Publicado: abril 30, 2025, 3:23 am
El 7 de mayo comenzará el cónclave para elegir al nuevo Papa. Un hombre que deberá guiar a la Iglesia y a los cada vez menos fieles con los que cuenta hoy día. Una reunión que convocará a 133 hombres de avanzada edad, el único trabajo del mundo en el que la juventud penaliza.
Una imagen más de un montón de varones controlando otro círculo de poder. Una institución en la que Dios, hombre, se rodeó de 12 apóstoles, hombres, y nombró a San Pedro, otro hombre, para fundar la Iglesia en la tierra, esa formada por la mitad de mujeres.
Y esta reunión tan heterogénea tendrá lugar en uno de los lugares más bellos, la Capilla Sixtina, rodeada de los frescos que Miguel Ángel pintó, pero no los originales, ya que la Iglesia los censuró.
Miguel Ángel originalmente pintó una escena, la del Juicio Final, en la que representó a casi 400 figuras en torno a Cristo Juez, y la mayoría las pintó desnudas, algo que escandalizó a toda la institución. Ante semejante obscenidad, el papa Pio V encargó a otro pintor, Daniele da Volterra, apodado Il Braghettone (el pone bragas), que cubriese esos desnudos, dibujando paños en las partes más nobles y privándonos a las generaciones futuras de disfrutar de la obra primigenia.
La Capilla Sixtina fue una obra mastodóntica que comenzó a pintarse en el primer Renacimiento, donde reinaba la libertad creativa, y se concluyó en la segunda mitad del siglo XVI, donde se instauró la censura y la rigidez mental. Hoy, muchos siglos después, la Iglesia sigue en la misma diatriba, adaptarse a los nuevos tiempos o seguir anclada en el pasado, seguir tapándose las vergüenzas con los mismos paños o destaparse los ojos y mirar al futuro.