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Los suicidios colectivos más escalofriantes: sectas apocalípticas que prometieron la salvación

Publicado: agosto 11, 2025, 1:23 pm

En un solo día, más de 900 personas murieron tras ingerir una bebida adulterada con cianuro. Lo hicieron, como muchos otros antes y después de este suicidio —considerado el mayor suicidio colectivo de la historia—convencidas de que así alcanzarían una salvación prometida. Pero Jonestown no es un caso aislado: en muchos otros episodios, las víctimas fueron conducidas hacia la muerte por líderes carismáticos de distinta índole, capaces de manipular psicológicamente a sus seguidores, aislarlos del mundo exterior y envolverlos en una narrativa apocalíptica donde la muerte se presenta como la única salida posible.

Dejar la Tierra es, en esencia, el punto de partida de muchas sectas para convencer a sus fieles de abrazar la muerte. Las motivaciones son tan variadas como extremas: desde actos ‘revolucionarios’ para evitar una supuesta persecución, como en Jonestown; hasta la promesa de reunirse con seres superiores en otro plano, como creía Heaven’s Gate; pasando por rituales de ‘trascendencia’ hacia mundos ideales, como defendía la Orden del Templo Solar, o el temor a un inminente apocalipsis, como ocurrió en el Movimiento para la Restauración de los Diez Mandamientos de Dios. Repasamos algunas de las más escalofriantes de la historia.

Jonestown, el mayor suicidio colectivo de la historia

Lo que comenzó como una congregación cristiana con un fuerte discurso de justicia social, integración racial y ayuda a los pobres, muy pronto se convirtió en una tragedia sin precedentes.

En su iglesia, el Templo del Pueblo, el predicador estadounidense Jim Jones, logró reunir a cientos de estadounidenses que, desilusionados por la política y la guerra de Vietnam, aplaudían los principios socialistas que allí se promovían. De hecho, las personas negras llegaron a constituir entre el 80 y el 90% de la congregación: él mismo adoptó un hijo negro y otro coreano a los que promocionó, e incluso afirmó que él mismo era negro.

En el remoto enclave de Jonestown, en la selva de Guyana, Jim logró aislar a sus fieles bajo el argumento de huir del racismo y la persecución política en Estados Unidos: restringía la comunicación con el exterior, organizaba sesiones de adoctrinamiento diarias y mantenía a la comunidad en un estado de vigilancia constante.

En noviembre de 1978, tras la visita del congresista Leo Ryan —quien investigaba denuncias de abusos— y el asesinato de este en el aeródromo cercano, Jones anunció que había llegado la hora de un ‘acto revolucionario’ para evitar caer en manos de las autoridades estadounidenses.

Ese mismo día, más de 900 personas —entre ellas más de 300 niños— murieron tras beber una mezcla de cianuro con refresco. Muchos lo hicieron convencidos de que era la única salida; otros fueron obligados bajo amenazas armadas. Las grabaciones halladas después muestran a Jones instando a sus seguidores a “partir juntos” y asegurándoles que la muerte no era un final, sino una liberación.

Orden del Templo Solar, la búsqueda de un mundo superior

Dos protagonistas: Joseph Di Mambro, un ingeniero canadiense con creencias ocultistas, y Luc Jouret, un médico belga con experiencia en medicina homeopática y prácticas espirituales. Un nombre: Orden del Templo Solar (OTS).

Así comienza la historia de esta secta esotérica y apocalíptica fundada a principios de los años 80, que se extendió principalmente en Suiza, Francia y Canadá, y combinaba ideas del misticismo cristiano, la masonería, teorías de conspiración y creencias en la existencia de civilizaciones extraterrestres.

Los miembros creían que la Tierra estaba destinada a ser destruida en un inminente cataclismo, y que solo a través de una ‘transición’ voluntaria podían sus almas trascender a un mundo superior, una estrella llamada Sirio, considerada por ellos como un lugar espiritual y puro.

Durante varios años, sus líderes planearon y ejecutaron suicidios colectivos y asesinatos rituales entre 1994 y 1997, que culminaron con al menos 74 muertes entre Francia, Suiza y Canadá. Las muertes eran meticulosamente preparadas: algunos miembros ingerían veneno, otros eran asesinados, y en varios casos los cuerpos fueron hallados en posiciones rituales o en escenas con símbolos masónicos. La justificación era que sus almas se liberarían del «prisión terrenal» para unirse a los seres superiores y continuar su evolución espiritual.

Heaven’s Gate, las naves espaciales para la ‘salvación’

Fundada en los años 70 en California por Marshall Applewhite y Bonnie Nettles, quienes se autoproclamaban como mensajeros de una misión espiritual para salvar a un grupo selecto de seres humanos, Heaven´s Gate fue una secta apocalíptica que combinaba creencias cristianas con elementos de ciencia ficción y la creencia en la existencia de naves espaciales que transportarían a los elegidos a un nivel superior de existencia.

Heaven’s Gate fue también una de las primeras sectas en aprovechar el incipiente internet durante los años 90 para difundir su doctrina y reclutar seguidores.

Los miembros creían que la Tierra estaba destinada a ser ‘reciclada’ o destruida, y que la única forma de salvar sus almas era abandonar sus cuerpos físicos para ‘ascender’ a una nave espacial oculta detrás del cometa Hale-Bopp, que en 1997 fue visible desde la Tierra y generó gran atención pública. Applewhite enseñaba que al morir, sus seguidores dejarían atrás su ‘vehículo terrenal’ (el cuerpo físico) y se unirían a una existencia superior en el espacio.

Finalmente, en marzo de 1997, en una mansión alquilada en Rancho Santa Fe, California, 39 miembros de Heaven’s Gate, vestidos de manera uniforme con ropa deportiva y tenis blancos, se suicidaron en un acto colectivo cuidadosamente planificado. Ingerían barbitúricos mezclados con alcohol y se ataban bolsas de plástico en la cabeza para facilitar la asfixia. Dejaron grabaciones y cartas explicando que su suicidio no era un fin trágico, sino una ‘partida’ hacia una nueva forma de vida en otro plano de existencia.

Davidianos, la secta sitiada durante 51 días

Procedente de un movimiento adventista que pretendía preparar a sus seguidores para el inminente Apocalipsis, la Rama Davidiana fue una secta religiosa fundada en 1930 que se centraba en la interpretación estricta de la Biblia. Con el tiempo, evolucionó y su sede se estableció en el rancho de Mount Caramel, cerca de Waco, Texas.

Fue en los años 80, cuando la secta tomó un giro radical con la llegada de David Koresh (cuyo nombre real era Vernon Wayne Howell). Koresh se proclamó profeta y líder absoluto, afirmando que había recibido una revelación especial para interpretar los textos bíblicos y preparar a sus seguidores para la batalla final entre el bien y el mal. Además, Koresh mantenía un estricto control sobre la comunidad: imponía reglas severas, se adjudicaba derechos exclusivos sobre las mujeres jóvenes del grupo, y almacenaba armas bajo el argumento de que se preparaban para un enfrentamiento apocalíptico, fundando el ‘Ejército de Dios’.

Sin embargo, las acusaciones de abusos sexuales y tráfico ilegal de armas contra la Rama Davidiana motivaron al Departamento de Justicia de Estados Unidos a actuar con contundencia. En febrero de 1993, un operativo conformado por 76 agentes especializados, con entrenamiento militar y con órdenes expresas de allanamiento y arresto, rodeó el complejo de Mount Carmel. El objetivo era detener a David Koresh y a sus seguidores.

El sitio se prolongó durante 51 días, en los cuales se llevaron a cabo negociaciones que permitieron la liberación de algunos miembros, incluyendo varios menores de edad. Sin embargo, la tensión crecía tanto dentro como fuera del rancho. Finalmente, el 19 de abril de 1993, las autoridades lanzaron un asedio final al complejo. Utilizaron gases lacrimógenos para intentar forzar la salida de los ocupantes, pero se produjo un intercambio de disparos que aumentó la violencia del enfrentamiento.

Horas después, un incendio masivo consumió el rancho Mount Carmel, reduciendo el lugar a cenizas en cuestión de minutos. En el incendio murieron las 79 personas que permanecían dentro, entre ellas David Koresh y sus seguidores, incluyendo mujeres y niños.

Aunque un informe oficial atribuyó la responsabilidad última de la tragedia a David Koresh y a sus seguidores, señalando que fueron ellos quienes iniciaron el incendio, las decisiones y tácticas empleadas por las agencias gubernamentales durante el asedio recibieron fuertes críticas.

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