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El juez Castro desvela en un libro sus conversaciones secretas con el fiscal Horrach: «La Infanta y Juan Carlos son los artífices; el pobre Iñaki es un 'pringao'»

PM09. PALMA DE MALLORCA, 08/08/09.- Los fiscales anticorrupción de baleares Pedro Horrach (d) y Miguel Ángel Subirach (iz), junto al juez titular del juzgado número tres de la capital balear, José Castro llegan esta tarde a los juzgados de la capital balear tras un receso en la declaración de los acusados por presunta implicación en el caso Palma Arena. EFE/MONTSERRAT T DIEZ

Publicado: septiembre 29, 2025, 2:07 am

«Tengo muy claro que ella (la Infanta Cristina) y su padre (el Rey Don Juan Carlos) son los artífices de todos los hechos que se están investigando y que al pobre Iñaki (Urdangarin) le estará reservado el papel de pringado. Al Rey nos es imposible llegar, pero llamar a declarar a la Infanta es obligado como cooperadora necesaria absolutamente de todos los delitos cometidos por su marido. Eso es lo que pienso y de lo que estoy plenamente convencido».

El juez José Castro, instructor de la causa que llevó a la cárcel a Iñaki Urdangarin por corrupción y que sentó por primera vez en el banquillo a la hija de un monarca en España, desvela sus conversaciones con el fiscal Pedro Horrach durante los años que duró la investigación y en los que ambos mantuvieron un enconado enfrentamiento. Quien fuera titular del Juzgado de Instrucción 3 de Palma reproduce ahora con detalle sus comunicaciones con el representante del Ministerio Público. Lo hace en su nuevo libro (El caso Nóos. Roca Editorial), al que ha tenido acceso EL MUNDO, al contar la disputa que mantuvo con Horrach por citar como investigada a la hija del Rey Emérito por el desvío de fondos públicos a la entidad sin ánimo de lucro que compartía con su marido.

Castro rememora el contenido del encuentro en el que, por primera vez, le anuncia a Horrach que va a llamar a declarar a Cristina de Borbón y cómo el fiscal del caso, con quien mantenía una estrecha relación de amistad, se opuso hasta desatar una guerra de descalificaciones que hizo saltar por los aires su relación.

Explica el juez ya retirado que citó a comer en un céntrico restaurante de Palma a Horrach y a la abogada de la Comunidad, María Ángeles Berrocal, para anunciarles su decisión, que acabó provocando una crisis sin precedentes en la Corona. «Ya han pasado por el juzgado en calidad de imputados todos los personajes integrantes de la junta directiva del Instituto Nóos salvo uno», les indicó. «La única que falta es la Infanta. Ha declarado la esposa de Diego Torres (ex socio de Urdangarin) y sus cuñados. Nadie, absolutamente nadie, va a entender que hagamos una excepción con la Infanta cuando con menos motivos hemos llamado a los demás».

«La puedes citar como testigo», asegura Castro que le respondió el fiscal, «aportando una solución que ni él mismo se creía». «No, Pedro. Su intervención en los hechos no permite llamarla como testigo». Acto seguido, abunda el instructor de la primera investigación por corrupción que afectaba a la Familia Real, sacó de la chaqueta «dos folios». «Mirad, esta es la resolución que elaboré anoche, está calentita como los churros recién hechos, donde expongo las razones que justificarían llamarla. No la he notificado a nadie. Sois los primeros en conocerla; ni tan siquiera le he puesto fecha porque antes quería comentarla con vosotros».

El juez José castro y el fiscal Pedro Horrach, en 2009.

El juez José castro y el fiscal Pedro Horrach, en 2009.EFE

«’Bien, no tienes que darte prisa. ¿Puedes esperar un poco?’, dijo Pedro ocultando lo que realmente pensaba», abunda Castro que respondió el fiscal. «Por supuesto que sí, pero no mucho», le indicó.

A partir de ese momento, Castro recuerda que se vio en persona con Horrach al menos «tres veces más» entre 2013 y 2014 para tratar este asunto en el club de pescadores de Levante, enfrente de su casa. Durante la segunda cita, Horrach le pidió de nuevo que «demorara la imputación», aludiendo a que el letrado de Torres le había «prometido» que iba a aportar «unos documentos que incriminarían altamente a la Infanta». «No te precipites y así actuaremos sobre seguro», le suplicó.

Ya en la tercera, Horrach le confesó que «en breve iría a Madrid a entrevistarse con Antonio Salinas (entonces fiscal jefe Anticorrupción)». «Pepe, ¿puedo entregarle la copia del auto de imputación?», le preguntó Horrach a Castro. «Por supuesto, haz con ella lo que quieras, pero ten en cuenta que es una especie de borrador, que ni tan siquiera tiene fecha».

Fue en la siguiente reunión cuando se iniciaron las hostilidades. «Lo siento, pero tengo que recurrir tu auto», le espetó Horrach. «Su ‘lo siento’ no obedecía a ningún lamento interno. Si había ido a Madrid a entrevistarse con Salinas y a su vuelta tenía que recurrir la imputación no había que ser un lince para intuir que una cosa estaba íntimamente asociada a la otra». «Te lo han impuesto en Madrid», le replicó airado Castro. «No era una pregunta sino una afirmación de la que sería imposible que se me pudiera convencer de lo contrario», detalla el juez en su libro. «En absoluto. Salinas me ha mostrado su total respeto a que yo tome la decisión que crea más conveniente y pienso que esta lo es. Lo de recurrir es cosa mía», aseveró Horrach.

«A Horrach le había sentado mal que yo le pudiera considerar una especie de marioneta cuyos hilos se manejaran desde Madrid, pero hasta un aprendiz de jurista de medio pelo sabía que los fiscales son un cuerpo profundamente jerarquizado (…). Muy ingenuo habría de ser para que la imputación de una Infanta de España no fuera uno de ellos».

Apenas unos días después, el 3 de abril de 2013, coincidieron en un pasillo y Horrach le preguntó a Castro «si había introducido alguna modificación en el auto de imputación de la Infanta». «Le contesté que todo lo más alguna insignificante corrección de erratas y que en cuanto llegara al juzgado le pondría la fecha».

A renglón seguido, se desencadenó lo que Castro denomina «una guerra que yo nunca quise». «Estaba claro que Horrach ya tenía preparado desde un principio el recurso. Si no, carecería de interpretación lógica que me preguntara si había en el auto alguna modificación que obligara a revisarlo». «Dos días más tarde interpuso directamente un recurso de apelación en la Audiencia Provincial en el que se había pasado de rosca».

«Aquello no era una sana discrepancia jurídica, sino una provocación y, lo que era aún peor, una manifiesta acusación de prevaricación». «Calificaba mi resolución como de trato discriminatorio hacia la Infanta, de deformar la verdad material para ajustarla a expectativas o sospechas personales». «Entonces lo entendí todo», razona Castro. «A Pedro se le ordenó desde Madrid que por nada del mundo debería consentir que una Infanta de España tuviera que acudir a un juzgado a declarar como imputada».

Tras confirmar la Audiencia la citación de Cristina de Borbón, Castro desvela que Horrach reaccionó desairado trasladando a la abogada de la Comunidad que ambos habían «ido a la Audiencia a convencer a los magistrados». Agrega que todavía recibió un mensaje de Horrach cuando meses después prosiguió con sus pesquisas. «Enhorabuena. Te felicito. Te lo has currado». «En ese momento ya nos habíamos devuelto las fotos, los regalos e incluso repartido las amistades. Que me dijera eso, la verdad, no me lo esperaba, pero había una segunda parte: deseaba que nos entrevistáramos».

«Acababa de iniciarse la ejecución del plan diseñado por Pedro con el visto bueno del fiscal jefe Anticorrupción y yo, sin saberlo, sin tener ni puta idea, había encajado en él como un dedo en un dedal». «Pepe, te propongo una cosa. No recurriremos tu auto», le dijo el representante del Ministerio Público. «La Infanta comparecerá voluntariamente el día que fijes. Le tomas declaración y, acto seguido, yo te pido el sobreseimiento y tú lo acuerdas. ¿Estás de acuerdo?». «Tras esta conversación, para mí quedó meridianamente claro el panorama que tenía delante», afirma Castro.

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