¿Tiene sentido la ocupación de Gaza? - Estados Unidos (ES)
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¿Tiene sentido la ocupación de Gaza?

Publicado: agosto 10, 2025, 6:23 am

Colin Powell fue un prestigioso general norteamericano, considerado por muchos de sus colegas como el militar más brillante de la segunda mitad del siglo XX. Para los españoles no debería de ser un desconocido porque, ya retirado y metido en política, desempeñó el puesto de Secretario de Estado a tiempo de echarnos una mano para resolver, con menos apuros de los que parecían posibles, la crisis de Perejil. De él se dice que llegó a darle al ministro de Asuntos Exteriores de Marruecos un plazo de diez minutos para que el rey Mohamed VI dejara de darle largas y se pusiera al teléfono… o sería él —era viernes a mediodía— quien se iría a jugar con sus nietos y le dejaría colgado. Es la ventaja de representar a la primera potencia del mundo, pero hay que saber aprovecharla.

Pero vamos a lo nuestro. Algunos años antes de ser arrastrado a la arena política por el mediocre —y ya es mucho decir— presidente Bush, el general Powell había escrito una serie de reglas para ayudar a los líderes de su país a tomar decisiones sobre el empleo de la fuerza militar. Merece la pena recordarlas porque tienen plena vigencia:

  1. ¿Está amenazado alguno de nuestros intereses vitales?
  2. ​¿Tenemos objetivos claros y alcanzables?
  3. ¿Se han analizado con profundidad los costes y los riesgos?
  4. ¿Se han agotado las vías no violentas para conseguir los objetivos políticos?
  5. ¿Existe una estrategia de salida para evitar un compromiso interminable?
  6. ¿Se han considerado todas las consecuencias de lo que vamos a hacer?
  7. ¿Nos apoya la opinión pública norteamericana?
  8. ¿Tenemos verdadero apoyo internacional?

Colin Powell defendía que, para que una campaña militar tuviera sentido, todas estas preguntas tenían que ser contestadas afirmativamente. Por desgracia, cuando el presidente Bush decidió invadir Irak ni siquiera reparó en lo que su Secretario de Estado había escrito cuando todavía llevaba el uniforme.

No hace falta decir que el mundo sería mucho mejor si la fuerza militar se empleara siempre bajo estas exigentes condiciones, y no solo en los Estados Unidos. Pero vamos ahora a la guerra de Gaza. Si Netanyahu tuviera que reflexionar sobre el mismo cuestionario antes de tomar sus últimas decisiones, me temo que solo podría responder afirmativamente a una de las preguntas, la primera de todas. En cambio, hay varias que merecen un no rotundo.

Empecemos por la segunda. Los objetivos que el controvertido primer ministro se plantea al dar a sus militares la orden de ocupar —él trata de evitar esta palabra, que tiene importantes consecuencias jurídicas— la ciudad de Gaza pueden ser claros: destruir a Hamás y rescatar a los rehenes. Pero ninguno parece estar a su alcance, sobre todo si de verdad quiere a los rehenes con vida y si interpreta que, para dar a Hamás por destruido, no basta arrebatarle el gobierno de la Franja —algo que ya está en su mano— sino que hay que capturar o matar a todos y cada uno de sus militantes.

Solo podemos imaginar la respuesta de Netanyahu a la tercera pregunta —démosle un voto de confianza a su Gobierno que quizá no merezca— y, admitiendo las enormes dificultades que plantea la cuarta —no me atrevería a juzgar si Israel ha negociado de buena fe, pero estoy seguro de que Hamás no lo ha hecho— la dejaremos también de lado por el momento. Vayamos, pues, directamente a la quinta.

¿Tiene Israel una estrategia de salida viable para la guerra de Gaza? El primer ministro asegura que sus tropas no se quedarán en la Franja permanentemente y que el gobierno local quedará en manos de «fuerzas árabes», aunque no tendrá ningún papel la Autoridad Palestina. ¿Qué «fuerzas árabes» están dispuestas a hacer ese trabajo para Israel sin el apoyo de aquellos a quien el propio Gobierno de Tel Aviv reconoció como representantes legítimos del pueblo palestino por los acuerdos de Oslo en 1993? Esa es, por desgracia, una pregunta que el primer ministro no cree necesario contestar… por lo que yo, recíprocamente, no veo ningún motivo para creer que existan.

Vayamos ahora a las dos últimas preguntas, las más sencillas de valorar. ¿Tiene Netanyahu el apoyo de su opinión pública? No. Buena parte de la sociedad que le apoyó casi unánimemente en la breve guerra contra Irán le da ahora la espalda. Su plan no solo ha sido criticado por la oposición política. Según se ha filtrado a los medios israelíes, también han planteado serias objeciones el general Zamir, Jefe de Estado Mayor de la Defensa —disculpe el lector la traducción directa al organigrama español— y, para más inri, el mismísimo Jefe del Mossad.

¿Y el apoyo internacional? Nunca anteriormente ha sido Israel más cuestionado por sus propios aliados. Incluso el Gobierno alemán, siempre atento a reparar su inmensa deuda histórica, está en contra de la ocupación de Gaza. Netanyahu ni siquiera tiene garantizado el apoyo de Washington, donde el vicepresidente Vance ha asegurado que comparte los objetivos de Israel pero no necesariamente su estrategia bélica.

En estas condiciones ¿tiene sentido la ocupación de Gaza? El general Powell diría que no. Lo mismo haría el general Zamir si la disciplina no le obligara a ser discreto en sus declaraciones públicas. Pero en las naciones democráticas mandan los líderes políticos —como debe ser— y no los militares. Por eso deberíamos tener el mayor cuidado al elegirlos.

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