Publicado: julio 27, 2025, 7:24 am
En 1999, chatear desde el ordenador era una novedad. Hoy, hacerlo desde el móvil es lo más normal del mundo. Entre uno y otro extremo han pasado 26 años, los mismos que han transcurrido desde el nacimiento de MSN Messenger, la plataforma de mensajería que definió una época, hasta el dominio absoluto de WhatsApp, la app que usamos a diario sin apenas pensar en ello.
Aunque ambos servicios comparten el mismo objetivo —comunicarnos con otras personas a través de texto— lo cierto es que la forma de relacionarnos ha cambiado tanto como la tecnología que usamos. Y no es solo una cuestión de velocidad o de funciones. Es un cambio de mentalidad.
Hacemos un repaso a cómo ha cambiado todo y a las principales diferencias entre estas dos plataformas.
De sentarse frente al PC a tenerlo todo en el bolsillo
Con ‘El Messenger’ había que esperar a llegar a casa, encender el ordenador, conectarse a Internet (con suerte, sin que nadie levantara el teléfono fijo y te lo impidiera) y abrir el programa. Y ahí, si el otro también estaba conectado, podías chatear.
Con WhatsApp el chat nos acompaña en el bolsillo todo el día. No hay horarios ni espacios definidos para hablar. Lo hacemos mientras caminamos, mientras trabajamos o incluso mientras comemos.
El estado ya no se escribe: se sobreentiende
Una de las grandes señas de identidad de Messenger eran los estados personalizados. No solo elegías entre ‘Disponible’, ‘Ausente’ o ‘No molestar’, sino que podías escribir lo que quisieras: una indirecta, una canción, un “conectado pero no para ti”.
Hoy, WhatsApp te deja escribir una frase en tu perfil, pero la mayoría ni la mira. Lo que manda ahora es el ‘En línea’, la última hora de conexión y ese doble check que, aunque parezca discreto, lo dice todo.
‘Nicknames’ con personalidad vs nombres sin historia
Como decimos, la personalización era clave en Messenger. El nombre de usuario era una declaración de intenciones: emojis, colores, letras cambiadas, frases filosóficas y hasta el título de la canción que sonaba en tu Windows Media Player.
En WhatsApp el nombre suele ser tu nombre real y poco más. Si bien ahora trabaja en una función al estilo Telegram para poner nombres de usuario, la app pone el foco en el contenido de las conversaciones, no en lo que dices sobre ti mismo antes de empezarlas.
¿Dónde quedaron los zumbidos?
Ninguna comparación entre Messenger y WhatsApp estaría completa sin hablar del zumbido. Ese temblor de pantalla que interrumpía todo lo que estabas haciendo y que servía, básicamente, para decir: “Estoy aquí, respóndeme”.
WhatsApp no tiene nada parecido. Puedes mandar veinte mensajes seguidos, pero no puedes ‘sacudirle’ el teléfono a nadie. El zumbido era molesto, sí, pero también tenía un punto entrañable que ha quedado para siempre en la memoria colectiva.
Las conversaciones no eran eternas
En Messenger, las conversaciones no quedaban guardadas automáticamente. Si querías conservar un chat, tenías que activarlo manualmente o copiarlo en un documento.
Con WhatsApp, sin embargo, todo queda registrado por defecto. Puedes volver a una conversación de hace años con solo deslizar el dedo.
Videollamadas: de lujo a rutina
Aunque MSN incorporó videollamadas con webcam en sus últimas versiones, no eran precisamente fluidas. La conexión se cortaba con frecuencia y la calidad era baja. Hoy, WhatsApp permite hacer videollamadas con buena calidad, en grupo y desde cualquier lugar. Lo que antes era un logro técnico, ahora es una función más del día a día.
El ‘me han bloqueado’ era una teoría
Saber si alguien te había bloqueado en ‘El Messenger’ era toda una incógnita. Había webs que prometían revelarlo y foros llenos de trucos más o menos fiables. En WhatsApp, bloquear a alguien tiene señales mucho más claras: no puedes ver su foto, su estado ni su última conexión. La duda ha dejado paso a la evidencia.
La forma de escribir también ha cambiado
MSN Messenger fue el auge del lenguaje abreviado, con los ‘TQM’ —o, peor aún, los ‘TKM’— y los ‘xq’ bailando en todos los chats, con combinaciones de letras y números y emoticonos personalizados que a veces sustituían palabras enteras.
Por suerte, en WhatsApp hemos ido dejando atrás ese estilo que hacía algunos —me incluyo— sangrar los ojos. Se usan emojis, sí, pero se escribe más correctamente. Además, en muchas ocasiones, los audios han sustituido muchas veces al texto.
Más fácil agregar, más difícil desaparecer
En MSN Messenger para agregar a alguien necesitabas saber su correo electrónico. Si no lo tenías, no podías hablar con esa persona.
WhatsApp funciona con el número de móvil: mucho más directo, pero también más invasivo. Hoy cuesta más desaparecer del radar digital de alguien, incluso cuando quieres hacerlo.
Del archivo adjunto a la vida multimedia
Compartir archivos en Messenger era lento y a menudo fallaba. Enviar una foto requería algo de paciencia.
Hoy, WhatsApp permite compartir casi cualquier cosa: fotos, vídeos, notas de voz, ubicaciones, contactos, encuestas… es otra dimensión, mucho más ágil y variada, pero, curiosamente, también más efímera: pocas cosas se quedan ya guardadas porque la mayoría tenemos por defecto que no se archive lo que nos pasan, principalmente para no llenar la galería del móvil de memes.
A no ser, claro, que utilices el truco de tu propio chat como contenedor de archivos, listas, enlaces y documentos que quieres recordar. Aunque corres el riesgo de que acabe siendo un cajón de sastre que no vuelvas a consultar nunca.
Privacidad: antes tenías que hacerte ‘invisible’
La única manera en la que podías evitar que te acribillaran a mensajes en ‘El Messenger’ era conectarse en modo ‘invisible’ y así pasar desapercibido en la plataforma.
WhatsApp ha cambiado las reglas: puedes ocultar tu última conexión, tu foto o tu estado, pero también puedes saber quién ha leído tus mensajes y cuándo.
Una evolución inevitable… pero con algo de nostalgia
MSN Messenger se apagó definitivamente en 2013, aunque muchos lo recordamos como si hubiera cerrado ayer. WhatsApp, en cambio, está en constante evolución: ha integrado llamadas, pagos, canales de difusión, mensajes que desaparecen y funciones de inteligencia artificial. Ha cambiado por completo nuestra forma de estar en contacto.
Lo curioso es que, pese a ser más potente, más rápido y más completo, WhatsApp no ha conseguido igualar la huella emocional que dejó ‘El Messenger’. Quizá porque antes chatear era un momento especial del día. Ahora es solo una parte más del ruido constante.