Publicado: junio 5, 2025, 6:56 am
Se empezaba a discutir a finales de 1916 en el Congreso Constituyente, en Querétaro, el texto definitivo del artículo 28 de la Carta Magna. En el proyecto correspondiente únicamente se consideraban entre las funciones reservadas en exclusiva al Estado la acuñación de moneda metálica, el correo, los telégrafos y la radiotelegrafía. Fue gracias a una iniciativa de adición presentada por el destacado constituyente Rafael Nieto, que se agregó a ese recuento “la emisión de billetes a través de un Banco Único de Emisión…”
No se recuerda que en el Congreso Constituyente de Querétaro se hiciera referencia explícita a la autonomía de que ya gozaban para entonces algunos bancos centrales del mundo. Sin embargo, cabe destacar la muy buena intuición de algunos de los legisladores constituyentes al hacer poner en relieve peligro que pudiera significar el abuso de la capacidad emisora otorgada a ese tipo de instituciones.
Con muy buen juicio, el constituyente González hizo ver el conflicto de intereses que pudiera generarse “si las ligas que resulten entre el poder oficial y la institución llegan a ser de tal naturaleza fuertes y positivas…” Y otro legislador sobresaliente en aquel cónclave constitucional (diputado Espinosa) puso el dedo en la llaga con otras palabras: “El Banco Único de Emisión de Estado, dicen algunos tratadistas, trae el peligro de ser más bien político que financiero…”
Exactamente a una decena de bancos de emisión del mundo se hizo referencia en las discusiones correspondientes al artículo 28 constitucional. De forma obligada, una de tales referencias fue respecto al Banco de Inglaterra, hasta entonces el de mayor reconocimiento en su género en el orden global. Y de manera muy especial, en el caso británico se hizo especial mención al límite que se le había establecido en cuanto al crédito que pudiera extenderle al gobierno de Su Majestad.
Sorprendentemente, en el cónclave de Querétaro no se hizo alusión al modelo de banca central que se había adoptado en Estados Unidos en 1913, en ocasión del establecimiento del llamado Sistema de la Reserva Federal. Sin embargo, cabe citar el muy importante antecedente de la autonomía con la cual nació tal institución.
Posterior a la Primera Guerra Mundial, se fortaleció la tendencia en los bancos de emisión del orbe a fijarle un tope al crédito que pudieran otorgarle a sus respectivos gobiernos. Entre los ejemplos a citar estuvo el del Banco de España. Y resultó, no por casualidad, que esa fue la referencia que se escogió para el Banco de México cuando abrió sus puertas en 1925. Es decir, exactamente hace la friolera de un siglo.
