sumado a la vocación antimilitarista de una parte del Gobierno, hace que lo que se consiga en Defensa intente pasar por perfil bajo para evitar un encontronazo interno. «Sucedió con Ucrania, cuando pidieron carros de combate y dijimos que sí, luego que no, y después se mandaron», recuerda un militar, que reconoce que Robles está muy bien considerada tanto en Europa como en la OTAN, pero que la postura global del Gobierno lastra a la ministra de Defensa. «Son conscientes de que no pueden por ejemplo plantear una misión nueva, pues tendría que votarla el Congreso y dejar en evidencia que para ello necesitan el voto del Partido Popular», analiza. Además de esto, la voluntad de primar a la industria de Defensa nacional lastra la modernización de las Fuerzas Armadas.
Sucede con la sustitución de los cazas Harrier, la fuerza aérea embarcada de la Armada. Unos aviones que en 2028 deberían acabar su vida util, pero que se va a prolongar hasta 2030 «comprando repuestos de los Harrier que jubilen Italia y otros países».Todo ello por una orden de calado político: «La prohibición de encargar F.35 a Lockheed Martin». De los 16 países que utilizan ya este caza, 11 son miembros de la Unión Europea. Y es el avión que quiere la Armada en su versión más moderna. «Pero ahora no nos dejan comprarlo». Una decisión política que afecta a la Defensa. Los sistemas de defensa antiaérea Patriot, el sistema de combate naval Aegis son dos ejemplos de tecnología estadounidense que utiliza España. Además, Estados Unidos utiliza dos bases de las Fuerzas Armadas nacionales.
Los distintos diplomáticos consultados para este reportaje analizan que «entre España y Estados Unidos siempre ha habido una relación muy cordial», y datan como «inédito» el comportamiento de Donald Trump: «Un presidente de Estados Unidos que ataca a un país socio en público», también matizan que «hay que ver el tipo de personaje que es Trump». El profesor Priego explica que «Trump lo que quiere es un mundo en el que no haya reglas y en el que sea él quien mande. Y la prueba es el plan de paz. Y España es un actor que en sus últimos 30 años ha apostado por el multilateralismo y por las reglas a nivel internacional».
Recuerdan dos diplomáticos también que las relaciones estuvieron «en la nevera» durante «casi dos años» cuando el presidente José Luis Rodríguez Zapatero no se levantó en el año 2003 al paso de la bandera estadounidense durante el desfile con motivo de la Fiesta Nacional de aquel año. «Al final, Sánchez es digno aprendiz de Zapatero, que es quien dirige Exteriores», sintetizan, en un guiño a las gestiones del ex presidente en Venezuela y China por unos intereses que aún no están claros. Como el cambio de la postura de España sobre el Sáhara.
Y mientras todo esto sucede en el mundo, Albares continúa sus reuniones para conseguir lo que denominó como prioridad para este 2025: conseguir que en las instituciones europeas se hablen las lenguas cooficiales.