Publicado: julio 9, 2025, 5:24 am
Montse, la empleada municipal de la limpieza que murió después de su jornada laboral , fue la primera española que saltó a los titulares como víctima de la ola de calor que asoló Europa. No fue la única: un cordobés de 75 años, un placentino de 67 y otra persona de Huesca también perecieron debido a las temperaturas extremas. Y no solo ocurrió en nuestro país: en Italia saltaron a los titulares otras dos personas por la misma causa y Reino Unido contabiliza ya una decena de muertes. Ahora, un nuevo estudio elaborado por científicos del Imperial College de Londres y la London School of Hygiene & Tropical Medicine estima que en doce de las principales capitales europeas, entre ellas Madrid y Barcelona, se podrían contabilizar 2.300 víctimas. Sin embargo, lo más importante que recalca este nuevo trabajo -que no obstante aún no ha sido revisado por pares- es que 1.500 de ellas podrían haberse evitado. El claro culpable: el cambio climático, según señalan los investigadores. El objetivo era llevar a cabo una estimación preliminar de las muertes provocadas por el cambio climático en la ola de calor que asoló el continente europeo, concretamente en el periodo entre el 27 de junio y el 2 de julio. Para ello, eligieron doce ciudades representativas del continente europeo: Londres, París, Atenas, Budapest, Frankfurt, Roma, Zagreb, Lisboa, Sassari, Madrid y Barcelona. «Dado que no podemos estudiar cientos de ciudades y pueblos de Europa a una escala temporal rápida, seleccionamos 12 ciudades importantes distribuidas de forma bastante uniforme por todo el continente, lo que esperamos que capturara una variedad de geografías, climas y culturas, así como la diversidad de factores que distinguen a cada lugar», señala Ben Clarke, del Centro de Política Ambiental del Imperial College. Una vez delimitado el campo de estudio, los investigadores analizaron los datos meteorológicos históricos ofrecidos por World Weather Attribution , un esfuerzo internacional que reúne información de fenómenos extremos, como las olas de calor. Con ello, analizaron cómo de intensas habrían sido las temperaturas en un mundo que no se hubiera calentado 1,3 ºC. Además, incluyeron las conclusiones de otros estudios publicados en revistas científicas, como un trabajo que señala que en el período de 1991 a 2018 alrededor del 30 % de las muertes iteradas podría atribuirse al cambio climático; u otro reciente que estimada que de las 60.000 muertes que se produjeron en el verano de 2022, algo más del 50% de los fallecimientos se podían atribuir al cambio climático. Según sus estimaciones basadas en todos estos datos, en total se produjeron 2.300 muertes durante la pasada ola de calor de las que 1.500 serían resultado directo del cambio climático. Por ciudades, Milán estaría a la cabeza del ránking, con 499 fallecimientos de los que 317 son atribuibles al cambio climático. Es decir, de no existir el incremento anormal de las temperaturas, tres tercios de víctimas podrían haberse salvado. Por detrás, Barcelona, con 340 fallecimientos por altas temperaturas, aunque 286 atribuibles al calor. Los investigadores señalan como preocupante el caso de Madrid, en donde de las 118 muertes por la ola de calor, 108 serían debido al calentamiento global. «Las temperaturas de las olas han aumentado más en Madrid en comparación con otras ciudades entre otros factores por su lejanía de la costa», señala Friederike Otto, investigadora del Imperial College London y autora del estudio. «No obstante, nuestro trabajo ha descubierto que el cambio climático provoca olas de calor con temperaturas con entre 2 y 4 grados más en todas las regiones europeas. Esto se traduce en muertes y demuestra por qué es tan importante tomar más en serio el cambio climático». Además, el trabajo señala que las personas más afectadas son los mayores de 65 años, muchos aquejados de problemas de salud subyacentes, como cardiopatías, diabetes y problemas respiratorios. Los resultados también ponen de relieve cómo el calor es una amenaza infravalorada: la mayoría de las muertes relacionadas con el calor no se notifican y las estimaciones oficiales de los gobiernos pueden tardar meses en publicarse o no publicarse nunca. «Trabajos como este son una herramienta muy útil que además se puede refinar con los datos oficiales posteriores -señalan los autores-. En unas semanas veremos resultados, aunque sospechamos que podrían haber sido conclusiones a la baja». Los investigadores señalan que políticas como los avisos y la concienciación de la peligrosidad de las olas de calor dirigidos a la sociedad, así como la creación de espacios verdes y refugios climáticos podrían ser claves para la mitigación del problema. «Las alertas de calor, así como los planes de adaptación al calor, que con el tiempo han mejorado, especialmente en Europa, en varias ciudades», aduce Pierre Masselot, investigador de la London School of Hygiene & Tropical Medicine. «Y eso en sí mismo puede jugar un papel importante». Sin embargo, los autores indican que estas prácticas no servirán de nada si no disminuye la quema de combustibles fósiles y la deforestación. «Este estudio pone de manifiesto un hecho simple: quemar más petróleo, carbón y gas matará a más gente -señala por su parte Pierre Masselot, investigador de la London School of Hygiene & Tropical Medicine-. La única forma de evitar que las olas de calor en Europa sean aún más mortíferas es dejar de quemar combustibles fósiles. Cambiar a energías renovables, construir ciudades que puedan soportar el calor extremo y proteger a los más pobres y vulnerables es absolutamente esencial para salvar miles de vidas cada año».