Publicado: noviembre 5, 2025, 12:23 am
La industria espacial tiene cada vez más peso en la economía y la sociedad. Sus sondas, naves y satélites se han hecho fundamentales para nuestro día a día, desde protegernos en materia de ciberseguridad hasta darnos el pronóstico del tiempo.
Es un sector en auge también en nuestro país: en España hay un florido abanico de empresas que se dedican a estudiar, investigar y desarrollar equipos y tecnologías relacionadas con el espacio. Un buen ejemplo de ello es el satélite Sentinel-1D, cuyo lanzamiento está previsto para este mismo martes. Se trata de un proyecto que ha contado con la participación de seis empresas españolas y su objetivo será reforzar el programa europeo Copernicus de observación de la Tierra.
Asegurar la continuidad de este satélite en todo tipo de escenarios ha sido parte esencial de las pruebas a las que se ha sometido antes de su lanzamiento. Y uno de esos test se ha llevado hasta el extremo. La Agencia Espacial Europea (ESA) ha querido responder a una duda que la comunidad científica lleva tiempo haciéndose: ¿qué pasaría si una tormenta solar extrema golpeara la Tierra hoy?
Simulando una tormenta solar extrema
En 1859 tuvo lugar la tormenta geomagnética más fuerte jamás registrada. Se conoce como el Evento Carrington y provocó auroras visibles hasta en el Caribe. Aquel suceso dejó fuera de servicio los primeros sistemas telegráficos.
La diferencia es que actualmente tenemos algo más de tecnología funcionando en todos los rincones de la Tierra. Así que la ESA ha querido comprobar qué ocurriría si un fenómeno de esa magnitud se repitiera.
La prueba, desarrollada en el Centro Europeo de Operaciones Espaciales (ESOC), en Darmstadt (Alemania), ha recreado una fulguración solar de clase X45 —una de las más intensas que puede emitir el Sol— seguida de una eyección de masa coronal (CME) dirigida directamente hacia nuestro planeta.
La llamarada solar viajaría a la velocidad de la luz, lo que significa que, en apenas ocho minutos, la radiación habría afectado a sistemas GPS, comunicaciones por radio y radares.
Horas después, las partículas cargadas y la nube de plasma de la eyección de masa coronal masiva —viajando a velocidades de hasta 2000 kilómetros por segundo— provocarían fallos en satélites, sobrecargas en redes eléctricas y un caos global en los sistemas de navegación.
“En tierra, se podían observar hermosas auroras boreales incluso en Sicilia, mientras que la tormenta colapsaba la red eléctrica y provocaba dañinas sobretensiones en largas estructuras metálicas como líneas eléctricas y oleoductos”, añade la ESA en su informe.
Hasta la fecha nunca se había intentado probar algo así y el simulacro ha dejado un mensaje claro: ahora, más de 160 años después y con un planeta totalmente dependiente de la tecnología, si una tormenta solar extrema de ese calibre nos alcanzara ninguna nave, satélite o red terrestre estaría completamente a salvo.
Volveríamos al siglo XIX
“Si ocurriera un evento de este tipo, no existen buenas soluciones. El objetivo sería mantener el satélite a salvo y limitar los daños en la medida de lo posible”, afirma Thomas Ormston, subdirector de operaciones de la nave espacial Sentinel-1D.
Por su parte, Jorge Amaya, coordinador de modelización del clima espacial de la ESA, señala que “la resistencia atmosférica de los satélites podría aumentar hasta un 400% con picos locales de densidad atmosférica”. Esto, continúa explicando el experto, “no solo afecta a los riesgos de colisión, sino que también reduce la vida útil de los satélites debido al mayor consumo de combustible necesario para compensar la degradación de la órbita”.
Es decir: en una tormenta solar extrema, la atmósfera terrestre se expandiría, lo que ofrecería mucha más resistencia a los satélites —hasta cuatro veces más de lo normal—, por lo que estos gastarían más combustible para mantenerse en su órbita y, en consecuencia, su vida útil se reduciría.
Amaya insiste en que “el inmenso flujo de energía expulsado por el Sol puede causar daños a todos nuestros satélites en órbita. Los satélites en órbita terrestre baja suelen estar mejor protegidos por nuestra atmósfera y nuestro campo magnético de los peligros espaciales, pero una explosión de la magnitud del evento Carrington no dejaría ninguna nave espacial a salvo”.
Prepararse para lo inevitable
Aunque las tormentas solares extremas son infrecuentes, los expertos advierten que “no se trata de si ocurrirá, sino de cuándo”. Y cuando lo haga, sus efectos podrían ser devastadores.
Por eso, además de lanzar misiones como Sentinel-1D, la ESA trabaja en proyectos de alerta temprana como Vigil, un satélite que observará el Sol desde un ángulo lateral —en el punto de Lagrange 5— para detectar las eyecciones de masa coronal antes de que apunten a la Tierra y dar más tiempo a reaccionar.
“Simular el impacto de un evento de esta magnitud es similar a predecir los efectos de una pandemia: solo sentiremos su verdadero impacto en nuestra sociedad después de que ocurra, pero debemos estar preparados y tener planes para reaccionar de inmediato”, concluye Amaya.
