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Un matón y un pelota en La Haya

Publicado: junio 27, 2025, 4:23 am

El 2 de diciembre de 1981 España comunicó formalmente a la OTAN su intención de adherirse al tratado de Washington. La respuesta fue casi inmediata, el Consejo del Atlántico Norte envió su invitación para iniciar el proceso de adhesión. Uno de los miembros de la delegación española que participó en dicho proceso me comentó la buena disposición y el gran interés de la Alianza en facilitar la incorporación. Contaba también que lo que realmente les importaba de la musculatura militar de España, en términos generales bastante anticuada, eran las unidades de la marina con fragatas relativamente modernas y bien equipadas y, sobre todo, la Guardia Civil. Razonaban su especial atención por este cuerpo en el hecho de que tuviera una gran capilaridad, disponiendo de efectivos en cualquier lugar del territorio nacional por agreste o remoto que fuera.

Para la OTAN, en aquel entonces, el valor estratégico de España era su situación geográfica tras el muro natural de los Pirineos y en consecuencia la retaguardia más segura ante un supuesto ataque masivo de los blindados del Pacto de Varsovia, el gran enemigo potencial de Occidente. La Guardia Civil era el cuerpo perfecto para conjurar posibles sabotajes en carreteras y puentes en ese hipotético escenario. España además ponía a disposición de la OTAN el aeródromo de Torrejón, con la pista de aterrizaje más larga de Europa, y todas las posibilidades que ofrecía su posición en el Estrecho.

Cuando Donald Trump se permitió el lujo de señalar a España afirmando que el nuestro era un país famoso por su poca contribución al gasto común en defensa, olvidaba o ignoraba cuál era nuestra contribución real a esa estructura militar. Es verdad que en términos estrictamente económicos España ha sido austera en el gasto en defensa. El no haber participado en las dos grandes guerras, la polarización sobre la entrada en la OTAN o el rechazo a la guerra de Irak configuraron una conciencia colectiva muy diferente a la que otros socios de la Alianza tienen sobre el gasto en defensa. La invasión de Ucrania, la actitud de Putin y los reiterados desprecios de Trump hacia Europa han ido evolucionando en poco tiempo esa cultura en favor de una defensa europea menos dependiente de un socio tan poco fiable como el que hoy ocupa la Casa Blanca.

Alcanzar el 2% del PIB en seguridad y defensa este año, cuando se venía de un 1,3%, parecía un incremento razonable sin que los objetivos de reducción del déficit público marcados por la UE se vieran demasiado comprometidos. El problema surgió cuando al presidente norteamericano se le ocurrió exigir a todos los socios atlánticos que inviertan en defensa un 5% del PIB, algo que no hace ni siquiera Estados Unidos que, a pesar de su gigantesco presupuesto militar, apenas pasa unas décimas del 3%. A Trump no le preocupa la defensa de Europa, su pretensión real es que los europeos vaciemos nuestros bolsillos comprándole armas a la industria norteamericana de defensa de la que los aliados de la OTAN son su principal cliente, hasta el punto de alcanzar el 70% de las adquisiciones militares.

Las exigencias de Washington han tenido como valedor al secretario general de la Alianza, el neerlandés Mark Rutte, quien dejó al descubierto su mezquino servilismo felicitando a Trump por su victoria porque «Europa pagará a lo grande». Ni Rutte ni Trump parecen entender que la OTAN la componen países soberanos que comprometen a la Alianza sus capacidades militares y que en eso España nunca ha fallado. Europa no debiera consentir las imposiciones y amenazas de ningún matón por poderoso que sea. Por favor, un poco de dignidad.

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