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Illa no trae la estabilidad prometida a Cataluña y se dificulta la reelección

Publicado: octubre 6, 2025, 6:07 am

Salvador Illa alcanzó la presidencia de la Generalitat prometiendo devolver a Cataluña la estabilidad perdida durante la década del procés. Pero algo más de un año después de la investidura del socialista las señales apuntan en otra dirección. El Govern todavía no ha sido capaz de aprobar unos Presupuestos, continúa dependiendo de la voluntad del independentismo, de una ERC que reclama la «plena soberanía fiscal» para seguir respaldando al president, y ya observa el coste electoral de esta situación: los sondeos indican que el apoyo al PSC decrece y que, de celebrarse ahora unos comicios en la autonomía, ya no sumaría mayoría junto a los republicanos y los comunes. El tripartito en la sombra que ungió a Illa se desmorona y en el horizonte asoma la ingobernabilidad, pues tampoco existe una mayoría separatista alternativa.

Illa irrumpió en el cargo envuelto en un aura de buen gestor. Fijó como «prioridad» aprobar las cuentas públicas en tiempo y forma después de que la falta de Presupuestos fuera, precisamente, lo que abocó al adelanto electoral que desembocaría en el derrumbe de ERC y el fin definitivo del proceso secesionista. Pero el socialista fue incapaz de dar cumplimiento a su primera promesa. El partido de Oriol Junqueras -escarmentado tras el castigo por su colaboración sostenida con los socialistas- ni siquiera aceptó negociar los Presupuestos de la Generalitat, a la espera de comprobar si el pacto de investidura suscrito con el PSC, y centrado en el cupo catalán, se cumplía. Ello condujo a Illa a una segunda prórroga presupuestaria y Cataluña podría encadenar este año la tercera si el modelo de financiación que el Gobierno ha prometido presentar antes de acabar el año no colma las aspiraciones de ERC.

IRPF en 2028

Los independentistas han aceptado el aplazamiento de la recaudación del IRPF por parte de la Agencia Tributaria Catalana hasta 2028, a pesar de que, inicialmente, acordaron con el PSC que tendría lugar en 2026. Pero Junqueras no está dispuesto a tragar con otra rebaja de la «financiación singular» como pretende el Ministerio de Hacienda, que considera «inasumible» la cesión total del más importante de los tributos al fisco catalán.

Poco importa al presidente de la formación republicana que María Jesús Montero quiera diluir el concierto para no verse perjudicada en las elecciones autonómicas andaluzas, en las que será la candidata del PSOE. Junqueras también quiere ser el presidenciable de ERC en los próximos comicios catalanes, pese a estar aún inhabilitado, y es consciente de que su credibilidad y sus opciones de éxito dependen de su capacidad de arrastrar al Ejecutivo a entregar a Cataluña «la llave de la caja». El objetivo es pasar de recaudar 5.000 a 30.000 millones en 2028, gracias al IRPF, y seguir transitando después hasta el control de 52.000 millones anuales con la cesión paulatina del resto de impuestos ahora gestionados por el Estado.

Si ERC no atisba pasos claros en esa dirección, ni siquiera se sentará a negociar los Presupuestos de Illa, que también dependen de la cesión de la gobernanza de El Prat a Cataluña, la segunda de las peticiones de los republicanos para apuntalar al Govern. Illa acordó con Aena la ampliación del aeropuerto barcelonés sin contar con el beneplácito de sus socios y, ahora, los republicanos buscan vengarse consiguiendo la cesión de otra infraestructura sensible, tras haberse hecho con el control de la red ferroviaria de Rodalies.

La sensación de dependencia y limitación que exuda el Govern de Illa está lastrando sus perspectivas electorales, en lugar de afianzarlo en la presidencia. Un segundo mandato no está ni mucho menos asegurado.

El último sondeo de Sigma Dos para EL MUNDO, publicado a mediados de septiembre, vaticina que el PSC podría perder hasta cinco de sus 42 diputados en el Parlament, lo que impediría reeditar la mayoría de investidura a pesar de que ERC y los comunes mantendrían el mismo número de escaños. En 2024, unidos, sumaron 68 parlamentarios, justo el umbral en el que está fijada la mayoría absoluta en la Cámara catalana, pero ahora se quedarían en 66, según el más favorable de los pronósticos.

Illa ha devuelto las formas a la Generalitat, recuperando las relaciones institucionales con el Gobierno o la Corona, pero está lejos de conducir a Cataluña a la calma prometida. La aritmética niega al socialista la reelección, incluso aunque quisiera apoyarse en Junts y explorar una sociovergencia que, con Carles Puigdemont al frente del partido, parece imposible. El PSC y los nacionalistas tampoco sumarían por la debacle a la que se asoman los segundos ante el crecimiento desenfrenado de Aliança Catalana, que no sólo se dispara por sus tesis radicales contra la inmigración, sino que también penaliza al prófugo por aliarse con Sánchez y colaborar, así, con el Estado español.

Esta semana, Junts buscará que el PSC se comprometa en el Parlament con un modelo de financiación incluso más ambicioso que el pactado inicialmente con ERC. Lo hará aprovechando el Debate de Política General que arranca este martes y tensará la relación con los socialistas.

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