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Ucrania y Rusia no solo libran una guerra de drones: también de engaños

Publicado: octubre 24, 2025, 6:23 pm

Ucrania y Rusia no solo libran una guerra de drones: también de engaños

La frase fue literal de un alto mando ucraniano. La guerra que libran desde la invasión rusa en 2022 es lo más parecido en la actualidad a la caza del gato y el ratón. En el actual conflicto asimétrico entre Rusia y Ucrania, donde cada noche se libra una suerte de guerra sobre infraestructuras energéticas, lo que ha puesto en alerta a ambos mandos no es solo el efecto destructivo de los drones armados, sino la expansión masiva de señuelos baratos que obligan a gastar defensas.

Curiosamente, Rusia y Ucrania han recurrido a lo mismo: la Segunda Guerra Mundial.

Alarma. Mientras los Shahed rusos provocan apagones y los Lyutyi y FP-1 ucranianos prenden refinerías, ambas partes emplean señuelos cuyo objetivo es saturar, engañar y agotar la capa de interceptación enemiga, y es precisamente esta lógica de multiplicación (la eficacia no solo del impacto directo sino de la distracción) la que convierte a esos decoys (señuelos) en un multiplicador estratégico capaz de amplificar una campaña ya de por sí lesiva.

El precedente histórico. La táctica no es nueva: la historia militar moderna contiene ejemplos paradigmáticos, desde los analemas de sombras hasta los jets-decoy del siglo XX. Y, de entre todos, el caso del ADM-20 Quail ilustra mejor que ninguno la conversión de la vulnerabilidad en ventaja mediante imitadores transitorios que consumen recursos del defensor. 

El Quail, pequeño y barato respecto al bombardero que simulaba, llevaba reflectores y patrones sencillos de vuelo para engañar radares y obligar al gasto de interceptores caros. Hoy ese principio se aplica en miniatura y a escala industrial con plataformas fácilmente fabricables que, aunque carentes de capacidad letal, obligan al adversario a decidir si disparar un misil de cientos de miles de dólares o asumir el riesgo de dejar pasar lo que podría ser el blanco real.

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Un B-52 lanzando un señuelo Quail

La gama rusa y su papel. Moscú, que en 2024 industrializó el Shahed de origen iraní para saturar defensas, también produce señuelos como el Gerbera y la simple Parodiya; algunos son réplicas volumétricas con menor masa y alcance, otros incorporan equipos de guerra electrónica para explorar y marcar ubicaciones de radar, y algunos incluso llevan pequeños explosivos para herir a equipos de recuperación. 

Esa variedad persigue tres fines: infligir desgaste material en las reservas de misiles y misiles aire-aire, revelar posiciones de defensa, y complicar la discriminación radar con reflectores tipo Luneburg que hacen aparecer en las pantallas blancos del tamaño de vehículos más grandes. El resultado práctico es un aumento de falsos positivos que degrada la eficiencia de la cadena de defensa.

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Un Lyutyi

La gama ucraniana. Ucrania, más tardía en escalar su campaña de drones, ha combinado vehículos de ataque como el FP-1 o el Lyutyi con artificios low-cost diseñados en talleres locales (tubos plásticos, marcos de madera, foil metálico para incrementar sección de radar) para explorar corredores y distraer respuestas mientras las unidades que causan daño real toman otra ruta. 

Al funcionar como “pathfinders”, estos aparatos permiten a los planificadores ucranianos trazar y verificar rutas seguras, probar sectores de defensa y crear ventanas temporales de penetración. Dicho de otra forma, su atractivo radica en el coste reducido y en la facilidad de producción, que convierte al señuelo en un capital táctico repetible.

Señuelo ucraniano. Observe que la tapa del extremo es la misma que la tapa de la nariz en la imagen superior, parte de la ingeniería de valor.

Señuelo ucraniano

Asimetría de costes. La economía del enfrentamiento es brutalmente simple: un Shahed de unas decenas de miles de dólares puede forzar la respuesta con misiles aire-aire o surface-to-air cuyo precio por unidad puede multiplicar a los del blanco por factores de decenas o cientos. Lo hemos contado: ejemplos recientes, como Sidewinders o misiles similares, alcanzan precios que los hacen estratégicamente escasos. 

Esa relación coste-beneficio inclina las decisiones tácticas y políticas: ¿desperdiciar una capacidad crítica en posibles señuelos o retenerla y aceptar el daño? Su proliferación convierte la primera opción en una vía segura hacia el agotamiento de stocks y la segunda en una apuesta por la resiliencia local y la artimaña operativa.

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Señuelos Gerbera

Capacidades defensivas. Aunque Ucrania ha desarrollado unidades de artillería antiaérea y drones interceptores que han probado su eficacia, la defensa integral continúa dependiendo de misiles y sistemas que son finitos. La electrónica, la guerra de espectro y las unidades móviles aportan mitigación, pero la física del combate aéreo sigue ofreciendo oportunidades a quien dispone de volumen y creatividad para saturar. 

La introducción de decoys con componentes EW o relés de comunicaciones añade otra capa: no solo distraen, sino que pueden mapear defensas, degradar cadenas y amplificar ataques posteriores con precisión mayor.

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Evolución previsible. El escenario que dibuja la combinación de drones de ataque y de señuelos es dinámico: la mejora iterativa de decoys (más realistas, con mayores firmas electrónicas, con capacidades de engaño activo) emparejará el desafío técnico con contramedidas a su vez costosas (mejor discriminación, sensores multisensoriales, inteligencia más fina). 

A nivel estratégico, la proliferación de estas tácticas erosiona la sostenibilidad del uso intensivo de interceptores convencionales y presiona a las naciones a invertir en alternativas: misiles de bajo coste para defensa local, interceptores dirigidos por IA, despliegues móviles y mayor dependencia de guerra electrónica ofensiva. Mientras tanto, en el corto plazo, la táctica ucraniana de usar señuelos como multiplicador incrementa la probabilidad de daño material real en sistemas críticos rusos y pone en evidencia un temor legítimo en Moscú: que sus defensas se agoten antes de que se neutralice la amenaza real.

¿Entonces? Si se quiere, los señuelos funcionan como amplificadores de poder: no sólo por lo que destruyen, sino por lo que obligan al adversario a quemar, revelar o reconfigurar. La lección histórica del Quail aplicada a mini-UAVs provoca un dilema contemporáneo donde la economía, la logística y la innovación casera pueden inclinar el equilibrio táctico. 

Para Rusia, la proliferación de señuelos ucranianos representa una amenaza operacional y simbólica: la erosión de la ventaja en sistemas caros y la constatación de que la guerra moderna premia no solo la explosión directa sino la habilidad para manipular la percepción y el gasto del enemigo, transformando a los falsos blancos en un arma estratégica por derecho propio.

Imagen | Stahlkocher, GASTELLO DESIGN BUREAU, 

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La noticia

Ucrania y Rusia no solo libran una guerra de drones: también de engaños

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Xataka

por
Miguel Jorge

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