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La ISS cumple 25 años habitada al borde de su final: será una más en nuestro cementerio de chatarra espacial

Publicado: noviembre 3, 2025, 11:23 pm

Hace 25 años que la humanidad tiene casa en el espacio. Un cuarto de siglo respirando, trabajando y durmiendo a 400 kilómetros sobre nuestras cabezas. Desde el 2 de noviembre del año 2000, al menos dos personas han habitado de forma continua la Estación Espacial Internacional (ISS), ese laboratorio orbital que se ha convertido en uno de los mayores logros tecnológicos de la historia… y también en uno de los más costosos.

Celebramos este aniversario con admiración, pero también con una certeza: no llegaremos a ver sus bodas de oro, porque su final ya tiene fecha y coordenadas. Cuando la NASA decida apagar definitivamente las luces de la ISS, la estación caerá en picado hacia un rincón remoto del Pacífico Sur, un lugar tan apartado que nadie podrá verla arder. Se llama Punto Nemo y es el cementerio oficial de las naves espaciales.

Una casa flotante que orbita la Tierra

La Estación Espacial Internacional nació en plena era de cooperación tras la Guerra Fría. En 1998 se lanzó su primer módulo, Zarya (‘amanecer’, en ruso), y desde entonces la ISS ha ido creciendo pieza a pieza, con aportaciones de la NASA, Roscosmos (Rusia), la Agencia Espacial Europea (ESA), la japonesa JAXA y la canadiense CSA.

Cuando se ensamblaron sus primeros módulos, nadie imaginaba que aquel esqueleto metálico acabaría siendo el hogar de más de 280 astronautas de 26 países distintos. El 2 de noviembre de 2000, la tripulación de la misión Expedition 1 inauguró una presencia humana ininterrumpida que se mantiene hasta hoy. Desde entonces, la estación ha orbitado la Tierra unas 16 veces al día, avanzando a más de 28.000 kilómetros por hora.

Cada astronauta ha dejado su huella en este espacio de unos 388 metros cúbicos presurizados. La estructura es más grande que una casa de seis habitaciones y cuenta con un gimnasio, dos baños y una ventana panorámica que regala amaneceres cada 90 minutos. Entre sus paredes se han realizado más de 3.000 experimentos científicos de biología, física, medicina, materiales, exploración espacial… todo lo que allí se prueba sirve para entender cómo nos afecta vivir lejos de la gravedad y qué necesitamos para llegar más lejos.

Pero posiblemente una de sus mejores aportaciones tiene poco que ver con el microscopio: más que un laboratorio, la ISS ha sido un símbolo de cooperación, de una base común pese a las tensiones geopolíticas en la Tierra que se ha mantenido firme durante un cuarto de siglo.

Las grietas del tiempo

Aunque su imagen sigue siendo icónica, la ISS muestra ya señales claras de envejecimiento. Los módulos más antiguos, como el ruso Zvezda, han sufrido fugas de aire y pequeñas fisuras detectadas por los propios astronautas. Los técnicos de la NASA y Roscosmos han aplicado parches y selladores para mantener la presión estable, pero el problema se repite cada cierto tiempo.

El desgaste no sorprende: los materiales soportan enormes diferencias térmicas, microimpactos de meteoritos, vibraciones, radiación y el estrés constante de las operaciones. Cada acoplamiento de una nave, cada desacoplamiento y cada maniobra deja su marca. Por eso, la agencia estadounidense ha fijado el año 2030 como límite de operaciones. A partir de ahí, la ISS empezará su retirada.

La jubilación de la ISS: su viaje al cementerio de naves espaciales

El plan de transición de la NASA prevé un cierre ordenado. La estación continuará funcionando al menos hasta finales de la década, mientras las agencias y empresas privadas desarrollan nuevas plataformas orbitales. Una vez completada su misión, será desorbitada de forma controlada para evitar que fragmentos caigan sobre zonas habitadas.

Para ello, SpaceX está desarrollando una versión reforzada de su cápsula Dragon, bautizada como US Deorbit Vehicle, que se encargará de guiar a la ISS en su última maniobra. El destino final: el Punto Nemo, el lugar más remoto del planeta.

Pocas coordenadas hay más simbólicas que las del Punto Nemo: 48°52.6′S, 123°23.6′O. Está tan alejado de cualquier continente que la tierra firme más cercana —la isla Ducie, en el Pacífico Sur— se encuentra a 2.688 kilómetros. Es una zona donde prácticamente no hay vida: las corrientes son frías, el oxígeno escasea y la luz solar apenas llega. Por eso, desde los años 70, las agencias espaciales lo utilizan como vertedero de chatarra espacial.

Allí descansan más de 260 restos de satélites, sondas y fragmentos de estaciones anteriores, como la soviética Mir. Pronto se sumará la Estación Espacial Internacional, que arderá parcialmente en la atmósfera antes de que sus restos se hundan en el fondo del océano. Un final digno y simbólico para una estructura que representa tanto de nuestra historia reciente.

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