Publicado: noviembre 8, 2025, 11:00 pm
Instagram, WhatsApp, Gmail… todas las aplicaciones nos ofrecen la elección entre el modo claro o el modo oscuro. Puede parecer una simple cuestión de estética, incluso una moda pasajera, pero en realidad hay ciencia –y psicología– detrás de esta elección. ¿Qué nos lleva a preferir uno sobre otro? ¿Qué dice esta decisión sobre cómo percibimos la información?
En un mundo hiperconectado donde pasamos varias horas delante de las pantallas, la forma en la que vemos e interpretamos una interfaz es más importante de lo que parece. Y no solo por cuestiones de legibilidad, sino también por el impacto emocional, el esfuerzo visual y el contexto y el momento en el que interactuamos con cada dispositivo. Por eso, desde Mondragon Unibertsitatea decidimos investigar de forma experimental cómo reaccionan las personas ante estas dos opciones.
¿En qué consistió nuestro estudio?
Participaron 141 personas (77 mujeres, 62 hombres, una persona no binaria y una persona que prefirió no contestar), con edades comprendidas entre 18 y 61 años. A todas ellas se les mostraron imágenes reales de interfaces de uso diario (como Google, Word, Instagram, YouTube, etc.) en sus versiones en modo claro y modo oscuro.
Para analizar las preferencias, se utilizó el Test de Asociación Implícita (IAT), una herramienta de psicología social que permite detectar la fuerza de la asociación automática y no consciente de una persona, es decir, la opción que preferimos sin pensarlo demasiado.
¿Qué revelaron los datos?
Los resultados del experimento mostraron un pequeño efecto a favor del modo claro: las personas tendían a asociarlo más rápidamente con conceptos positivos como “profesional”, “ordenado” o “seguro”. Este patrón fue ligeramente más pronunciado en mujeres, aunque no se encontraron diferencias significativas entre géneros.
Sin embargo, cuando se preguntó de forma directa, la cosa cambió. En las respuestas conscientes, los hombres mostraron una mayor afinidad por el modo oscuro, mientras que las mujeres mantuvieron su preferencia por el claro. Las razones también fueron distintas. Quienes elegían la interfaz clara lo hacían, sobre todo, por motivos objetivos como la facilidad de lectura o la mejor visualización. En cambio, quienes elegían la oscura solían argumentar razones más subjetivas, como la estética, el estilo o una sensación más profesional.
En la respuesta directa, el 48,2 % prefirió el modo oscuro y el 43,3 %, el claro; por género, las mujeres mostraron mayor preferencia por este último (53,2 % frente a 41,6 %), mientras que los hombres se decantaron mayoritariamente por el oscuro (54,8 % frente a 32,3 %).
Estos resultados subrayan la importancia de diseñar opciones personalizables, es decir, probar temas en distintos contextos lumínicos, incluir ajustes rápidos (brillo, contraste) y parametrizaciones por usuario. Además, se recomienda analizar segmentos demográficos para evitar sesgos y favorecer la accesibilidad y el confort visual de toda la población usuaria.
Enlace imagenEstudio experimental llevado a cabo en Mondragon Unibertsitatea (n = 141) sobre preferencias de interfaz en modo claro o en modo oscuro. Author provided (no reuse)
¿Una moda pasajera o una preferencia real?
El auge del modo oscuro responde en parte a decisiones de diseño y contexto (contenido visual, baja iluminación), pero los datos indican que la preferencia no es homogénea: parte es tendencia y parte funcionalidad.
Cada vez más aplicaciones incluyen el modo oscuro por defecto, especialmente aquellas orientadas al ocio o al contenido visual. No es casualidad: apps como Spotify o Netflix apuestan por él porque mejora el contraste y hace que, por ejemplo, las carátulas o los vídeos destaquen más. Asimismo, al reducir el brillo, resulta más agradable en entornos con poca luz y contribuye a crear una atmósfera más inmersiva.
Algunos estudios también apuntan a que el modo oscuro podría alargar la batería en pantallas OLED y disminuir la fatiga ocular en condiciones de baja iluminación. Sin embargo, no siempre es la opción favorita de los usuarios. De hecho, muchas personas siguen utilizando el modo claro simplemente porque es el que viene activado por defecto.
Entonces, ¿cuál es mejor?
No existe un formato ideal para todas las personas ni para todas las aplicaciones. Y eso está bien. Depende del contexto de uso, del tipo de contenido y de lo que queremos que la interfaz transmita. Por ejemplo, en entornos profesionales como la banca, la salud o la educación, las interfaces claras siguen siendo mayoría: un fondo luminoso con texto oscuro evoca claridad, transparencia y familiaridad.
En cambio, en aplicaciones creativas, nocturnas o de consumo audiovisual, el modo oscuro ofrece una experiencia más envolvente y emocional. También puede tener un componente identitario: para algunas personas, significa estar “al día” o sentirse más cercanas a herramientas sofisticadas. Aquí, el diseño no solo informa: también comunica y expresa.
Por eso, más allá de las modas o de las preferencias individuales, lo importante es que el diseño se adapte a lo que realmente necesitamos. Y si la aplicación nos da la opción de elegir, mucho mejor.
Hoy en día, la mayoría de plataformas permiten cambiar fácilmente según la preferencia de la persona usuaria. Incluso, muchas detectan la configuración del sistema operativo para aplicar el tema de forma automática (por ejemplo, activando el modo oscuro al anochecer). Esta flexibilidad reconoce que no existe un “modo único” válido para todos los casos. La clave es que la app brinde una experiencia cómoda y consistente, ya sea “pasándose al lado oscuro” o permaneciendo en la interfaz clara tradicional, según lo que cada persona necesite.
