Publicado: septiembre 30, 2025, 11:55 am
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“Los jóvenes nacidos entre pantallas estarán naturalmente preparados para el trabajo digital”. Durante años, la sociedad repitió este discurso sin cuestionamientos. El mito del “ nativo tecnológico ” instaló la idea de que crecer con acceso a dispositivos equivalía a comprenderlos, dominarlos y usarlos productivamente. Sin embargo, actualmente hay datos que contradicen esa percepción. De acuerdo con el Índice Global de Habilidades Digitales de Salesforce, solo tres de cada 10 personas de la Generación Z a nivel mundial considera estar plenamente preparada para enfrentar las demandas del mercado laboral digital. La brecha entre expectativa y realidad amenaza con dejar a una generación al margen de los empleos del futuro.
La clave está en la educación
La alfabetización digital ya no se limita a mover íconos o descargar aplicaciones, sino que implica desarrollar habilidades críticas para aprender, resolver problemas y adaptarse a entornos cambiantes. El informe El Futuro del Trabajo 2025 del Foro Económico Mundial advierte que los empleos emergentes estarán vinculados al análisis de datos, la inteligencia artificial, la automatización y otras habilidades digitales avanzadas. El organismo estima que decenas de millones de empleos tecnológicos serán creados en los próximos años, pero también alerta que quienes no desarrollen las competencias necesarias quedarán en desventaja crítica frente a los procesos de contratación y movilidad social. Parte del conflicto es que la formación de competencias tecnológicas llega tarde o mal. El propio informe de Salesforce evidencia que la brecha educativa se origina en la escuela y no en el mercado laboral, dando como resultado un sistema que confunde expansión con preparación. “Integrar, desde los primeros años, cuadernos y recursos digitales con propósito es clave para cerrar brechas”, consideró Valentina Alvear Obregón, gestora de innovación y tecnologías educativas en Caligrafix, empresa dedicada a crear soluciones educativas. Según la Royal Society of Chemistry, cuatro de cada 10 docentes ya se apoya en herramientas de IA para su labor educativa. Pero este avance no está acompañado por estructuras normativas o pedagógicas sólidas. Una encuesta global de la Unesco reveló que menos del 10% de las escuelas y universidades cuentan con políticas o guías institucionales para el uso de IA generativa en entornos académicos. La cifra expone que la tecnología ingresa a las aulas, pero los protocolos, reglas y formación docente no la acompañan. El riesgo es evidente: la falta de lineamientos institucionales no solo genera incertidumbre entre los educadores, sino que limita el potencial formativo de estas herramientas. Organismos como la OCDE y el Banco Interamericano de Desarrollo advierten que la digitalización educativa sin políticas integrales tiende a replicar desigualdades preexistentes, beneficiando solo a quienes ya cuentan con entornos habilitantes desde sus hogares. En última instancia, el desafío no es tecnológico, sino pedagógico e institucional. La sociedad, las escuelas y los gobiernos enfrentan la urgencia de redefinir la alfabetización digital, no como un acceso a dispositivos, sino como la capacidad de comprender, aplicar y producir con tecnología. Solo así la promesa del “nativo digital” podrá traducirse en jóvenes verdaderamente preparados para los empleos del mañana, capaces de competir, adaptarse y crear en un entorno laboral donde la inteligencia artificial y la automatización marcarán la pauta.
¿Qué alternativas hay?
En México, algunos actores institucionales comienzan a responder. Desde 2024, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) promueve el uso de IA en la enseñanza, a través de una guía práctica que permite a los profesores personalizar contenidos y evaluar de manera más precisa. Alvear Obregón consideró que una alternativa para el modelo actual de enseñanza es el uso de nuevas tecnologías sin reemplazar a los materiales clásicos. Este enfoque se conoce como Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA), que busca crear entornos de aprendizaje flexibles, que consideren la diversidad de estudiantes y faciliten múltiples formas de representación, expresión y participación, de manera que todos puedan desarrollar competencias digitales sin sacrificar habilidades tradicionales. “Bajo el paradigma de Diseño Universal para el Aprendizaje, la tecnología se concibe como aliada dentro de un ecosistema de múltiples medios y herramientas para ampliar el acceso”, explicó la especialista. Esta combinación ofrece beneficios únicos, refirió, mientras el cuaderno fomenta la escritura manual, la memoria y la comprensión lectora, tecnologías como la realidad aumentada añaden capas interactivas que refuerzan la curiosidad y la exploración digital. De esta forma, los niños aprenden a utilizar herramientas tecnológicas, interpretar información en entornos digitales y desarrollar pensamiento crítico. “Sería ilógico no aprovechar tantos avances tecnológicos. Plataformas como PleIQ (una herramienta educativa que integra cubos físicos con una aplicación móvil para crear experiencias de aprendizaje en realidad aumentada) combinan realidad aumentada e inteligencia artificial para ofrecer experiencias educativas adaptables”, ejemplificó la directiva. Estos escenarios, dijo, permiten a los docentes crear contenidos dinámicos, monitorear el progreso de los estudiantes y ajustar el aprendizaje según sus necesidades, fortaleciendo tanto la enseñanza como la autonomía de los alumnos. La especialista concluyó que el futuro de la educación no está en reemplazar el papel por pantallas, sino en aprovechar lo mejor de ambos mundos. El cuaderno, acompañado de recursos digitales interactivos, puede convertirse en una puerta hacia un aprendizaje más dinámico, inclusivo y preparado para los desafíos del siglo XXI.
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