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Nabila, una voz atrapada entre guerras y fronteras

Publicado: julio 2, 2025, 3:23 am

Cuando Afganistán cayó en manos de los talibanes en agosto de 2021, no solo se desmoronó un gobierno. También colapsaron miles de sueños, carreras y vidas. Yo, que conseguí refugiarme en España, he observado desde entonces con angustia cómo mi país se convertía en una prisión para quienes se atrevían a levantar la voz. Una de esas voces era la de Nabila, una amiga, colega y periodista comprometida, que de la noche a la mañana lo perdió todo. Una mujer con micrófono, convertida en blanco.

Nabila había dedicado años a los medios audiovisuales en Afganistán. Era una mujer con experiencia, con una voz fuerte y clara, decidida a informar, educar y transformar. Pero con la llegada de los talibanes, su profesión, su libertad y hasta su seguridad se volvieron un delito. La prohibición del trabajo femenino y la censura impuesta por el régimen hicieron imposible continuar su labor periodística.

Pronto recibió amenazas directas por su trabajo; amenazas que no solo ponían en riesgo su carrera, sino su vida. Al mismo tiempo, su familia intentó forzarla a contraer matrimonio, presionándola para que abandonara su sueño y se sometiera a una vida que no quería. Nabila se encontró atrapada entre la violencia del régimen y la opresión de un entorno que no le dejaba otra salida que huir.

En medio de esa crisis, Nabila me llamó. Su voz temblaba, rota por el miedo y la desesperación. Lloraba. Me pidió ayuda. Sabía que yo vivía en España desde hacía cuatro años como refugiada y que tal vez podría orientarla. Aunque yo misma todavía enfrentaba las dificultades de la vida migrante, decidí hacer todo lo posible por echarle una mano.

Comenzamos juntas un proceso largo y complejo para solicitar una visa humanitaria para España. Contactamos organizaciones, preparamos documentos, tocamos puertas, y sobre todo, mantuvimos la esperanza. No fue fácil. La burocracia, las fronteras cerradas, y las dudas constantes hicieron que cada día fuera una lucha. Pero finalmente logramos una esperanza: su vuelo fue programado para el 26 de junio.

Justo cuando todo parecía solucionarse, el contexto político regional cambió radicalmente. El conflicto entre Irán e Israel escaló rápidamente, generando un clima de tensión y represión dentro de Irán. La situación afectó directamente a los migrantes afganos, especialmente a quienes, como Nabila, no cuentan con un estatus legal reconocido. Su vuelo fue cancelado por razones de seguridad. Una vez más, su vida quedó suspendida en un limbo sin salida. La guerra le cerró el cielo.

Este retraso no solo significa una espera, sino también la prolongación del miedo, la incertidumbre y la vulnerabilidad. En Irán, Nabila se enfrenta a las duras condiciones de vida para migrantes, sin acceso a servicios básicos, con miedo constante a la detención o deportación.

Irán alberga una de las poblaciones afganas más grandes fuera de Afganistán

Irán alberga una de las poblaciones afganas más grandes fuera de Afganistán, con cifras que oscilan entre tres y cinco millones de personas. Sin embargo, la mayoría vive en condiciones extremadamente vulnerables. No tienen acceso pleno a la salud, al empleo legal, ni a protección jurídica. Son objeto de discriminación, redadas policiales y deportaciones forzadas. Las mujeres afganas, en particular, enfrentan aún mayores obstáculos, sobre todo si están solas o sin redes familiares.

La falta de documentación legal impide que muchos migrantes puedan acceder a servicios básicos o al trabajo formal. Esto los obliga a aceptar empleos precarios y mal remunerados, lo que aumenta su vulnerabilidad social y económica. Además, las restricciones culturales y sociales dificultan la vida diaria de las mujeres, quienes sufren una doble discriminación.

Nabila no es un caso aislado. Su historia es también la de miles de mujeres afganas que, tras el regreso de los talibanes al poder, han sido silenciadas, perseguidas o desplazadas. Periodistas, maestras, activistas, médicas, estudiantes… muchas han huido, otras resisten como pueden, escondidas, invisibles, olvidadas.

La violencia de género, la persecución política y la falta de oportunidades han obligado a muchas a tomar decisiones extremas. Algunas han conseguido refugio en países vecinos, otras siguen atrapadas en su país o en tránsito, enfrentándose a nuevas barreras y amenazas.

La comunidad internacional no puede cerrar los ojos. Las promesas de derechos humanos, igualdad y protección deben aplicarse también a estas mujeres. No podemos permitir que su lucha quede en el olvido.

Nabila sigue en Teherán, sin documentación, sin seguridad, viviendo con el temor constante de ser arrestada o deportada. Pero no ha perdido la esperanza. Seguimos buscando una salida, trabajando para que pueda llegar a España y empezar de nuevo. Ella sueña con volver a ejercer el periodismo, con volver a alzar la voz, no solo por ella, sino por todas aquellas que ya no pueden hacerlo.

El camino es difícil y largo, pero la resiliencia y la solidaridad nos impulsan a no rendirnos. La historia de Nabila es un llamamiento urgente a la acción y a la empatía. Es un recordatorio de que detrás de cada refugiado hay una historia de dignidad, coraje y humanidad.

Las crisis migratorias no son solo números ni estadísticas, sino vidas humanas que merecen respeto y apoyo. La experiencia de Nabila refleja la necesidad de políticas migratorias más humanas, que protejan a los más vulnerables y garanticen derechos básicos a todos, sin importar género, origen o estatus legal.

La comunidad internacional, los gobiernos y la sociedad civil deben trabajar juntos para crear redes de apoyo, facilitar procesos de acogida y promover la inclusión social. No solo se trata de ofrecer un refugio físico, sino de reconstruir vidas, sueños y esperanzas.

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