Publicado: julio 8, 2025, 1:07 pm
«Investigar: realizar actividades intelectuales y experimentales de modo sistemático con el propósito de aumentar los conocimientos sobre una determinada materia». Como es obvio, en el caso de la caza las actividades han de seguir fundamentalmente las pautas de la experimentación, bien acerca de la gestión de los espacios adecuados para practicarla, bien sobre los animales que están dentro de su jurisdicción. En ellos pondré mi atención, pues, como también está claro, sin ellos no habrÃa caza. Son imprescindibles las indagaciones sobre su comportamiento, necesidades ecológicas, enfermedades y estabilidad poblacional, ya que los resultados permitirán que sean aprovechados de forma racional, procurando que su seguridad como especie sea lo más estable posible. Debemos remontarnos en el tiempo para encontrar los primeros investigadores sobre el reino animal, con Aristóteles (348 a.C.-322 a.C.) como el más relevante desde mi punto de vista. El gran filósofo griego escribió una serie de tratados relacionados con ciertos aspectos de los animales tales como su anatomÃa, marcha, movimiento y reproducción, todos ellos compilados más tarde por el también griego Teodoro Gaza (1398-1475) bajo el tÃtulo en latÃn de ‘Historia animalium’. Carlos GarcÃa Gual , en su introducción al libro de 1992 ‘Aristóteles. Investigación sobre los animales’, indica que se han perdido algunos estudios sobre los animales que usaron Aristóteles y sus discÃpulos del Liceo como los titulados ‘ Zoiká’ (‘De zoologÃa’) y ‘AnatomaÃ’ (‘De AnatomÃa’), este último con, probablemente, un buen número de ilustraciones de disecciones practicadas por los investigadores de la escuela y tal vez por el propio Aristóteles. Otro erudito sobre la materia fue Plinio el Viejo (23-79) . Su ‘Historia Natural’ constituyó el modelo enciclopédico por excelencia hasta mediados del siglo XVII cuando la investigación empleó como base fundamental el método cientÃfico, intensificándose el estudio de los seres vivos con resultados y conclusiones mucho más fiables que los propuestos por los autores clásicos. En cuanto a los animales de caza , no aparecieron ‘oficialmente’ hasta muy entrada la edad contemporánea, iniciada en 1789 . Comprensible, ya que no existÃan leyes que los definieran, por lo que su tratamiento cientÃfico no podÃa tener un rango especial. No fue hasta 1970 cuando en España se promulgó una ley de caza con el catálogo de tales animales, por lo que es posible asegurar que a partir de entonces la investigación fue un hecho, si bien antes ya se habÃan llevado a efecto trabajos muy interesantes sobre esta temática, como por ejemplo el de mi querido hermano Rafael sobre el oso pardo, publicado en 1964. Y se puede afirmar que, por lo general, la búsqueda de respuestas a las preguntas que se empezaron a formular sobre cualquier cuestión que interesaba a la gestión, cuidado, mantenimiento o relación inter e intraespecÃfica de los animales de interés cinegético corrÃa a cargo de los profesores universitarios y de funcionarios de las Administraciones competentes, como el Instituto Nacional para la Protección de la Naturaleza (Icona, creado en 1971) o el Instituto Nacional de Investigaciones Agrarias. Como modelo encomiable en el caso del profesorado de la Universidad no puedo por menos citar a la ingeniera de montes MarÃa José Abreu , la primera en obtener el grado de Doctora en 1977 con una tesis que versaba sobre la investigación y el estudio bioecológico de la perdiz roja en el área climática de Albacete para un mejor conocimiento en su ordenación y aprovechamiento cinegético. Al presente, en nuestro paÃs la investigación sobre los animales de caza ha adquirido la relevancia que se merece. AsÃ, en 1999 se creó el Instituto de Investigación de Recursos Cinegéticos (IREC) mediante un convenio entre la Universidad de Castilla-La Mancha (cuyo campus ocupa), el Consejo Superior de Investigaciones CientÃficas (CSIC) y la Junta de Castilla-La Mancha , y cuyas lÃneas de estudio incluyen sobre la sanidad, veterinologÃa, ecologÃa y toxicologÃa de los animales. Del mismo modo, en 2009, tras un acuerdo entre la Universidad de Córdoba y la Junta de AndalucÃa, se estableció la Unidad de Investigación en Recursos Cinegéticos y PiscÃcolas (CRCP) , en la que se hacen pruebas de ADN para la homologación de trofeos de caza y estudios sobre el estado sanitario de la fauna. Estas dos instituciones están dedicadas en exclusiva a la investigación, objetivo de su creación. Sin embargo, existen otras organizaciones que dedican parte de su tiempo a ello, como la Fundación Artemisan , que inició su andadura en 2017 integrada por federaciones de cazadores, propietarios privados, empresas y particulares; la Real Federación de Caza española , fundada en 1940; y la práctica totalidad de las federaciones de caza autonómicas. Esperemos que todas consigan allanar la problemática, cuando exista, de los animales. Un apunte final: los cazadores que deambulan por los campos tras sus presas preferidas pueden aportar datos muy valiosos a los cientÃficos encargados de las investigaciones siguiendo el pensamiento de Santiago Ramón y Cajal expuesto en su libro ‘Los tónicos de la voluntad’: «mucho aprendemos en los libros, pero más aprenderemos en la contemplación de la naturaleza, causa y ocasión de todos los libros. Tiene el examen directo de los fenómenos no sé qué fermento perturbador de nuestra inercia mental, cierta virtud excitadora y vivificante, del todo ausente o apenas actuante aun en las copias y descripciones más fieles de la realidad».