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Muchas mujeres heterosexuales dicen estar hartas de los hombres. Hay una teoría que lo explica: «heterofatalismo»

Publicado: agosto 9, 2025, 10:23 am

Muchas mujeres heterosexuales dicen estar hartas de los hombres. Hay una teoría que lo explica: "heterofatalismo"

En una ciudad como Nueva York —o Madrid, o Buenos Aires, o cualquier ciudad donde una mujer con historial de citas y buena conexión a internet reevalúe sus elecciones—, a veces basta una copa de vino, una conversación entre amigas o una mala respuesta a un mensaje para que parezca que la vida se desarrolla en un spin-off menos glamuroso de Sex and the City. Uno donde las historias no acaban en zapatos Manolo y besos bajo la lluvia, sino en ghostings, excusas por ansiedad y terapia de grupo en formato cena.

Y no es que Carrie Bradshaw no advirtiera algo similar. En más de un episodio, sus columnas giraban en torno a un interrogante hoy muy cercano a lo que muchas mujeres formulan desde un lugar más crítico y colectivo: heterofatalismo. Un término que describe el desencanto, la ironía y la resignación con la que se miran sus experiencias amorosas con hombres. Pero si es un ismo, ¿es una teoría o solo otra mala cita con nombre académico?

El heteropesimismo fue acuñado en el año 2019 por el columnista Asa Seresin, describe una actitud de desesperanza y resignación ante las relaciones heterosexuales, especialmente desde la perspectiva de mujeres que, aunque decepcionadas, no abandonan esas relaciones. Como ha explicado un artículo en The Conversation, esta postura “no necesariamente implica violencia o jerarquías”, sino más bien “una decepción mundana pero persistente”.

No obstante, Seresin propone una versión más extrema: el heterofatalismo, una suerte de aceptación resignada del fracaso heterosexual. Según explicó Jean Garnett en un extenso artículo para The New York Times, es “el sentimiento de que los hombres que quiero no me quieren con suficiente claridad, urgencia o compromiso”.

Un término amplificado

Hay un contexto político y social que exacerba el desencanto. Como apunta Marie Solis en The New York Times, muchos de estos discursos se intensificaron tras la elección de Donald Trump y la confirmación de Brett Kavanaugh, figuras percibidas como símbolos de la impunidad machista. El movimiento #MeToo, aunque transformador, no cambió las dinámicas más cotidianas de las citas.

Además, las redes sociales han amplificado esta narrativa. Etiquetas como #boysober, #selfpartnered o el creciente interés en movimientos como el 4B (rechazo a relaciones, sexo, matrimonio y maternidad con hombres) retratan una generación de mujeres que, aunque no siempre renuncian a los hombres, han perdido la fe en las promesas del amor heterosexual. Según Sexual Health Alliance, esta brecha está ligada a cómo los hombres han sido socializados: con dificultad para verbalizar emociones, miedo a la vulnerabilidad, y en algunos casos, una masculinidad rígida que asocia el deseo con dominación o desapego.

La profesora Ellie Anderson habla de “trabajo hermenéutico”, una forma de explotación emocional en la que las mujeres se encargan de interpretar las señales confusas de hombres poco comunicativos. También menciona la “alexitimia masculina normativa”, una dificultad emocional estructural en muchos varones heterosexuales. Por su parte, la psicoanalista Jessica Benjamin habla de la “complementariedad paralizante”: cuando ambas partes en una relación sienten que no pueden ganar reconocimiento sin perder poder. Todo esto compone un escenario emocional donde, como ironiza Garnett, “una mujer pide claridad y es castigada por ‘ser demasiado intensa’”.

En un artículo de Newtral, la periodista Noemí López Trujillo lo ha explicado con bastante claridad: conecta el auge del heteropesimismo con una estetización de la tristeza femenina. Habla del femcelcore como una corriente cultural donde las mujeres se retratan como criaturas rotas, vestidas de negro y alejadas de los hombres como única estrategia de autoprotección. Esta romantización del duelo amoroso, sin embargo, puede caer en un nihilismo estéril, que evita toda acción política o transformadora.

¿Una experiencia exclusivamente femenina?

Aunque el heterofatalismo se ha teorizado principalmente desde la experiencia de mujeres heterosexuales, algunos autores advierten que no es del todo unilateral. The Times señala que mientras las mujeres expresan este pesimismo con ironía y memes, los hombres heterosexuales también están experimentando una crisis, aunque con consecuencias muy diferentes. Mientras ellas se retraen, ellos se refugian en comunidades como los incels o la manosfera, derivando su frustración en misoginia.

En ese contexto, en los últimos años se ha hecho más evidente la proliferación de comunidades masculinas que alimentan una ansiedad creciente hacia las relaciones y un repliegue hacia la idea de «amor tradicional»: parejas estables bajo roles de género rígidos, y una nostalgia por una supuesta «época dorada» —los años 50 y 60— en la que, con un solo sueldo, «la mujer se quedaba en casa, tenían tres hijos y todos eran felices”. Este imaginario, reforzado por foros en línea y discursos conservadores, no solo idealiza un pasado desigual, sino que lo presenta como remedio frente a la confusión y el desencanto actuales.

Por su parte, la periodista Poppy Sowerby, en The Times, advierte que cuando las mujeres responsabilizan a todos los hombres de su decepción, sin matices, el heterofatalismo se convierte en el reverso del discurso incel. En ambos casos, la relación heterosexual se presenta como un destino trágico y sin salida.

Hay una disyuntiva presente en toda esta situación: ¿es el deseo el problema o los roles que lo encuadran? Una de las críticas más relevantes al heterofatalismo viene desde dentro del feminismo. Como ha detallado Sexual Health Alliance, este discurso puede terminar naturalizando la misoginia al equipararla directamente con la heterosexualidad. El problema, argumentan, no son los hombres per se, sino los roles de género que ambos —hombres y mujeres— reproducen sin cuestionar.

Rachel Connolly, en The Guardian, ve el heteropessimismo como “una visión conservadora disfrazada de crítica radical”. ¿De verdad lo único que podemos esperar es que nuestras parejas no tiren sus calcetines sucios? ¿Qué clase de imaginación nos queda si asumimos que las relaciones heterosexuales están condenadas por naturaleza?. Shon Faye, en su libro Love in Exile, propone algo diferente: dejar de esperar que una pareja lo sea todo. Plantea una reorganización de las relaciones basada en el reconocimiento de nuestras necesidades diversas —sexo, conversación, cuidados, finanzas— como potencialmente distribuibles, y no necesariamente contenidas en un solo vínculo romántico.

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En definitiva, el panorama que se presenta es ambiguo. Por un lado, existe una creciente toma de conciencia sobre las dinámicas fallidas del amor heterosexual. Por otro, hay una escasa exploración de alternativas reales. El reto, según Jessica Benjamin, no es la renuncia, sino el encuentro. Para ello, propone el concepto de “tercero intersubjetivo”: una zona de reconocimiento mutuo donde ambas partes se ven como sujetos con deseo, agencia y vulnerabilidad. No se trata de dominar ni de ceder, sino de rendirse mutuamente al vínculo. Quizá la pregunta no sea si la heterosexualidad está condenada, sino si estamos dispuestos a reconstruirla.

A pesar de los discursos fatalistas. La creciente desafección hacia el amor heterosexual no es un capricho ni una moda: es una respuesta a patrones que ya no se sostienen. El discurso del heterofatalismo pone nombre a ese desgaste, pero no basta con identificarlo. Pensar en nuevas formas de vínculo exige ir más allá del meme o del cinismo resignado. No se trata de dejar de querer a los hombres, sino de dejar de normalizar relaciones donde el deseo y el cuidado circulan en direcciones opuestas.

Imagen | Pexels

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La noticia

Muchas mujeres heterosexuales dicen estar hartas de los hombres. Hay una teoría que lo explica: «heterofatalismo»

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Xataka

por
Alba Otero

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