Publicado: julio 23, 2025, 10:23 pm
Rusia dio un golpe de efecto esta semana revelando un vídeo de pocos minutos. En el mismo se preciaba el interior de lo que han denominado como “la mayor fábrica secreta de drones de combate del planeta”, ubicada en algún punto de Alabuga, en la región de Tartaristán. La pieza nos mostraba un ejército descomunal de drones con sus trabajadores ensamblando las piezas. Sin embargo, había algo más: la mayoría no eran adultos, eran adolescentes.
Un videojuego y una guerra. La historia es parte de una investigación y exclusiva del medio de comunicación ruso en el exilio The Insider. Al parecer, desde el verano de 2022, bajo la apariencia de una plataforma educativa y de entretenimiento llamada Berloga (“Guarida del oso”), Rusia ha estado reclutando a cientos de miles de escolares en un sistema progresivo de formación técnico-militar enfocado en el desarrollo y uso de drones, camuflado tras videojuegos, concursos y programas con incentivos académicos.
El juego, aprobado personalmente por Putin y presentado simbólicamente en la ciudad ocupada de Sebastopol, introduce a los niños en una narrativa infantil en la que “osos inteligentes” defienden el recurso vital de unos insectos “abejas”, una alegoría apenas disimulada donde los osos son Rusia y las abejas ucranianos. Desde los primeros niveles del juego hasta la participación en competiciones presenciales y el ensamblaje físico de drones, los niños son guiados a lo largo de una ruta diseñada para transformarlos en técnicos y operarios útiles para el complejo militar ruso, todo mientras se les asegura que “no deben decir que es para la guerra”.
Del mando al soldador. Berloga no es una iniciativa aislada, sino la puerta de entrada a una red educativa más amplia construida por la denominada como Agencia para Iniciativas Estratégicas (ASI) del Kremlin, en la que confluyen clubes tecnológicos NTI, la plataforma de seguimiento de logros estudiantiles Talant y el intensivo nacional Archipiélago.
Estos programas se conectan entre sí mediante concursos como Grandes Desafíos, en los que miles de estudiantes trabajan en soluciones a problemas “tecnológicos” (que con frecuencia tienen fines militares encubiertos) propuestos por empresas asociadas al Estado ruso.
Captura de pantalla del concepto de un vehículo de lanzamiento superpesado con un sistema de lanzamiento basado en agua del programa «Grandes Desafíos»
Mentes privilegiadas a la guerra. Contaba el medio que los estudiantes que destacan son recompensados con puntos extra en el examen nacional EGE, becas presidenciales y entradas directas en empresas del sector defensa, como Geoscan, Yakovlev o Almaz-Antey.
Las tareas que se les presentan van desde la mejora de la navegación de UAVs hasta el diseño de vehículos no tripulados lanzables desde plataformas flotantes, pasando por sistemas de detección automatizada de drones y cargadores láser para uso táctico. Aunque se les exige justificar los proyectos como si fueran de uso civil, los propios estudiantes admiten que se trata de una formalidad: el objetivo real es militar.
Niños ingenieros. Los adolescentes que participan en estas competencias y redes de formación no solo programan o diseñan prototipos, sino que algunos (relatados en la investigación por ellos mismos) entrenan soldados, montan drones FPV y trabajan para laboratorios militares encubiertos a cambio de contratos por obra con el consentimiento de sus padres.
Los componentes que utilizan en los concursos son los mismos que luego emplean en las versiones operativas de sus creaciones. Dicho de otra forma, el conocimiento fluye directamente hacia el frente.
Tecnología dual. En uno de lo de los casos, un joven llamado Stas desarrolló un dron kamikaze de bajo coste para sustituir modelos actuales del ejército ruso cuyo precio supera los 10.000 dólares por unidad. Otro, Vladislav, colaboró con una empresa estatal para probar equipos de guerra electrónica sobre su propia plataforma aérea.
Las empresas, como Geoscan o Yakovlev, segmentan sus operaciones entre ramas civiles y militares, una práctica común que permite mantener la fachada de legalidad frente a las sanciones internacionales. Esta estructura de “tecnologías duales” es celebrada por funcionarios como el viceministro de Comercio Vasili Shpak, quien sostiene que ya no existe una distinción clara entre lo civil y lo militar. La línea narrativa oficial apunta a un futuro en el que toda innovación tecnológica será automáticamente aprovechable para el conflicto bélico.
Una foto del canal oficial de Telegram de Zarnitsa 2.0
Entrenamiento militar infantil. La implicación infantil en estos programas va más allá del aprendizaje técnico. Aquí parece la intensiva Archipiélago, que en sus inicios abarcaba diversos sectores, y se ha reconvertido en un curso casi exclusivamente centrado en drones. Incluye ejercicios como reconocimiento, evasión electrónica, lanzamiento de drones desde estaciones terrestres o búsqueda de objetivos con cámaras térmicas.
En paralelo, Berloga se alió en 2024 con Zarnitsa 2.0, la versión moderna de un juego militar soviético. El programa, financiado con millones de rublos del presupuesto estatal, ha entrenado a decenas de miles de escolares entre los 7 y los 21 años en el uso de armas de aire comprimido, desensamblaje de fusiles AK-47, vuelo de drones y elección de especialidades militares como zapador, operador de UAV o instructor político.
Discrepancias. Algunas escuelas se han quejado de que tanto alumnos como profesores se han visto forzados a participar. Zarnitsa es gestionada por el movimiento juvenil Yunarmiya (Ejército Joven), vinculado al Ministerio de Defensa y que en 2025 recibirá más de mil millones de rublos en subsidios. Para las autoridades rusas, el objetivo parece claro: detectar talento militar desde edades tempranas y canalizarlo hacia la industria de defensa.
Pedagogía bélica. Hay mucho más, ya que la investigación subraya que este reclutamiento masivo y silencioso de menores para fines bélicos está siendo institucionalizado con apoyo explícito del Kremlin. Putin ha ordenado competencias de drones para niños desde los 7 años, y nuevas materias escolares centradas en seguridad nacional incluyen entrenamiento con UAVs. La meta oficial es lograr “soberanía tecnológica” para 2030, y se espera que los adolescentes de hoy se conviertan en los operadores militares del mañana.
Funcionarios como el viceministro de Educación Dmitry Afanasyev defienden la formación de niños en tecnología militar bajo el pretexto de que “no hay aplicaciones puramente civiles”. En sus palabras, incluso un operador de drones agrícolas debe tener competencias de combate, como ocurre en China. Así, Rusia está institucionalizando una pedagogía de guerra donde el niño deja de ser ciudadano en formación y pasa a ser un recurso militar anticipado.
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Derechos del niño. La utilización de menores en la producción y desarrollo de armamento no solo parece inmoral, sino que representa una violación flagrante del derecho internacional. Expertos como el abogado Sergei Golubok adviertían en el medio que estos programas infringen la Convención sobre los Derechos del Niño y el Convenio 182 de la OIT, que prohíbe las peores formas de trabajo infantil.
Además, involucrar a niños en tareas relacionadas con una guerra de agresión (calificada como crimen en la legislación rusa e internacional) convierte a los organizadores en cómplices de un delito de guerra. La abogada Ekaterina Deikalo subrayaba que estos programas no solo vulneran tratados internacionales, sino que colocan deliberadamente a los menores en riesgo, al convertir los centros educativos en posibles objetivos militares legítimos para Ucrania.
Defensa vs adoctrinamiento. Mientras en Ucrania los programas escolares se limitan a formación en defensa civil, primeros auxilios y cursos para adultos sobre el uso de drones, en Rusia se está gestando una generación incapaz de distinguir entre tecnología civil y militar, entrenada desde la infancia para producir herramientas de guerra a cambio de ventajas académicas o laborales.
Así, según Insider, el Estado ruso no solo promueve este adoctrinamiento técnico, sino que lo normaliza como una “práctica educativa” legítima. En nombre de la soberanía tecnológica y la eficiencia militar, el Kremlin está moldeando el futuro de su juventud como mano de obra para la guerra, convirtiendo el patriotismo infantil en una cadena de montaje para drones que aniquilan.
Y lo que comienza con un videojuego de osos y abejas, termina en los campos de batalla de Ucrania.
Imagen | RawPixel, Wikimedia, Telegram
En Xataka | Rusia ha cambiado los drones Shahed por una bomba indetectable para Ucrania: los móviles de sus adolescentes
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La noticia
Un videojuego está reclutando a las mentes más brillantes de Rusia para la guerra. El problema es que todavía van al colegio
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Miguel Jorge
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