Publicado: abril 26, 2025, 12:23 pm
Ante la presencia de 130 delegaciones, 50 jefes de Estado y Gobierno y una decena de reyes, el multitudinario último adiós al Papa Francisco se ha caracterizado por ser un discurso antibélico. El cardenal Giovanni Battista Re, encargado de conducir este sábado la liturgia exequial, ha citado algunas de las frases que el pontífice argentino solía pronunciar y entre ellas ha destacado una: «La guerra es solo muerte de personas, destrucción de casas, hospitales y escuelas. La guerra siempre deja al mundo peor que antes, para todos es siempre una derrota dolorosa y trágica».
Estas palabras, pronunciadas ante líderes de todo el mundo, cobran especial importancia en un momento de máxima tensión internacional. A los conflictos armados en Ucrania y Gaza, iniciados en 2022 y 2023 respectivamente, se ha sumado la guerra arancelaria que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha iniciado en su segundo mandato contra decenas de países.
Precisamente Trump ha sido uno de los mandatarios que ha seguido la ceremonia desde la primera fila de autoridades, a escasos metros del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, con el que está manteniendo encuentros bilaterales en Roma para intentar destensar las negociaciones y poder avanzar hacia un proceso de paz. En esa primera fila también se han situado los reyes Felipe y Letizia y el presidente de Francia, Emmanuel Macron, entre otras personalidades. Además de estas, unas 250.000 personas anónimas han acudido al funeral.
El sumo sacerdote, fallecido este lunes a los 88 años a causa de un ictus, ha sido recordado por «no cesar de alzar su voz implorando la paz» y por dedicarse a «los últimos de la Tierra» como los pobres y los migrantes. «Frente al estallido de tantas guerras en estos años, con horrores inhumanos e innumerables muertos y destrucciones, el papa Francisco no ha cesado de alzar su voz implorando la paz e invitando a la sensatez, a la negociación honesta para encontrar posibles soluciones», dijo Giovanni Battista Re en una ceremonia que ha tenido lugar en la plaza de San Pedro.
El cardenal, decano del colegio cardenalicio, ha resaltado en su homilía que Jorge Mario Bergoglio fue un pontífice «entre la gente», «con el corazón abierto a todos». «Estableció contacto directo con la gente, deseoso de estar ahí para todos, con una marcada atención a quienes tenían dificultades, dedicándose a pensar en todo, hasta en los últimos habitantes de la Tierra y en los marginados. Fue un papa entre el pueblo, con un corazón abierto a todos», ha añadido Re. En ese punto, ha recordado otra de de las frases más famosas de su pontificado: «Construir puentes y no muros».
En esa línea, el encargado de la homilía ha recordado asimismo la idea del Papa de que «la Iglesia es un hogar para todos; una casa con puertas que siempre están abiertas», así como su atención a favor de los refugiados, desplazados y pobres. Y al respecto, ha citado que fue significativo que su primer viaje fuera a Lampedusa, «isla que es símbolo de la tragedia de la emigración con miles de personas ahogándose en el mar» o que viajase también a la isla griega de Lesbos y la celebración de una misa en la frontera entre México y Estados Unidos, con motivo de su viaje al primero de estos países.
El cardenal también ha rememorado «sus 47 arduos viajes apostólicos», destacando en particular el que hizo a Irak en 2021, que «fue un bálsamo para las heridas abiertas de la población iraquí, que tanto había sufrido la obra inhumana del Estado Islámico». Entre los últimos ha relatado el realizado en 2024 a cuatro naciones de Asia-Oceanía, donde llegó «a la periferia más periférica del mundo».
Re había comenzado su intervención señalando que la última imagen de Francisco el Domingo de Resurrección, cuando «a pesar de graves problemas de salud, quiso impartir su bendición desde el balcón de la basílica de San Pedro y después bajó a esta plaza para saludar desde el papamóvil»: «Quedará en nuestros ojos y en nuestros corazones». «A pesar de su fragilidad y sufrimiento final, el papa Francisco eligió seguir este camino de donación hasta el último día de su vida terrena», ha subrayado.
El cardenal ha apuntado también «su vocabulario característico y su lenguaje rico en imágenes y metáforas» y su «gran espontaneidad y un modo informal de dirigirse a todos, incluso a las personas alejadas de la Iglesia«. «Su carisma de acogida y de escucha, unido a un modo de actuar propio de la sensibilidad actual, ha tocado los corazones, buscando despertar energías morales y espirituales», ha añadido.
La homilía ha finalizado recordando que Francisco solía terminar sus discursos y encuentros diciendo: «No se olviden de rezar por mí». «Querido papa Francisco, ahora te pedimos que reces por nosotros y que desde el cielo bendigas a la Iglesia, bendigas a Roma, bendigas al mundo entero, como lo hiciste el domingo pasado desde el balcón de esta basílica en un abrazo final con todo el Pueblo de Dios, pero idealmente también con la humanidad que busca la verdad con corazón sincero y tiene en alto la antorcha de la esperanza», ha concluido.
Unas 150.000 personas al paso del cortejo fúnebre
Tras el funeral, el cuerpo de Francisco ha sido llevado por un cortejo fúnebre cruzando el centro de Roma hasta la basílica de Santa María La Mayor, donde decidió reposar por ser muy devoto de la Virgen Salus Populi Romani. Unas 150.000 personas se han concentrado al paso del cortejo, según ha informado la oficina de prensa del Vaticano. Estas se han unido a los 250.000 fieles de la plaza de San Pedro.
Las decenas de miles de personas se agolparon por la calles en los seis kilómetros de recorrido para ver pasar el féretro que había sido colocado en uno de los papamóviles usados durante los viajes internacionales del pontífice. El ataúd salió tras las exequias de las murallas del Vaticano a las 12.30 horas por la Puerta del Perugino, la que da acceso a la que a lo largo de sus más de doce años fue su residencia pontificia, la Casa Santa Marta.
Después, emprendió su ruta por la avenida Vittorio Emanuele para llegar a la Plaza de Venecia y recorrió la vía de los Foros Imperiales para pasar por delante del Coliseo al que solía ir el Viernes Santo a presidir el Vía Crucis. Tras bordear el Anfiteatro Flavio, el vehículo puso rumbo a su destino final. La basílica de Santa María la Mayor era a la que antes y después de cada viaje apostólico, Francisco acudía a rezar ante su Virgen.
A las puertas del templo un grupo de personas pobres e inmigrantes ha acogido el cuerpo con una rosa en la mano. La última imagen para la Historia ha sido el féretro de Francisco ante su querido icono.