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La psicología detrás del furor por La Oreja de Van Gogh: «La nostalgia puede ser una forma de escapar del presente»

Publicado: octubre 23, 2025, 4:23 pm

Veintidós años después de la publicación de Rosas, La Oreja de Van Gogh acaba de colgar el cartel de sold out en nueve fechas (incluyendo Madrid y Barcelona) tan sólo una hora después de sacar a la venta las entradas. La locura desatada en torno al conjunto vasco, ligado a la recién oficializada reunión con su cantante Amaia Montero, parece parte de algo más grande: una ola de nostalgia por la primera década de siglo que se deja sentir en la cultura de masas española.

El festival Nostalgia Milenial, este año encabezado por Carlos Baute o Safri Duo. El cameo de Las Ketchup en el concierto de Rusowsky en Madrid. La unánime celebración de Estopa en las redes sociales. Son todo signos de una generación de jóvenes que pone su mirada, una vez más, en una tal vez idealizada década de los 2.000.

«La nostalgia nos conecta con el pasado»

Tras la nostalgia cultural hay una serie de mecanismos emocionales que motivan ese deseo de retorno al pasado. «La nostalgia es una mezcla de dos emociones básicas, la alegría y la tristeza, en la que se ven implicados conceptos más complejos como el anhelo, la melancolía o el cariño», explica a 20minutos la psicóloga Marta Egüen. «Si todas las emociones cumplen una función, la de la nostalgia es principalmente conectarnos con nuestro pasado».

«Ante una situación», continúa, «podemos experimentar una respuesta fisiológica (una sensación corporal) o tener un pensamiento. La emoción es la valoración que hacemos de esa sensación fisiológica o ese pensamiento».

Y añade: «En el caso de la nostalgia, la valoración que hacemos puede motivarnos a actuar en el presente, ya sea buscando elementos similares a aquellos que nos generaron satisfacción en el pasado (como una película nueva de Marvel) o repitiendo comportamientos del pasado (como ir a un concierto de El Canto del Loco».

Marcos de Andrés, co-director del proyecto dedicado a la terapia online y a los cursos de psicología enGrama Psicología, argumenta por su lado que la nostalgia se define en buena medida por el contexto en el que aparece. «Como cualquier otra emoción», arranca, «es un constructo, una manera aprendida de denominar ciertas activaciones fisiológicas en función del contexto. Muchas veces no dista demasiado lo que sentimos por ejemplo cuando estamos en una montaña rusa excitados, exponiendo en público ansiosos, o en una primera cita enamorados… Esas activaciones fisiológicas que subyacen no son muy diferentes entre sí, pero lo que sí que es diferente es cómo hemos aprendido a denominarlo».

«En este sentido, la nostalgia describe una forma particular de relacionarnos con estímulos del pasado que hoy adquieren una activación emocional», prosigue. «Y como toda emoción cumple una emoción. Las hipótesis funcionales pueden ser varias, pero, por decirlo burdamente, nos hace conscientes de senderos que nos hicieron felices, que nos reportaron placer o bienestar, y que quizás estaría bien volver a tomar».

Egüen coincide: «Actuar motivados por esa nostalgia puede evocar experiencias positivas, como podría ser una sensación de confort. Experimentar esto aumenta la probabilidad de seguir actuando en busca de esta sensación. Es decir, actuar motivado por la nostalgia y experimentar una sensación de confort tras haber consumido un producto asociado a tu pasado, aumenta la probabilidad de seguir consumiendo productos que te generen nostalgia».

«La nostalgia puede ser una estrategia de marketing»

Si bien esta experta aclara que la nostalgia no necesariamente tiene que venir asociada al consumo («puede aparecer ante una amplia diversidad de estímulos tan simples como pasar tiempo con personas que han formado parte de nuestra vida, pasearte por la zona en la que creciste u oler el guiso que tu abuela hacía cuando eras pequeño», dice), «aludir a la nostalgia puede ser una estrategia de marketing como las que evocan cualquier otro sentimiento o relacionan un producto a una sensación de bienestar».

«A la hora de diseñar y vender un producto», afirma la psicóloga, «se busca que resulte atractivo al grupo determinado de personas al que va dirigido. Cuanto mayor sea ese grupo, mayor probabilidad de éxito económico. Por eso, diseñar productos culturales que resulten atractivos a menores de edad o jóvenes y que a su vez hacen alusión al pasado de quienes ya son adultos puede ser una forma de asegurar el éxito».

Aún así, Egüen no niega el mérito en el éxito reciente de muchos de estos fenómenos culturales. «El éxito de series, películas, grupos musicales etc. que retrotraen a épocas pasadas está estrechamente relacionado con la calidad de los mismos. En el caso de La Oreja de Van Gogh, el sold out en nueve fechas se explica por la iconicidad de la banda».

De Andrés afirma que «hoy en día puede que se esté dando un boom de productos culturales que nos retrotraen a épocas pasadas. Esto puede acontecer por una mayor ausencia de fuentes de placer o bienestar para las personas en la actualidad; por estar viviendo en una sociedad más lábil, cambiante, líquida, incierta, con demasiada sobre información, con demasiadas opciones, tantas que no sabes ni cuál escoger…»

Y añade: «Evidentemente estas lógicas sociales pueden ser explotadas comercialmente por las grandes industrias. Conociendo el comportamiento humano, las dinámicas sociales, el funcionamiento de la memoria y las emociones, aquello que tiende a reforzarnos o castigarnos y un sinfín de cosas más… Es perfectamente factible moldear el comportamiento del consumidor a conveniencia».

«La nostalgia puede llevar a idealizar el pasado»

«Ante una situación social de incertidumbre», afirma Egüen, «actuar movidos por la nostalgia puede ayudar a escapar del presente o disminuir la sensación de inestabilidad o inseguridad».

Este escapismo, defiende, incurre en un cierto riesgo de idealizar determinadas épocas de nuestra vida e ignorar sus partes más oscuras, quizás evitando que aprendamos de ellas. «Cada uno recuerda su pasado de forma única», argumenta. «Hay personas que logran mantener un equilibrio entre los elementos positivos y los negativos, pero también quien se fija en unos u otros».

«El regresar a momentos anteriores motivados por la nostalgia facilita fijar la atención en lo positivo, lo que puede llevarnos a idealizar el pasado. El problema no reside en recordar el pasado con nostalgia, sino en usarlo como una forma de escapar del presente y evitar lo negativo», sigue.

De Andrés se expresa en un sentido similar: «En muchas ocasiones se cae en una idealización del pasado», opina. «Tendemos a creer que todo momento pasado fue mejor debido a nuestra memoria selectiva. No recordamos las cosas de manera impoluta, sino que lo vamos modificando con los días a conveniencia, inconscientemente, a medida que relacionamos los sucesos con otros o, directamente, cambian nuestras vidas. Con esos cambios de vida, adecuamos los recuerdos para que sean más consonantes con lo que hoy día somos».

«Hay personas que tergiversan más el recuerdo real y otras que menos, pero en cierta medida todas las personas lo hacemos», sigue. «Recordamos según fuimos, pero también según somos».

«La clave está en mantener un equilibrio entre recordar el pasado y vivir en el presente, teniendo en cuenta que en el pasado también tuvieron lugar eventos negativos», concluye Egüen. «Como consumidores, debemos mantener una visión crítica sobre los productos culturales que se nos ofrecen, y plantearnos si son algo que realmente queremos o si hemos sido influenciados para sentir que los tenemos que consumir»

Referencias

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