Publicado: octubre 6, 2025, 6:23 pm
Nada nuevo bajo el sol, podría ser el eslogan de estos últimos meses en torno al petróleo. El domingo 5 de octubre, la OPEP+ volvió a abrir el grifo con un aumento de 137.000 barriles diarios a partir de noviembre. Según el comunicado oficial del cartel, la medida busca «mantener al estabilidad del mercado» ante unos «fundamentos saludables» y una «economía global estable».
Sin embargo, los mercados no lo interpretaron así. El crudo de Brent cayó más de un 8% tras el anuncio, cerrando por debajo de los 65 dólares por barril, su nivel más bajo en tres meses. El mensaje político, a pesar de los rumores de más producción, fue claro: Arabia Saudí y Rusia no parecen dispuestas a ceder terreno. En palabras de Jorge León, analista de Rystad Energy: «La decisión no se centró en los barriles, sino en la señalización».
Un tsunami de petróleo. «El mercado del petróleo se dirige hacia un superávit inmenso a comienzos de 2026″, advierte el analista Javier Blas. Según el banco Macquarie, la magnitud del exceso será “cartoonish”, es decir, de proporciones casi caricaturescas. Cuando la producción supera la demanda, el mercado adopta una forma peculiar: los precios a futuro se vuelven más altos que los del presente. Es lo que los operadores llaman un contango, un incentivo para comprar crudo ahora, almacenarlo y venderlo después a un precio más alto.
El problema, según el propio Blas, es que esta vez almacenar petróleo será mucho más caro. Con los tipos de interés estadounidenses por encima del 4% —frente al 1% en 2020—, financiar el almacenamiento de millones de barriles resultará “más difícil y costoso que en cualquier otro contango de los últimos 25 años”. En otras palabras: sobrará petróleo, pero guardarlo será caro.
No es fruto del azar. La actual situación no se explica solo por la dinámica del mercado, sino también por una compleja red de decisiones geopolíticas y financieras. Durante años, Riad lideró recortes de producción para sostener los precios, pero el gobierno saudí ha decidido ahora relajar esas restricciones. Como han detallado en New York Times, el cambio responde al cansancio de producir por debajo de su capacidad para beneficiar a países que no siempre cumplen los acuerdos. «El Reino ha reevaluado el costo de sostener las ganancias de otros productores», señaló Helima Croft, de RBC Capital Markets. Además, Mohammed bin Salman busca mantener una relación fluida con Donald Trump, que prefiere precios más bajos para los consumidores estadounidenses. Como explica Bachar El-Halabi, analista de Argus Media: «Los saudíes entienden que Estados Unidos es su aliado estratégico más importante”.
Los aumentos reales han sido modestos y que los analistas interpretan la maniobra como una “prueba de los límites de la demanda”, más que como una guerra de precios. De hecho, la Agencia Internacional de la Energía (AIE) estima que la OPEP+ ha añadido 1,5 millones de barriles diarios desde el primer trimestre, muy por debajo de los 2,5 millones prometidos. Para algunos analistas, esta cifra indica que el mercado ha absorbido los nuevos volúmenes sin sobresaltos y que la demanda podría ser más fuerte de lo previsto.
China, el factor X. En paralelo, desde Pekín se han convertido en el amortiguador del exceso global. El país ha comprado 150 millones de barriles más de los que consume, gastando unos 10.000 millones de dólares en petróleo que no necesita de inmediato.
Una nueva ley energética obliga a mantener reservas estratégicas tanto en el sector público como en el privado, el gigante asiático ha llenado hasta el 90% del almacenamiento mundial medible de crudo. El motivo, dicen los analistas, es doble: aprovechar los precios moderados y garantizar su seguridad energética ante un posible conflicto por Taiwán. Mientras siga absorbiendo el exceso, el mercado global se mantendrá a flote. Pero el día que China reduzca sus compras, la sobreoferta saldrá a la superficie con fuerza.
Los tipos de interés cambian el juego. En épocas anteriores —como 2008, 2014 o 2020—, los traders aprovecharon el contango para almacenar petróleo y obtener beneficios asegurados. Pero ahora, con el dinero más caro, el negocio se complica.
Según cálculos citados por Bloomberg, si los tipos se mantienen en los niveles actuales, el contango deberá ensancharse al menos un dólar por barril para compensar el coste de financiación. En términos simples: para que guardar petróleo vuelva a ser rentable, los precios futuros tendrán que subir aún más.
Efectos por todos los frentes. Por un lado, los precios están bajo presión debido al exceso tan grande a vista. De esta manera, los precios del crudo podrían caer por debajo de los 60 dólares el barril. Blas advierte que«el umbral de los 60 dólares parece extremadamente vulnerable ante el tsunami de oferta que se aproxima». Para los consumidores, esto sería una buena noticia: combustible más barato y menor presión inflacionaria, pero para los países productores —en especial los más dependientes del crudo— supondría un golpe a sus ingresos fiscales. Arabia Saudí necesita precios cercanos a 90 dólares por barril para equilibrar sus cuentas públicas, mientras Emiratos puede hacerlo con 50.
Por otro lado, la política internacional añade incertidumbre. La administración Trump ha autorizado por primera vez la entrega de inteligencia y misiles de largo alcance a Ucrania para atacar infraestructuras energéticas rusas. Si refinerías u oleoductos se convierten en objetivos, el suministro global podría verse alterado justo cuando los mercados ya están saturados. Paradójicamente, demasiado petróleo y demasiada guerra podrían coexistir al mismo tiempo.
El escenario a futuro. El mercado del crudo avanza hacia un 2026 incierto. Los analistas dibujan varios posibles caminos:
- Un contango profundo, como en 2020, con traders comprando barato para almacenar. Pero esta vez los márgenes serán menores, por los altos costes financieros
- Fragmentación del cartel OPEP+, con Emiratos, Irak o Kazajistán produciendo más de lo pactado, debilitando la autoridad saudí.
- China como estabilizador global, comprando todo lo que el resto no puede absorber.
- Más volatilidad política y fiscal en países que dependen del crudo para financiar su gasto interno.
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El petróleo que ya no cabe. Durante años, el miedo fue quedarnos sin petróleo. Hoy, el problema es el contrario: no sabremos dónde guardarlo. Como ha resumido Javier Blas: «Un contango se avecina; la única duda es cuán profundo será». Cuando esa curva se invierta y los tanques se llenen, el mundo descubrirá que el exceso también puede ser una forma de crisis. El petróleo, una vez más, no solo mueve la economía: marca el pulso del poder global.
Imagen | Unsplash
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La noticia
Llevamos décadas hablando del «fin del petróleo»: en 2026 habrá tanto que no tendremos literalmente dónde meterlo
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Alba Otero
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