Publicado: septiembre 5, 2025, 8:23 am
Almudena Suárez Treviño es una mujer de misa. Aunque no en el sentido convencional de la expresión. Ella no solo acude a la iglesia de su pueblo para escuchar al sacerdote de turno, dar la paz al resto de feligreses y comulgar en la eucaristía. No. Además de todo eso Almudena oficia celebraciones religiosas en templos católicos. Casi (casi) como si fuera un párroco más. Tanto es así que el Obispado de Tui-Vigo acaba de ratificarla oficialmente en sus funciones.
Su caso, bastante menos excepcional de lo que parece, es en realidad la constatación de un fenómeno mucho mayor: la crisis de vocaciones.
¿Qué ha pasado? Que el obispo de Tui-Vigo acaba de publicar una lista de nombramientos oficiales, una especie de ajuste interno en la diócesis para «paliar las actuales deficiencias de atención» que causa la escasez de sacerdotes. Hasta ahí nada raro. Ni nada tampoco que pueda despertar el interés más allá de las aldeas afectadas. Lo llamativo, lo que ha despertado el interés de los feligreses y medios del resto de la comunidad y España (incluida la televisión gallega), es que ese listado de curas se cierra con el nombre de una mujer: Almudena Suárez.
Y no solo eso. El documento oficial proclama para quien quiera leerlo que esa mujer está autorizada a dirigir «la celebración de la Palabra» en siete parroquias del arciprestado de Louriña (Pontevedra) siempre y cuando no esté su presbítero. En realidad el anuncio del obispo de Tui-Vigo es una ratificación porque Almudena lleva unos cuantos años teniendo un papel fuera de lo común en sus parroquias. Tanto, de hecho, que hace tres años Faro de Vigo ya le dedicó un reportaje.
¿Una mujer cura? No. Almudena no es sacerdote. En realidad es bióloga y teóloga, tiene un título de Ciencias Religiosas, un máster y al menos hasta hace unos años ejercía como profesora de religión en un instituto de Pontevedra. Ese es su currículo profesional, su hoja de presentación. Hace 21 años sin embargo uno de sus profesores de teología le propuso embarcarse en «un proyecto innovador», una aventura que en la práctica le llevaría a ser más que una simple feligresa.
Lo que hizo Almudena fue implicarse en las Asambleas Diocesanas en Ausencia de Presbíteros en pleno rural gallego. Con el visto bueno de quien entonces ejercía de obispo en la diócesis de Tui-Vigo (una decisión que han mantenido sus sucesores) asumió una responsabilidad que básicamente permite que a las parroquias de la zona se les haga más llevadera la escasez de curas y la falta de vocaciones.
¿Pero oficia misas? No. Los domingos Almudena acude a una serie de iglesias, se sitúa ante el resto de feligreses, lee, predica y cumple en cierto modo el rol que debería desempeñar un párroco, pero no oficia una liturgia. Lo que hace tiene otro nombre: celebración de la Palabra. «Llegamos, nos reunimos y la primera parte de la celebración, que se llama liturgia de la Palabra, es exactamente igual que en una misa. Pedimos perdón, se realiza la lectura, yo proclamo el Evangelio y predico», explica a La Voz. «Profesamos la fe, rezamos el credo y hago las peticiones».
Eso no significa que sea una especie de sacerdotisa o que se encargue de los mismos ritos que un cura. «Quiero dejar claro que yo no oficio misas», insiste la mujer antes de aclarar que a la hora de comulgar ella solo se encarga de distribuir las hostias que antes ha consagrado un párroco, tarea que la Iglesia no le permite asumir. Al prestar ese servicio Almudena le facilita la vida al cura encargado de las siete aldeas, sirviéndole de apoyo. Los dos se alternan los domingo en las iglesias, de tal forma que una semana los feligreses tienen misa y la siguiente, celebración.
¿Cómo lo lleva ella? En un principio confiesa que le costó dar el paso por los recelos de su familia a «cómo respondería la gente». Tras darle vueltas sin embargo decidió aceptar la oferta y asumir un nuevo rol en la diócesis. «Pensé que era una buena oportunidad, ya que siempre nos estamos quejando las mujeres de que no nos dan poder en la Iglesia. Pensé que podía ser bueno para todas nosotras», confiesa. «Al final me tiré a la piscina y fue como si me tocase la lotería».
Hace de aquello ya más de 20 años, un período durante el que ha pasado por diferentes lugares en los que asegura haberse encontrado con la aceptación y el «cariño» de los feligreses. «Fui la primera y soy la única con nombramiento [del obispado de Tui-Vigo]. Lo tengo desde 2004. Lo que ocurre es que en esta ocasión ha sido más evidente porque, por primera vez, rompiendo techos de cristal, el nombramiento fue publicado en la página web del Obispado», celebra.
¿Es un caso único? No. El rol de Almudena quizás no sea habitual en el sur de Galicia, pero si ampliamos el foco al resto de España comprobamos que hay más laicos que ejercen la misma función que ella. Incluidas mujeres también. En 2018 La Voz revelaba también que al norte de la comunidad, en Outes, había un grupo de vecinas que se encargaban de las ceremonias ante la escasez de sacerdotes.
«No es la misa de las mujeres, como se dice, son mujeres que hacen la celebración dominical para toda la comunidad», aclaraba el párroco. Se encuentran también ejemplos en Burgos, Tarragona o León, entre otros puntos de la España vaciada.
«Los sacerdotes encargados, generalmente, de un buen número de parroquias rurales, no pueden acudir cada domingo a celebrar la eucaristía en todas ellas, por lo que en ocasiones cuentan con un laico o religioso que, los domingos en los que el párroco está ausente, acude a dirigir ‘la celebración de la Palabra'», explican desde la Archidiócesis de Oviedo. La iglesia católica ofrece de hecho formaciones para laicos. Hace unos años Faro informaba de un curso en la Diócesis de Tui-Vigo al que se apuntaron varias decenas de personas, tanto hombres como mujeres.
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¿Por qué es importante? Por varias razones. Casos como el de Almudena muestran una apertura de la Iglesia, en la que se otorga un mayor protagonista a los laicos y concretamente a las mujeres. En 2021 incluso el papa Franciso lanzó un motu proprio que abría las puertas a que las mujeres leyesen la Palabra, ayudasen en los altares y distribuyesen la comunión, aunque gente como Almudena llevaba ya tiempo teniendo un rol relevante en sus comunidades. La otra razón por la que es interesante es que, al final, esa apertura refleja la crisis de vocaciones.
El último anuario de la Confederación Episcopal Española, con datos de 2023, muestra que en España hay 15.285 sacerdotes. En 2007 eran 19.121. Durante las últimas décadas la Iglesia católica se ha enfrentado a un descenso pronunciado en el número de párrocos y religiosos hasta llegar en 2023 a un hito preocupante: ese año, por primera vez, el número de seminaristas mayores en el país bajó del millar. No solo son menos. También han envejecido. La media de edad de los curas casi se ha duplicado en las últimas décadas, pasando de los 35 años de 1960 a 65.
Imágenes | Mateus Campos Felipe (Unsplash)
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La noticia
La Iglesia se enfrenta al desafío de un futuro sin curas. De momento ya sabe cómo permitir a las mujeres dar «misa»
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Carlos Prego
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