Publicado: abril 23, 2025, 2:53 pm
Francisco va a pasar a la historia por muchas cosas. Por ser el primer Papa latinoamericano, el primero jesuita, por haber renovado el voto de pobreza de la Iglesia, por haber descentralizado su poder o por dar mayor protagonismo a las mujeres en puestos de responsabilidad. Y también, aunque esto es menos conocido, por ser el vicario de Cristo que más personas ha elevado a los altares. El argentino deja tras de sí 942 santos , casi el doble que el pontífice que hasta 2013 ostentaba ese récord, san Juan Pablo II con 483 canonizaciones. Como en tantas cosas -por ejemplo, el afán viajero-, también en esta Francisco siguió la estela del Papa polaco, que durante su largo pontificado -27 años- rompió con la tradición de una Iglesia que en los cinco siglos anteriores había elevado a los altares a apenas 300 personas. No obstante, el récord del pontífice fallecido tiene trampa, pues incluye a los Mártires de Otranto, 813 personas que fueron canonizadas de una sola vez el 12 de mayo de 2013. Se trata de los habitantes de la ciudad salentina (Italia) de Otranto, que el 14 de agosto fueron asesinados por invasores otomanos comandados por el visir Gedik Ahmed Bajá después de negarse a apostatar y convertirse al islam. El registro canónico se limita a nombrar a Antonio Primaldo, un sastre que lideró al grupo hacia el martirio y el único del que se conoce el nombre, y a «sus 813 compañeros», pero, en cualquier caso, ‘stricto sensu’ se trata de la mayor canonización colectiva de la historia. Y en realidad, una herencia de Benedicto XVI, que, poco antes de su renuncia anunció la decisión de incluir en el canon a los mártires salentinos, que ya eran beatos desde el siglo XVIII. Junto a los Mártires de Otranto, ese mismo día Francisco reconoció como santas a dos mujeres que, por cierto, también pertenecían a la periferia del mundo. Se trata de Laura Montoya (1874-1949), la fundadora de la Congregación de las Misioneras de María Inmaculada y de Santa Catalina de Siena, y desde ese día la primera santa colombiana , y la mexicana María Guadalupe García Zavala (1878-1963), cofundadora de la Congregación de las Siervas de Santa Margarita María y de los Pobres. La lista de santos proclamados por Francisco sigue con el burgalés Manuel Ruiz López y otros seis españoles asesinados durante la guerra civil siria de 1860 por su condición de cristianos; con el catequista mártir Peter To Rot, el primer santo de Papúa Nueva Guinea; o con Francisco y Jacinta Marto, dos de los pastorcitos a los que se les reveló la Virgen de Fátima. En cualquier caso, lo interesante de la lista que deja Francisco es la importancia de algunos de los nombres que incluye. Hay tres Papas. Juan XXIII y Juan Pablo II, que ascendieron a los altares el 27 de abril de 2014, y Pablo VI, que lo hizo en 2018. En el caso de Juan XIII y Pablo VI se trata de los impulsores del Concilio Vaticano II, y en el de Juan Pablo II, sobra decirlo, del pontífice más célebre del siglo XX. De hecho, el suyo fue uno de los procesos de canonización más rápidos de la historia, con una duración de apenas seis años y treinta días. Solo lo supera, por un mes, el de santa Teresa de Calcuta, que también fue ascendida a los altares por Francisco en 2016. La canonización que va a quedar para el próximo sucesor de Pedro, sin embargo, es una de las que más esperaban los católicos de todo el mundo, la del joven italiano Carlos Acutis. Apodado el ‘influencer de Dios’, el ‘apóstol cibernético’ o el ‘santo milenial’, Acutis dedicó su vida a hacer apostolado a través de Internet, y, una vez diagnosticado con una enfermedad terminal, la enfrentó con una fe sensacional. De hecho, la Iglesia ya le ha reconocido dos milagros como santo . El caso es que su ceremonia de canonización, inicialmente prevista para el 27 de abril y que se preveía multitudinaria, ha tenido que ser pospuesta por el funeral del Papa, según informó el Vaticano. Y otro santo, por cierto, que Francisco deja pendiente de reconocer como tal es Osio de Córdoba (256-357), un obispo cordobés que tiene una biografía sensacional y a pesar de ello es un desconocido incluso en su propio país. En buena medida, esto se debe a que -supuestamente- protagonizó una caída del caballo -en sentido inverso- que puede ser considerada la más dramática de la historia de la Iglesia. Osio fue la mano derecha del emperador Constantino el Grande y quizá el hombre que lo convirtió al cristianismo; un personaje clave en la promulgación del Edicto de Milán (313), que acabó con las persecuciones contra los cristianos; el principal organizador del Concilio de Nicea (325), que condenó el arrianismo; y uno de los redactores del credo niceno. Y a pesar de esto, hacia el final de su vida este campeón de la ortodoxia apostató de su fe para pasarse al arrianismo. Esa es la historia oficial, que apuntaba a que lo hizo porque cambió de opinión o porque el nuevo emperador, Constancio II, lo tenía secuestrado. Pero ¿y si no lo hizo? En enero de este año, y tras una larga deliberación por parte del Dicasterio de las Causas de los Santos, Francisco decidió firmar un ‘Promemoria’ para que vuelva a ser santo . En este caso no se trata de una canonización, sino de una rehabilitación, pues Osio estuvo en el canon hasta que en la Edad Media temprana hombres como san Isidoro de Sevilla (c. 560-636) se creyeron la versión que aseguraba que el cordobés había apostatado. Ahora, parece que la Iglesia se inclina en favor de la teoría de que, en efecto, la historia de la renuncia de Osio podría ser una invención de la propaganda arriana.