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My Lai, la masacre más simbólica

Publicado: mayo 3, 2025, 3:23 am

Todo lo peor de la guerra se reunió la mañana del 16 de marzo de 1968 en la aldea de My Lai: informes de inteligencia erróneos, oficiales no preparados para liderar unidades de combate, soldados sedientos de sangre y atropello de todas las normas morales. El resultado: una masacre de más de 500 vietnamitas, en su mayoría mujeres, niños y ancianos.

La Compañía Charlie tenía como misión destruir un bastión de guerrilleros comunistas. Antes del aterrizaje de los helicópteros, toda la zona sufrió intensos bombardeos. Pero sólo encontraron civiles a los que agruparon y asesinaron en una operación que duró cuatro horas.

Las casas fueron quemadas, los animales muertos y los cultivos arrasados. Mujeres y niñas fueron violadas antes de ser asesinadas. El grueso del batallón de guerrilleros vietnamitas se encontraba a más de sesenta kilómetros de donde aterrizaron los soldados estadounidenses.

A pesar de que algunos soldados estadounidenses intentaron parar la matanza y amenazaron a sus compañeros con abrir fuego, el ejército de Estados Unidos silenció los hechos, no tuvo en cuenta las denuncias de esos mismos soldados que presenciaron los crímenes desde el aire y rebajó el número de muertos a una parte ínfima con la intención de esconder la violencia con la que había actuado la tropa.

Fue un artillero de helicópteros llamado Ron Ridenhour quien quebró el pacto de silencio que afectaba a la cadena de mando y en el que estaban implicados diferentes oficiales. Escribió cartas al presidente Richard Nixon, a varios altos jefes militares y congresistas.

Al no obtener respuesta se puso en contacto con el periodista de investigación Seymour Herch, quien escribió un artículo en una agencia pequeña llamada Dispatch News Service y una semana más tarde la amplió en el Cleveland Plain Dealer acompañado de las fotografías de la matanza tomadas por Ronald L.Haeberle, un fotógrafo del ejército de Estados Unidos que iba con la unidad militar responsable de la matanza. El escándalo se hizo universal más de un año y medio después cuando la revista Life publicó un amplio reportaje en su número del 5 de diciembre de 1969.

Instantáneas vendidas a medios estadounidenses

El sargento Ron L.Haeberle estaba encargado de documentar aquella misión y utilizó carretes en blanco y negro para registrar los interrogatorios de los detenidos, según las órdenes recibidas. Pero también hizo fotografías en color con su cámara personal que nunca entregó a sus mandos y que acabó vendiendo por miles de dólares a medios estadounidenses.

Las fotografías forman parte de un documento histórico que provocó un terremoto en la sociedad estadounidense. En algunas de ellas se ven a un grupo de mujeres y niños aterrorizados antes de ser asesinados, a bebés muertos juntos a sus madres, soldados quemando casas y decenas de cadáveres amontonados y abandonados en caminos.

Algunas de las fotos más duras, que sí se pueden ver en el museo de My Lai, no se publicaron en la prensa: en ellas se ven cadáveres con las caras destrozadas por disparos realizados a bocajarro.

«Dondequiera que miráramos, veíamos cuerpos»

El suboficial Hugh Thompson, al mando de una misión de reconocimiento, pudo aterrizar su helicóptero cuando sus compañeros seguían disparando a los aldeanos que huían.

Horrorizado, amenazó a sus compatriotas con abrir fuego si seguían disparando indiscriminadamente. «Seguimos volando de un lado a otro… y no pasó mucho tiempo hasta que comenzamos a notar la gran cantidad de cuerpos en todas partes. Dondequiera que miráramos, veíamos cuerpos. Eran bebés, niños de dos, tres, cuatro, cinco años, mujeres, hombres muy mayores; ninguna persona en edad de reclutamiento», contaría Thompson en una conferencia sobre My Lai celebrada en la Universidad de Tulane muchos años después, en 1994.

Thompson informó a sus superiores de la matanza indiscriminada de civiles. Se abrió una investigación que concluyó que la operación había sido un éxito rotundo. Un mes y una semana después, el coronel Oran Henderson, comandante de la 11 Brigada de Infantería a la que pertenecía la compañía implicada, aseguró que sólo veinte civiles habían muerto accidentalmente durante el bombardeo inicial de la artillería y concluyó que el informe de Thompson era falso. Este suboficial y su tripulación trasladaron a algunos heridos a un hospital de campaña para que fueran atendidos. En 1998 fueron condecorados con la Medalla del Soldado.

El teniente Calley fue condenado a cadena perpetua

El oficial al mando era el teniente William Calley, que fue juzgado de seis cargos de asesinato premeditado en 1969 como máximo responsable de la masacre y sentenciado a cadena perpetua en marzo de 1971 por el asesinato de 22 personas, aunque pasó la mayor parte del tiempo detenido en arresto domiciliario. El presidente Richard Nixon le conmutó la sentencia tres años más tarde y quedó libre.

El proceso judicial puso en un brete al ejército estadounidense sospechoso de encubrir y ocultar pruebas. Su superior, el capitán Ernest Medina, máximo responsable de la compañía Charlie y otros 29 oficiales, fueron absueltos. Algunos subordinados de Calley afirmaron durante la investigación que este oficial no estaba preparado para dirigir una unidad de combate.

Visitar hoy My Lay es darse de bruces con los restos de aquella tragedia. De la aldea, que se encontraba en un bello y fértil valle, sólo quedan los cimientos carbonizados de algunas casas a ras del suelo. Un monumento conmemorativo muestra a una madre con su hijo muerto en brazos rodeada de otras víctimas.

En el museo, hay fúsiles de asalto, munición y proyectiles como los que se utilizaron aquel día junto a las fotografías tomadas por el sargento Ron L.Haeberle, algunas muy duras. La lista individualizada de las 504 víctimas muestra sus edades. Muchos de los masacrados eran menores de edad, algunos de apenas un año.

También se resaltan las fotografías de los soldados responsables de la tragedia, de aquellos que intentaron evitarla y una fotografía de Seymour Herch, que ganó el premio Pulitzer por su investigación, anotando en su libreta las explicaciones de una guía en su visita a este museo del horror.

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