Publicado: octubre 8, 2025, 5:23 am
El genocidio en Gaza no acabará con un tratado de Paz. No es una guerra. Cuando el ejército genocida se retire, no habrá tropas que lo asedien, ni discusiones sobre fronteras nacionales, ni reparaciones de guerra. Tampoco hay un gobierno con quien negociar la paz. Hamás es un grupo terrorista con 1.200 muertos a sus espaldas y la Autoridad Palestina carece, precisamente, de autoridad alguna para las dos únicas cuestiones que pueden ayudar a que la matanza acabe: liberar a los secuestrados y que Hamás se disuelva. Pero, lo más importante, no hay una parte del conflicto que pueda decidir seguir luchando en lugar de claudicar ante un acuerdo humillante. En Gaza, la gente simplemente muere. En Gaza, hoy, no se está jugando el futuro de Palestina, sino la vida o la muerte, en las próximas horas y días, de cientos de niños inocentes e indefensos. Hamás retiene a los secuestrados para mostrar la ira de Israel ante el mundo, aun a costa de la vida de su propia población. Nadie les protege, apenas una difusa mala conciencia en algunos países europeos clama por ellos.
Hay que parar la matanza y, para que el genocidio acabe, puesto que de un lado hay una fuerza militar desproporcionada y, del otro, únicamente población indefensa, solo hace falta que el genocida deje de matar. Bienvenido, pues, ese tuit largo y HERMOSO!!! con el que el infantil presidente de EEUU nos quiere hacer creer que tiene un plan de Paz. Una Orden Ejecutiva firmada en la servilleta de un bar habría tenido el mismo valor. Quizás habría sido más corta y, por lo tanto, menos vergonzosa. EEUU, cómplice del genocidio, vendedor de las armas con las que se masacra la población gazatí y responsable directo de que la ONU no haya interpuesto fuerzas de paz para salvar miles de vidas de inocentes, por algún motivo inescrutable, ha decidido que su socio y subordinado debe dejar de asesinar a la vista del mundo. Bien está si los secuestrados vuelven con sus familias, el ejército de Israel se retira y entra ayuda humanitaria. Porque todo lo demás que ese largo y vergonzoso tuit describe son fantasías. Algunas aberrantes, otras puro sentido común, que aun así, nadie sabe cómo se lograrán.
Con la ayuda humanitaria en la zona, empieza el trabajo, no acaba. Ni es cierto que el supuesto plan de paz condene a Gaza a un dominio colonial, ni hay nada en tan excelso documento jurídico que impida que Netanyahu acabe ante la Corte Penal Internacional. De hecho, es a los criminales de Hamás a los que se «indulta», como si no supieran, ellos y sus familias, que los servicios secretos israelíes les darán caza, uno a uno, como vienen haciendo con sus enemigos durante años, al margen de toda ley internacional y divina. No, lo mejor del tuit largo y HERMOSO!!! es precisamente que no obliga a nadie, que ningún Estado, ni ningún organismo internacional debe ratificarlo. El genocida y sus cómplices, en lugar de mandar soldados a la zona, mandarán un ejército de burócratas y contratistas, bajo la atenta mirada de los muy democráticos países árabes.
Quedará en las manos de los países que han reconocido el Estado Palestino apoyar económica y políticamente a la Autoridad Nacional Palestina para que el odio y el terrorismo no sean la única salida de una población sometida a condiciones inhumanas durante décadas. Y habrá que convencer a EEUU de que no hay más solución que imponer dos Estados, bien separados, pues el dolor y el odio recíproco ante la matanza de Hamás y el genocidio del ejército israelí solo han hecho que aumentar. Esa noticia, el reconocimiento por EEUU de dos Estados, bien valdría otro nuevo tuit largo y HERMOSO!!!
A las víctimas de la matanza les falló Hamás, sus carceleros. Les falló Israel la «única democracia de la región» capaz de perpetuar un genocidio. Les falló la legalidad internacional, aún sometida a los intereses de las potencias militares que la financian, incapaz de cumplir la Responsabilidad de Proteger (R2P) que obliga a los estados miembros de la ONU a intervenir para proteger a las poblaciones en riesgo de genocidio, crímenes de guerra, depuración étnica y crímenes de lesa humanidad. Les falló Europa, siempre débil, siempre tarde. Les falló Alemania y Francia y, con ellos, la comunidad Judía internacional, quienes no han entendido, casi un siglo después, que la vergüenza del Holocausto no lo fue porque las víctimas fueran judías, sino porque eran víctimas inocentes e indefensas.
El «Nunca Más», el compromiso de no olvidar el pasado, de oponerse a quienes niegan la Shoá, de prevenir nuevos genocidios, nunca fue un «Nunca Más a los Judíos» sino un «Nunca Más a la humanidad». Que quienes fueron víctimas en el siglo XX sean los verdugos en el siglo XXI solo hace el genocidio mucho más doloroso. Qué ocasión perdida para dejar atrás el tribalismo religioso y abrazar la única fe por la que vale morir, el derecho de los demás.
Tras un genocidio no hay gloria, ni victoria. Solo vergüenza. La única pregunta que queda es la que cada cual se puede hacer a sí mismo: ¿y yo qué hice para evitarlo? No habrá banderas tan grandes que tapen la vergüenza de Israel. Tras el jolgorio ultranacionalista que montará Netanyahu cuando los secuestrados vuelvan a casa, solo quedará aislamiento e incomprensión, odio y dolor. ¿Cómo fue posible la masacre del 7 de octubre sin que los servicios secretos más poderosos del mundo lo supieran? Y, sobre todo, ¿qué has hecho, Israel, con la democracia? Quizás tus vecinos ya hayan ganado y seas tú, también, un gobierno de fanáticos religiosos.
Pero tiempo habrá, que llegará. Hoy, lo urgente es parar la matanza y que la ayuda humanitaria entre en Gaza. Mañana, habrá que seguir luchando para que los palestinos, los que quedan vivos, recobren algo de su gobierno y acaben con Hamás. Y los demás, logremos que Netanyahu y su gobierno sean juzgados por crímenes de lesa humanidad.