Publicado: octubre 31, 2025, 8:23 am
La entrada de Jerusalén se vio este jueves bloqueada por una marea de blanco y negro: decenas de miles de hombres ultraortodoxos protagonizaron su manifestación más grande en una década en protesta contra su reclutamiento para prestar el servicio militar, obligatorio para el resto de los habitantes de Israel.
Los pasillos y escaleras mecánicas de la estación de tren de la ciudad presentaban, ya desde la mañana, un paisaje pintoresco de camisas blancas, trajes negros, sombreros de copa, barbas largas y los característicos ‘peyot’ (mechones rizados) de estos religiosos, que basan su vida en el estudio de la Torá y viven de acuerdo a la interpretación más estricta del judaísmo.
Hoy en día, suponen entre el 10 y el 15 por ciento de la población de Israel, un porcentaje ascendente por su gran cantidad de hijos, y gozan de ciertos privilegios a los que no accede el resto de la población, entre ellos estar exentos del servicio militar, que en Israel es de unos tres años para los hombres y dos para las mujeres.
El Supremo israelí dictaminó que esas exenciones —vigentes desde la fundación del Estado de Israel— son ilegales y el Ejército comenzó este verano a enviar órdenes de reclutamiento, pero la práctica totalidad de los religiosos no se presentaron, sin que en su gran mayoría hayan enfrentado las consecuencias.
Ahora, el Gobierno de Benjamín Netanyahu, que gobierna en minoría después de que los dos partidos ultraortodoxos se salieran de él por este asunto, intenta aprobar una propuesta de ley para mantener parte de sus exenciones que la semana que viene se debatirá en el Parlamento.
Al margen de la sociedad
En medio de esta tramitación, y con el trasfondo del rechazo a esta comunidad al margen de la sociedad, con una alta tasa de desempleo (voluntario) y que se beneficia de subvenciones y evita lo que para los demás es obligación, las comunidades ultraortodoxas (también conocidos como haredíes) organizaron este jueves una gran manifestación con adeptos llegados de todos los rincones de Israel.
Durante la protesta, según recoge el diario The Times of Israel, falleció un joven de 20 años al caer desde lo alto de un edificio que se encuentra en construcción. La policía investiga las circunstancias en las que el joven, identificado por los medios de comunicación como Menachem Mendel Litzman, cayó desde la planta 20 del inmueble en obras.
Las autoridades barajan la posibilidad de que se trate de un suicidio, pues según informaron medios hebreos, Litzman había dejado un mensaje de despedida en su cuenta de Instagram. «A todos mis queridos y verdaderos amigos, los amo, les pido perdón, ya no puedo más, me despido de ustedes con lágrimas en los ojos y nos encontraremos juntos con el Mesías», decía el mensaje.
Los haredíes viven habitualmente en ciudades o barrios compuestos únicamente por estos religiosos, con su propio sistema educativo segregado por género y una vida ajena a internet o los teléfonos inteligentes. Los hombres suelen dedicarse a estudiar los textos religiosos y las mujeres trabajan y cuidan a los niños.
Bajo el Puente de la Cuerdas de Santiago Calatrava, en la entrada de Jerusalén, los haredíes se juntaron en una protesta entre cantos religiosos y recitaciones de la Torá.
Allí estaba Shlomo Cohen, llegado desde Bnei Brak, barrio ultraortodoxo de Tel Aviv. A un lado de la masa, compuesta en su totalidad por hombres, este religioso de unos 50 años explicaba cómo, para él, la protesta busca preservar la identidad judía.
«Lo que decimos es que un Ejército sin una identidad o una nación sin una identidad, no va a poder luchar. No tiene futuro», indicaba a EFE, recordando cómo la última gran protesta de haredíes ocurrió hace una década por motivos parecidos. Al tiempo que hablaba Cohen, el líder de la oposición israelí, Yair Lapid, sentenciaba: «Si podéis marchar por las calles, podéis marchar en el entrenamiento militar».
Para Cohen, mientras que en otros países se considera un tesoro a los que protegen la identidad nacional, en Israel es al contrario: «Nos tratan como parias y como criminales porque el sistema ha decidido ignorar todas las leyes», se quejaba, antes de avisar a la periodista de evitar tumultos en previsión de que una mujer no fuera bien recibida.
Un solo objetivo: estudiar la Torá
Parte de los haredíes habla aún yidis, el idioma de los judíos de Europa del Este, y otros hebreo, pero muy pocos inglés y alguno, como David Ayeshai, francés por sus orígenes galos sefardíes.
«Lo que debe comprender el mundo es que el pueblo judío solo está aquí para estudiar la Torá, que es lo que para nosotros mantiene el mundo«, explicaba entre los manifestantes este hombre en la sesentena residente en Jerusalén.
Según este haredí, su comunidad trabaja para todos para que «el mundo entero pueda resistir y pueda pasar las pruebas hasta la llegada del mesías», la creencia que guía la vida de algunas variantes del judaísmo ultraortodoxo.
«Defendemos nuestro derecho a estudiar en completa libertad y sobre nuestra tierra», dice para añadir que las leyes para obligarles a ir al Ejército «las hacen los izquierdistas que quieren poner fin a la expansión del mundo religioso». «Su objetivo —sentencia— es impedirnos estudiar la Torah».
 
			
 
  
  
		 
		 
		