Publicado: diciembre 21, 2025, 10:08 am

Hay un tesón colosal en Rapahel que le hace cantar como si eso fuese precisamente lo que le une a la vida. No es la naturalidad de un Aznavour en su senectud o de BB King, un viejo bluesmen que nació para morir con la guitarra sin hacerse más pregunta que cual es la siguiente canción, sino algo cargado de orgullo y desafiante actitud ante el paso del tiempo, con el que se relaciona toreándolo indómito. Como si vivir sólo pudiese ser una forma de petulancia, como si cantar tomase forma de desafío en cada estrofa, en cada frase, en cada gesto. Más aún cuando recientemente una dolencia avisase a Raphael que ni tan siquiera él puede esquivar el final. Esa valentía casi taurina es la que le mantiene en forma y le permite sostener una gira con conciertos que si no resultan maratonianos sí tienen una generosa duración para una persona de 82 años que aún pisa escenarios de medio mundo. Su paso por Barcelona en su último recital del año fue resultado de esa indeclinable determinación.

