Publicado: septiembre 16, 2025, 12:23 pm
Desde hace tiempos los arqueólogos (y también los novelistas y por supuesto Hollywood) se imaginan los anfiteatros romanos llenos de gladiadores, armas y animales salvajes, fieras capturadas para someterlas en la arena del circo. Una cosa es sin embargo imaginárselo o intuirlo en base a lo que nos cuentan los relatos históricos y mosaicos, y otra muy distinta es encontrar pruebas palpables.
Eso mismo es lo que ha logrado un equipo de arqueólogos en Serbia, cerca de los restos del anfiteatro romano de Viminacium, antigua provincia de Moesia.
Y la historia que cuenta es fascinante.
Mucho más que huesos. Lo que han encontrado los investigadores en las cercanías del anfiteatro de Viminacium, un amplio recinto construido hacia el siglo II d.C., de forma ovalada, con altos muros y capacidad para unas 7.000 personas, fue parte del cráneo de un oso pardo. Nada más. Nada menos. Para el común de los mortales los huesos podrían haber pasado inadvertidos, pero Nemanja Marković y el resto de investigadores que acaban de publicar sus hallazgos en Antiquity, vieron algo más: una historia que nos habla de fieras, gladiadores y luchas.
¿Y eso, por qué? Porque más allá de las características de los huesos, que nos revelan a qué clase de animal pertenecieron, el cráneo conserva marcas que nos habla sobre sus últimos días en Viminacium. Qué hizo, qué trato recibió, dónde vivía y de qué murió el oso. Gracias a la aplicación de técnicas de análisis óseo, radiografías, análisis microscópicos y secuenciación del ADN, lo primero que averiguaron los arqueólogos es que el cráneo pertenecía a un Ursus arctos, un macho de unos seis años al que los cazadores probablemente apresaron en la misma región, en alguno de los bosques que se extienden por los Balcanes.
El dato es interesante porque nos sugiere que los romanos disponían de una red de caza que le suministraba animales para sus espectáculos. No es nada nuevo. Otros estudios han revelado cómo el Imperio contaba de un sistema lo suficientemente engrasado, amplio y eficiente como para llevar leones a la Britannia. Todo con el propósito de abastecer a los anfiteatros donde se distraían las élites y el pueblo.
Lo que revelan las heridas. Si los huesos nos cuentan cosas, mucho más lo hacen sus heridas y marcas, la gran fuente de información a la que han recurrido Nemanja Marković y sus colegas. Lo primero que les llamó la atención fue una lesión en la parte frontal del cráneo, una herida amplia en la que los científicos apreciaron dos indicios: uno de curación, otro de infección. Eso nos habla ya de entrada de una herida grave que el animal sufrió durante una temporada.
La siguiente pregunta es evidente: ¿Cómo se la hizo?
El otro protagonista: el venatore. Para responder a esa cuestión los investigadores han mirado directamente al anfiteatro y a un tipo de espectáculo muy concreto: los combates entre fieras y venatores (o bestiarii), luchadores que se dedicaban a medirse sobre la arena con animales para deleite del público.
«Los anfiteatros romanos también organizaban ‘cacerías de bestias’ (venationes), que enfrentaban a personas contra animales, un espectáculo que se prolongó desde el período republicano hasta la Antigüedad tardía», recordaban hace poco en PLOS One los autores de otro estudio que halló una evidencia más de esa clase de shows en la Britannia romana: la pelvis de un hombre relativamente joven (no tenía más de 35 años) que mostraba una clara y profunda dentellada de león.
Desentrañando la historia. «No podemos decir con certeza si el oso murió directamente en la arena, pero la evidencia sugiere que el trauma ocurrió durante los espectáculos y la infección posterior ayudó significativamente a su muerte», explica Marković en Live Science. El hallazgo es relevante porque hasta ahora los historiadores solo tenían referencias del uso de osos en esta clase de espectáculos. No pruebas palpables. «Este estudio proporciona la primera evidencia osteológica directa de la participación de osos pardos en espectáculos romanos».
No solo eso. Más allá de la herida frontal causada quizás por la lanza de un venatore, los investigadores observaron algo más. Las mandíbulas del oso también parecían mostrar rastros de infección. Y sobre todo sus caninos estaban gastados. ¿El motivo? El estudio desliza que pudo deberse a un cautiverio prolongado durante el que el animal se dedicó a morder los barrotes de su jaula.
«Es probable que haya estado en preso durante años, no únicamente semanas», comenta el experto, lo que le lleva a pensar que participó en varios espectáculos de Viminacium, donde llegaron a residir varias decenas de miles de personas.
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Un último misterio. Así es. Los huesos ocultan un último misterio, una pregunta que queda botando en la mesa de los arqueólogos: el cráneo del oso pardo se encontró entre los restos de un pequeño edificio próximo a la entrada del anfiteatro. ¿Estaba enterrado allí? Y si es así, ¿Por qué? «Investigaciones anteriores sugieren que los animales muertos en la arena eran descuartizados cerca, su carne se distribuía y los huesos se descartaban cerca del anfiteatro, no enterrados en un cementerio de animales formal», comenta el investigador serbio.
«El hecho de que este oso fuera enterrado y no desechado como otros restos animales sugiere que los espectadores o organizadores de los juegos le atribuyeron cierto valor simbólico. Quizás respeto, quizá superstición. Lo que sí queda claro es que su muerte no fue anónima ni tampoco banal», zanja Marković en declaraciones recogidas por National Geographic. Los arqueólogos también descubrieron parte del esqueleto de un leopardo en la misma construcción y huesos de otros animales salvajes, incluidos osos pardos, cerca del anfiteatro. Al analizar esos restos óseos los investigadores los dataron entre aproximadamente el 240 y 350 d.C.
Imágenes | 🇸🇮 Janko Ferlič (Unsplash) y Wikipedia 1 y 2
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La noticia
Si la pregunta es cómo de cruentas eran las luchas de los gladiadores romanos, la respuesta estaba en Serbia: incluían osos
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Carlos Prego
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