Publicado: diciembre 17, 2025, 5:23 pm
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Un reporte de Reuters evidencia una realidad cada vez más común, pues las relaciones entre Inteligencia Artificial y humanos se formalizan en matrimonios , además de que se normaliza que las personas hagan actividades con avatares en espacios públicos. En la sala de un salón de bodas en Japón , música tradicional suena y una mujer de 32 años, llamada Yurina Noguchi, en traje blanco guarda silencio mientras mira, a través de lentes de realidad aumentada, a su “marido”, una imagen proyectada por smartphone de un personaje creado con IA. La ceremonia, aunque emocionalmente significativa para ella, no tiene reconocimiento legal en Japón.
La relación comenzó después de que Noguchi consultara a ChatGPT sobre sus problemas con una relación humana anterior, que terminó en la ruptura de su compromiso. A partir de ahí, construyó y personalizó una versión conversacional de un personaje de videojuego atractivo que nombró Klaus. Con el tiempo, afirmó que desarrolló sentimientos románticos y afectivos hacia él. Este relato extraordinario, documentado por la agencia de noticias, no es un caso aislado ni una excentricidad de adultos. Una parte esencial de la historia está en los números y en lo que estos pueden revelar sobre cambios culturales y psicológicos. De acuerdo a un reporte de la Japanese Association for Sexual Education el 22% de las niñas en educación secundaria reportaron en 2023 haber tenido inclinaciones hacia relaciones fictorománticas, una forma de atracción afectiva hacia personajes no humanos o generados por medios digitales, significativamente más alta que en 2017. Para ponerlo en términos simples, dos de cada diez adolescentes están experimentando afectos que no necesariamente apuntan a personas reales, sino a entes ficcionales, personajes animados, avatares o —cada vez más— a inteligencias artificiales configuradas para conversar, responder y “sentir” en función de lo que el usuario desea o proyecta. Algunos expertos lo vinculan a tendencias socioculturales más amplias, como la presión académica y social en Japón, la disminución sostenida de matrimonios y nacimientos —el número de matrimonios se redujo casi a la mitad desde mediados del siglo XX—, y una mayor familiaridad con personajes de anime y videojuegos que, para algunas personas, representan modelos afectivos más simples y controlables que las relaciones humanas tradicionales. Por un lado, la tecnología ofrece consuelos emocionales en un mundo donde encontrar pareja se percibe como cada vez más difícil o frustrante, mientras que los algoritmos pueden responder con paciencia infinita, personalizar respuestas afectivas y adaptarse sin necesidad de compromiso emocional bidireccional. ¿Puede un afecto generado por líneas de código sustituir la complejidad de una relación con otra persona, con sus conflictos, aprendizajes y crecimiento mutuo? ¿O se trata de una forma emergente de vinculación afectiva, legítima en el contexto digital contemporáneo? La respuesta no es evidente, de acuerdo a lo reportado por Reuters.
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