Publicado: junio 8, 2025, 6:23 am
Entre 1946 y 1990, más de 200.000 bidones llenos de residuos radiactivos procedentes de Suiza, Países Bajos, Francia o Reino Unido fueron vertidos a más de 4.000 metros de profundidad del océano Atlántico nororiental . Ahora, tal como informa ‘Le Monde’ o ‘Le Parisien’, una misión científica a bordo del buque francés L’Atalante trabajará a unos 849 kilómetros al noroeste de la costa gallega. A partir del 15 de junio , un equipo de científicos mapearán la zona gracias a la tecnología de barrido lateral de un sónar y evaluarán el estado estructural de los bidones para averiguar si se han degradado y si presentan fugas o daños. También se buscará entender el impacto que han tenido en el entorno. Según ‘El Faro de Vigo’, buena parte de ese inmenso vertedero se localiza en la fachada atlántica, a partir de 300 millas mar adentro de Finisterre. En ese área se va a sumergir un robot submarino de nombre UlyX que pertenece al proyecto Noddssum, liderado por el CSIC francés (el Centro nacional de investigación científica, el CNRS). Esta incursión de casi un mes será la primera en arrojar luz sobre distintos aspectos en torno a estos 220.000 bidones . UlyX se acercará a unos 10 metros de estos depósitos para tomar fotografías que permitan evaluar ssi siguen siendo impermeables. «Esta tarea de localización permitirá identificar los lugares idóneos para la recogida de muestras de agua, sedimentos y fauna, pero sin acercarse a los barriles por precaución», según el CNRS. Además, ‘Le Monde’ detalla que los investigadores también pretenden aprender más sobre el comportamiento de los radionucleidos y sus impactos en la biodiversidad marina. E n este trabajo intervienen no solo los franceses, sino también las universidades de Noruega (Bergen), Canadá (Newfoundland), Alemania (Thünen-Institut) y España de la mano del departamento de Geología de la Universitat de Girona. Antes era legal meter en un bidón metálico material contaminado, como por ejemplo insumos médicos, mezclado con cemento o betún y arrojarlos al mar. Esta práctica, posteriormente, sería prohibida por el Convenio de Londres sobre la Prevención de la Contaminación Marina en 1993. En relación al material arrojado al Atlántico, en el pasado un informe de la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA) señalaba que «el diseño de los paquetes para los desechos vertidos no tenían por objeto garantizar el aislamiento de los radionucleidos (o elementos radiactivos) dentro de los bidones , sino más bien asegurar que se transportaran intactos al fondo marino; posteriormente se esperaba que ocurriera un proceso de dispersión lenta en las aguas circundantes». Y añade que desde 1977, los vertederos del Atlántico Noreste han sido inspeccionados periódicamente por los países involucrados en las operaciones de eliminación. Generalmente, estos estudios no detectaron radiactividad asociada con las operaciones de vertido en las muestras de agua. « Pero en un estudio realizado en 1992 se detectaron concentraciones elevadas de plutonio 238 en muestras de agua recolectadas en los vertederos, lo que indica fugas de los bultos », afirman. Cabe destacar también que en 1984, la Comisión de Energía Atómica (CEA) y el Ifremer realizaron una campaña de inmersión y seis contenedores metálicos fueron fotografiados por un submarino autónomo y mostraban signos de desgaste. El geólogo marino, Javier Escartín, aclaró a Radio Francia Internacional (RFI) que creen que desde el momento que se echaron al mar, « la cantidad de actividad radiactiva que hay ahora es probablemente menos de la mitad, quizás un tercio o el 25% de lo que se echó originalmente », estima Escartín. Pero el estado de los barriles, en cambio, sigue siendo una incógnita. «A finales de los años 80, se consiguieron hacer algunas fotos de ciertos barriles y ya empezaban a estar dañados. Algunos otros parecían intactos. (…) Uno de los aspectos de este proyecto es evaluar los bidones y su distribución por la zona», explicó. En la misión de este junio se tomarán medidas de precaución y «si se detecta una anomalía importante de radiactividad, la sabremos rápidamente», indicó a ‘Le Monde’ Patrick Chardon, especialista en los efectos de la radiactividad en el medio ambiente (CNRS-Universidad de Clermont-Auvergne). Este trabajo científico también contempla una segunda fase en 2026 dedicada a la toma de muestras. Y desde el gabinete de prensa de CNRS informan a ABC que el regreso de los investigadores será el 11 de julio, momento en que podrán aportar información más completa sobre sus incursiones.