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Vivir en una ciudad tiene un problema más allá del ruido: la luz de sus farolas y los carteles

Publicado: noviembre 7, 2025, 3:23 pm

Vivir en una ciudad tiene un problema más allá del ruido: la luz de sus farolas y los carteles

Vivir en una gran ciudad está asociado a convivir con una gran cantidad de luz artificial. Farolas LED, pantallas, letreros, tráfico… una gran contaminación lumínica que sin duda es una de las huellas más visibles del progreso urbano. Pero esto es algo que no solo afecta a la biodiversidad o al sueño, ya que un estudio presentado en la American Heart Association Scientific Sessions 2025  apunta a que también podría estar vinculado a un mayor riesgo de enfermedad cardiovascular

En la actualidad los pueblos se están quedando desolados, y los ciudadanos se están concentrando en las grandes ciudades por las grandes oportunidades laborales o de entrenamiento que tienen. Pero siempre hay diferentes inconvenientes, siendo el ruido posiblemente uno muy molesto (sobre todo para dormir y descansar), pero la luz es también algo que se debe explorar. 

Hace pocas semanas el tema del momento sin duda estaba en el cambio horario y en por qué los expertos apuntan a que el horario de invierno es el mejor pese a que anochezca realmente pronto. Un debate que se centra en nuestros ciclos circadianos y la luz solar, pero también hay que tener pendiente la gran exposición a luces artificiales que tenemos sobre todo en grandes ciudades. 

El estudio. La investigación, desarrollada por el equipo del cardiólogo Shady Abohashem, del Hospital General de Massachusetts y la Escuela de Medicina de Harvard, analizó los datos de 466 adultos de Boston sin patologías cardíacas activas. Los investigadores cruzaron sus escáneres cerebrales (PET/CT) con imágenes satelitales del brillo nocturno urbano procedentes del New World Atlas of Artificial Night Sky Brightness

El resultado era bastante claro en este caso: cuantos más niveles de luz artificial nocturna había en donde vivían, mayor era la actividad cerebral relacionada con el estrés y mayor la inflamación de las arterias. Dos indicadores clave de riesgo cardiovascular, que sin duda hace saltar todas las alarmas. 

Si lo ponemos en cifras concretas, el riesgo de desarrollar una enfermedad cardiovascular a los cinco años es del 35% superior a las personas que residen en las grandes ciudades. Pero puesta la vista en los diez años este riesgo se sitúa en el 22%. 

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Su mecanismo. Para poder entender el porqué de estos datos, nos tenemos que ir al cerebro. Cuando este órgano detecta la luz durante la noche (momento donde en teoría debería haber completa oscuridad), se activa el eje de estrés hipotalámico. Esa respuesta, mantenida en el tiempo, puede provocar inflamación en todo el organismo y sobre todo aterosclerosis, tal y como se ha demostrado en estudios sobre estrés crónico y enfermedad cardiovascular. Este fenómeno sugiere Abohashem, explicaría cómo un factor ambiental aparentemente inofensivo podría integrarse en la ecuación de riesgo cardíaco.

Julio Fernández-Mendoza, experto en medicina del sueño y autor de la reciente declaración científica de la American Heart Association sobre salud circadiana y cardiometabólica, lo resume así: “La luz artificial nocturna suprime la melatonina y desajusta el reloj interno. Esto altera la presión arterial, el metabolismo y la función endotelial. Este nuevo estudio muestra cómo esa alteración puede observarse incluso a nivel cerebral y arterial”.

Más evidencia. Pero este estudio no es aislado, ya que la idea no es nueva y ya hay bibliografía que la va apoyando. Por ejemplo, un estudio de cohorte con más de 400.000 personas en Corea del Sur ya observaba que vivir en zonas más iluminadas aumentaba el riesgo de infarto y accidente cerebrovascular. Lo mismo ocurrió en China con un trabajo que detectó que la exposición prolongada a luz urbana aumentaba la incidencia de enfermedad coronaria en adultos mayores.

Además, una revisión publicada en Sleep Medicine Reviews  explica cómo la luz artificial puede alterar la secreción de melatonina, modificar el ritmo circadiano y activar reaccionas inflamatorias de bajo grado en humanos. Al final todos los ingredientes para que nos expongamos a una alteración en nuestro sistema. 

Qué podemos hacer. Aunque el nuevo trabajo es observacional y todavía no ha sido revisado por pares, sus autores sugieren medidas concretas que podrían tener impacto real: reducir iluminación callejera innecesaria, implementar sensores de movimiento en zonas residenciales, elegir tonalidades cálidas (menos azules) y, en casa, mantener los dormitorios oscuros y libres de pantallas antes de dormir.

Al final la idea es la que siempre hemos repetido: mantener una buena higiene del sueño. Algo que se consigue evitando mirar el móvil minutos antes de dormir o incluso separar la cena de la hora de acostarse para poder mantener las mejores condiciones para nuestro cerebro. 

Imágenes | Nao Ya DESIGNECOLOGIST

En Xataka | La ciencia lleva décadas tratando de averiguar cuál es la mejor hora para irse a dormir. Y ya está cerca de una respuesta

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La noticia

Vivir en una ciudad tiene un problema más allá del ruido: la luz de sus farolas y los carteles

fue publicada originalmente en

Xataka

por
José A. Lizana

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