Publicado: diciembre 19, 2025, 8:24 pm
La órbita terrestre baja —la franja del espacio situada a menos de 2.000 kilómetros de altura— está cada vez más concurrida. En los últimos años, miles de satélites han sido lanzados para ofrecer servicios como internet desde el espacio en cualquier rincón de nuestro mundo, observación de la Tierra o comunicaciones.
El mayor actor en este escenario es Starlink, el proyecto para ofrecer internet satelital de la compañía aeroespacial de Elon Musk, SpaceX. Desde 2019 ha lanzado más de 10.000 satélites al espacio y la red ya da servicio a más de 8 millones de suscriptores en todo el mundo, incluida España.
Este crecimiento acelerado tiene efectos colaterales: más riesgo de colisiones, más basura espacial, problemas para la astronomía —por el brillo de los satélites— y una mayor complejidad para gestionar el tráfico espacial. Y esta semana, uno de esos riesgos se ha materializado.
Un satélite pierde el control en plena órbita
El pasado 17 de diciembre, uno de los satélites de Starlink, identificado como el 35956, sufrió una anomalía grave mientras orbitaba a unos 418 kilómetros de altitud, lo que provocó la pérdida total de comunicación con la nave.
Según ha explicado oficialmente SpaceX, el fallo provocó el venteo del tanque de propulsión, una rápida caída de su órbita —con una reducción de unos cuatro kilómetros— y la liberación de un pequeño número de objetos rastreables, es decir, fragmentos que ahora deben ser vigilados desde la Tierra. “El 17 de diciembre, Starlink experimentó una anomalía en el satélite 35956, lo que provocó la pérdida de comunicación con el vehículo a 418 km”, explica la compañía en su comunicado.
¿Por qué es preocupante un incidente así?
Cuando un satélite pierde el control y genera fragmentos, aunque sean pocos, se incrementa el riesgo de que esos restos choquen con otros satélites operativos. En un entorno tan saturado como la órbita baja, un solo incidente puede obligar a maniobras de evasión, afectar a servicios activos o, en el peor de los casos, provocar una reacción en cadena de colisiones.
Por eso, SpaceX ha activado protocolos de seguimiento y se está coordinando con la Fuerza Espacial de Estados Unidos y con la NASA para monitorizar tanto el satélite como los objetos liberados.
La compañía insiste en que, pese al fallo, el satélite está prácticamente intacto, aunque girando sin control, y que su destino ya está marcado: volverá a entrar en la atmósfera terrestre en las próximas semanas, donde se desintegrará por completo.
Además, SpaceX subraya que la trayectoria del satélite queda por debajo de la Estación Espacial Internacional, por lo que no supone ningún peligro para el laboratorio orbital ni para su tripulación.
SpaceX promete medidas para evitar que se repita
Como “el mayor operador de constelaciones de satélites del mundo”, SpaceX reconoce la gravedad del incidente y asegura que lo está abordando con prioridad. Afirma que sus ingenieros “trabajan con rapidez para identificar y mitigar la causa de la anomalía” y ya están implementando mejoras de software en otros satélites para reducir el riesgo de que vuelva a ocurrir.
“Nos tomamos estos eventos muy en serio”, asegura la compañía, que destaca su compromiso profundo con la seguridad espacial.
